"Casablanca": 80 años de un clásico

Carlos Riedel26 noviembre, 2022

Por Juan Pablo Csipka... El film se vio por primera vez en una premiere el 26 de noviembre de 1942. El detrás de escena de una obra que se convirtió en referencia ineludible en el cine.

Hablar -¿o escribir?- de Casablanca es como mirar una vieja fotografía: ahí está uno, pero de alguna manera ése no es uno: por el medio está el recuerdo, el tiempo pasado y la renovada presencia fotográfica, ganada su batalla al tiempo, pero perdiéndola, porque el tiempo no pasa: pasa uno por él y como en un estrecho pasadizo de zarzas se deja el vestido y la piel en sus espinas: en fin, que el tiempo es como la banca en la ruleta, siempre gana, aun perdiendo gana.

-Guillermo Cabrera Infante-

El 8 de noviembre de 1942, las fuerzas aliadas iniciaron su ofensiva en el norte de África. Al amanecer de ese día, 70 mil soldados ingleses y estadounidenses desembarcaron en forma simultánea en cuatro ciudades de Marruecos y Argel, territorios franceses de ultramar en manos del régimen títere de Vichy, en lo que fue el inicio de la Operación Torch. Fue la respuesta anglo-estadounidense al pedido de soviético de abrir un segundo frente para aliviar el esfuerzo bélico provocado en junio de 1941 por la invasión nazi. En vez atacar Europa occidental (cosa que ocurriría recién en el Día D de 1944), se optó por África.

La Operación Torch comenzó en dos ciudades de Argelia: Argel y Orán. Del lado marroquí, las acciones se iniciaron en Safí y en una ciudad que era el escenario de una pieza teatral adaptada para el cine, y que narraba, en tiempo presente, la ocupación alemana. Apenas 16 días después del desembarco aliado, se estrenó Casablanca.

Del teatro al cine

Cuatro años antes, en el decisivo 1938 previo al inicio de la guerra, Murray Burnett viajó a la Europa que asistía a la anexión de Austria y a la crisis de los Sudetes, e hizo escala en Casablanca. Allí, concurrió a un club nocturno, lleno de clientes de distintas nacionalidades, y en el que un pianista negro amenizaba a la concurrencia. Fue el origen de un argumento.

Junto a Joan Allison, Burnett escribió Everybody Comes to Rick´s, el texto que se convertiría en Casablanca. La historia era básicamente la que llegaría a la pantalla grande: el encuentro de Rick, dueño de un club nocturno, con su antigua amada Ilsa (Lois, en la pieza original), casada con un líder antinazi, Víctor Laszlo. El matrimonio está varado en la ciudad marroquí por orden de los nazis mientras Rick tiene en su poder unos visados que los podrían sacar de allí y al mismo tiempo reinicia su relación con Ilsa. La obra nunca se estrenó porque la dupla no accedió a hacer modificaciones.

Al año siguiente, el guionista Casey Robinson leyó el manuscrito y se lo recomendó al productor Hal Wallis, uno de los jerarcas de Warner Brothers. La realidad comenzó a cruzarse con la ficción. En los primeros días de diciembre de 1941, la Warner pagó 20 mil dólares por los derechos de la obra. El 7, Japón atacó la base de Pearl Harbor, lo que derivó en la entrada de los Estados Unidos en la guerra. Al día siguiente, Stephen Karnot, lector de argumentos en la Warner, recibió el texto. El 11 de diciembre, elevó un informe positivo a Willis. Sugirió dos nombres para el papel de Rick: Humphrey Bogart y George Raft; y propuso a Mary Astor para el protagónico femenino.

A comienzos de 1942, el proyecto de guión ya se titulaba Casablanca y cayó en las manos de los gemelos Julius y Philip Epstein, que habían escrito comedias para Warner. Acto seguido, se contrató al húngaro Michael Curtiz como director. La prensa informó que Ronald Reagan, actor a sueldo del estudio, iba a ser el protagonista, pero Wallis descartó al futuro presidente y apostó por Bogart. Su siguiente decisión fue buscar a una actriz europea para el papel de Ilsa.

Ingrid Bergman fue uno de los nombres que se barajó para el personaje. Era empleada de David Selznick, el responsable de Lo que el viento se llevó. En plena hegemonía del studio-system, los actores eran figuritas intercambiables. Selznick apostaba a que Bergman firmara con Paramount. Finalmente, acordó con Warner y canjeó a la actriz sueca por Olivia de Havilland.

El triángulo se completó con otro actor europeo, el austríaco Paul Henreid como Laszlo. La Metro cedió al alemán Conrad Veidt para el rol del comandante nazi, a cambio de 25 mil dólares, en desmedro de Otto Preminger (que en 1953 haría de comandante de un campo de prisioneros en Stalag 17 de Billy Wilder). Dooley Wilson haría de Sam, el pianista negro. Como no sabía tocar el piano, lo dobló Elliott Carpenter. Claude Rains como el capitán Renault, jefe de policía de Casablanca, completó el elenco.

