AFORTUNADOS (Dedicado al equipo de Mini basquetbol Club Belgrano 1979), un cuento de Diego Paolinelli

Carlos Riedel10 noviembre, 2024

Hace poco revisando fotos viejas en casa de mis padres, encontré la única que tengo de chiquito formando parte de los equipos de basquetbol del Club Belgrano, tendría unos diez años...

Me decía: “Qué loco, como cambiaron las épocas. Hoy se fotografía o se filma con el Teléfono hasta lo que se come. Y yo no tengo fotos que documenten esos momentos tan lindos de la infancia y la adolescencia, horas y horas en el Club compartiendo con los chicos del barrio”. Por suerte tengo una gran memoria, para mantener vivos esos recuerdos.

Hace un par de años atrás, cuando el Club cumplía su Centenario, publiqué en mis Redes Sociales esa foto de chico y la otra que tengo de grande, cuando jugamos la primera Liga Nacional de Ascenso que participó el Club Belgrano, de Zárate. Y fueron los dos extremos de mi historia como jugador ahí, Pre Mini y Primera. Consulté con algunos compañeros, para ver si tenían en casas de sus Padres alguna otra foto de los equipos en los que participamos, pero no hubo suerte (por el momento).

En ese intento de búsqueda, un amigo que jugaba en otro Club de Zárate, me pasó unas imágenes de él con sus compañeros de Equipo en el Encuentro Argentino de Mini Basquetbol del ’79. En una parte pequeña de esa foto me reconocía a mí y algunos de mis compañeros que participamos del mismo evento.

Y como una catarata, se me fueron viniendo cada uno de los momentos vividos ese fin de semana. La gente de la Sub Comisión de Basquetbol se había comunicado, con la Asociación y fue confirmada la invitación para participar del desfile del Encuentro que se llevaría en el Estadio Monumental de Núñez, donde un año antes la Selección Argentina de Fútbol, con Kempes, Fillol, Passarella, dirigidos por Cesar Luis Menotti habían ganado la primera Copa del Mundo para Argentina.

Recorrimos la Pista atlética alrededor de la cancha, y cuando pudimos, con un par más del equipo, nos metimos en la cancha y pisamos ese verde césped donde había ocurrido esa epopeya. Me veo a mi mismo acariciando el césped y sentirlo como una alfombra al tacto (muy distinto a los campitos donde íbamos a patear la pelota después de la escuela). Una vez terminado el desfile, cada delegación salía del estadio y era recibido por un Club de Capital o el Gran Buenos Aires, donde pernoctaríamos en casa de la familia de algunos chicos de cada Equipo. A nosotros nos tocó en Temperley.

Fuimos dos Equipos de Zárate los recibidos por ese Club. Donde al día siguiente jugamos un partido amistoso contra el anfitrión, que tenía dos equipos (A y B), antes de volver a Zárate.

Luego de los partidos, que se jugaron a la mañana del domingo, se hizo un almuerzo de camaradería entre los chicos anfitriones, más los dos equipos Zarateños, en los quinchos que tenía Temperley, al costado del Gimnasio que utilizaban para Basquetbol y Voley. En unas mesas cercanas, se encontraban los Padres de los chicos locales y alguno de los Padres de los Clubes de Zárate, que habían acompañado a las delegaciones.

Tras el almuerzo se dio una situación curiosa, uno de mis compañeros paso por la mesa de la gente mayor y escucho decirle a la Madre de uno de los chicos del otro Equipo de Zárate a una Madre de Temperley, (ante la pregunta de esta última si los equipos eran también el A y B del Club): “No no, los chicos de azul son de un Club POBRE de Zárate”.

Los de azul éramos nosotros, los del INDIO, como nos decían a los de Villa Massoni. Cuando nos contó la frase, nos causó gracia. En ningún momento nos molestó el comentario, para colmo era la mamá de un pibe que no jugaba a nada, pero tenía las zapatillas importadas y eso más nos causaba risa. Decíamos: “Aaahhh SON MILLONARIOS estos, jaja”.

Pero realmente logramos generar muy buena onda, hasta el día de hoy, con los chicos del otro equipo…ya que ellos no se fijaban si nosotros teníamos zapatillas viejas o no teníamos unas camisetas de marca. Si no cómo jugábamos…y ese año lo íbamos a demostrar.

Pero, esa frase, a pesar que no nos molestó en general, ya que sabíamos que jugábamos en un Club de barrio y que en realidad (económicamente) éramos POBRES. Todos los del equipo éramos hijos de laburantes, la mayoría vivía en casas compartidas con los abuelos, criados en calle de tierra.

Pero ese año, este grupo de Padres hizo algo que nos marcó para convertirnos en un equipo ganador. Porque para ganar, más allá del talento individual de cada uno, tiene que haber una buena dirección y el apoyo familiar del grupo. Sinceramente mi memoria es buena, pero no llega a tanto para descifrar cual fue el momento o quien lo generó. Pero durante ese año cuando se inició el Campeonato de Mini, cada vez que jugábamos de local, al final de nuestro partido, ponían un tablón sobre un par de caballetes, sillas alrededor donde nos sentábamos todos los chicos. Nuestros viejos, ponían: una torta, un budín, una pasta frola o algún otro alimento hecho de forma casera, para que los comamos entre todos: Silvio, Sergio, Guille, Cali, Gustavo, Rubén, Orlando, Javier, Luis y Yo. Sin distinción de quien había sido el goleador o mejor de ese día, todos compartíamos la mesa entre risas y análisis del juego que nos apasionaba.

Alrededor de la mesa veo a: los Leguizamón (Vilma, Tito y la Abuela), los Barga (Mirta y Toti), los Parodi (Celia, Hugo y la Tía Delia), los Zandalazini (Marta y Nelson), los Vivas (Luli y Oscar), el Abuelo de Luisito Cutrera, Mis Viejos, los Paolinelli (Chochi y Luisito); tomando mates y hablando del partido con los entrenadores: Lito Afonso, Rubén Rasio y un joven Marcelo Elusich, que recién se iniciaba en la dirección técnica.

Ese año terminamos siendo Campeones del Torneo Local, lo que es lo anecdótico, porque otro resultado no hubiese cambiado la enseñanza que habíamos recibido de ese grupo heterogéneo de Padres.

Y que pudimos repetir durante los años siguientes, ganando en cada categoría hasta llegar a la Primera, donde se fueron sumando a ese grupo y nos acompañaron siempre: los Zukowski (poniendo su talento y trabajo, para mejorar los tableros y gimnasio), los Mozzi, los Kerelenko, los Monteagudo, los Flores, los Damario y muchos más.

Hoy, vuelvo a pensar en esa Señora, sin rencor obviamente y me doy cuenta que no éramos RICOS, pero tampoco éramos pobres.

Lo que éramos, todos esos chicos que nos iniciamos en Mini Basquetbol del Club Belgrano a fines de los 70, y en realidad somos hoy en día…somos…AFORTUNADOS.

Afortunados, de haber contado con el apoyo de cada uno de esos Padres, que nos dieron lo más importante que tenían…que era su tiempo.

Para acompañarnos a cada partido y enseñarnos a compartir con cada uno de nuestros compañeros de Equipo.
A todos Ellos, a los que están y a los que se fueron…solo decirles: “GRACIAS”.

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Ilustración: http://@NEGROGODOY