En plena producción

Dos viejos conocidos de Bogart se sumaron al elenco. Sydney Greenstreet como Ferrari y Peter Lorre como Ugarte, el portador original de los documentos para salir de Casablanca que desencadenan el drama. Ambos lo habían acompañado en El halcón maltés, en 1941, con dirección de John Huston. Bogart, Greenstreet y Mary Astor (la femme fatale de El halcón maltés), se reunieron otra vez a las órdenes de Huston en Across the Pacific. El guión planteaba un ataque japonés en Pearl Harbor…antes del 7 de diciembre de 1941. Cuando se produjo el bombardeo, se paró el rodaje y se retomó el libreto con un cambio: en vez de Hawaii, la amenaza era en Panamá. A esos niveles se juntaban realidad y ficción en películas sobre la guerra.

Mientras, el guión de Casablanca sumaba cambios. Howard Koch, responsable de La guerra de los mundos de Orson Welles, se sumó a los gemelos Epstein. Fue Koch quien atendió los requerimientos de Bogart, que no estaba cómodo con su personaje. Al nuevo guionista se deben las alusiones al pasado antifascista de Rick, como su paso por la Guerra Civil Española junto a los republicanos. Así, el desencantado Rick era mostrado como un exponente de la izquierda derrotada de los años 30, que sobrevivía a su modo en Casablanca. También se incorporó Casey Robinson, autor de los diálogos de Ilsa y Rick en el flashback ambientado en París. Como Robinson se negó a figurar en los créditos, se perdió de ganar el Oscar.

El rodaje se inició en los estudios de la Warner en Burbank, el 25 de mayo de 1942. La filmación se extendió hasta julio, y el final no estuvo escrito hasta las últimas semanas. Además, el guión debió morigerar dos observaciones de la censura (regía el puritano Código Hays, que preservaba las moral y las buenas costumbres en el celuloide). Una era que no podía darse por sentado una relación adúltera de Rick e Ilsa, lo cual explica en gran medida el desenlace de la trama (y que además anticipa lo que ocurriría no muchos años más tarde en la vida real: el rechazo de Hollywood a Bergman por su relación con Roberto Rosellini, cuando ambos tenían otras parejas). La otra apuntaba al personaje del capitán Renault. En su caso, se eliminaron alusiones a posibles favores sexuales de mujeres a cambio de visas.

Una canción y una ciudad

Mientras la filmación avanzaba y se escribía el final sobre la marcha, Wallis encargó la banda sonora a Max Steiner, quien a su vez se mostró reacio a utilizar la canción “As Time Goes By” (escrita en 1931 por Herman Hupfeld para un musical de Broadway), que ya estaba en el texto original de Burnett y Allison. El productor dijo que se podía descartar, pero la idea no prosperó, porque implicaba volver a filmar las escenas en que Bergman y Bogart le piden a Sam, en distintos momentos, que toque la canción, y la actriz ya se había cortado el pelo casi por completo para filmar Por quién doblan las campanas.

La premiere tuvo lugar el 26 de noviembre de 1942 en Nueva York. El impacto de la Operación Torch jugó en favor de la película. El nombre de Casablanca estaba en boca de todo el mundo. En enero de 1943, Winston Churchill y Franklin Roosevelt se reunieron en la ciudad marroquí. Con semejante publicidad, Warner decidió adelantar el estreno comercial de junio a enero. Por ello, cuando se alzó con el Oscar a mejor película del año, fue por 1943, y no por 1942. Curtiz se llevó la estatuilla como director; y los Epstein y Koch compartieron el premio al mejor guión. Del elenco fueron nominados Bogart (actor protagónico) y Rains (actor de reparto).

El éxito compensó un presupuesto levemente excedido. De 878 mil dólares inciales, los costos llegaron a 950 mil. A fines del 43 alcanzó los 3,7 millones de recaudación. El impacto hizo que surgieran películas de argumento similar y/o con alusiones a la ciudad, hasta en clave de comedia, como Una noche en Casablanca, de los hermanos Marx (y, en 1972, Play it again, Sam, el guion de Woody Allen que protagonizó con Diane Keaton, que toma elementos de Casablanca).

Bogart mismo haría una película epigonal con tema muy parecido: Tener y no tener, sobre la novela de Ernest Hemingway, con guión de William Faulkner. Producida por la Warner, fue dirigida por Howard Hawks y, además de ser una de las películas más recordadas del actor, marcó el inicio de su relación con Lauren Bacall.

Personajes sinuosos

El argumento, se sabe, resultó y sigue resultando irresistible, con la gran vuelta de tuerca final respecto de quién se irá con Ilsa en el avión y la infinidad de frases famosas del libreto. El Rick de Bogart, atrapado por su pasado con Ilsa en París (la Historia que se les cruza de entrada: se separan cuando se produce la ocupación nazi en junio del 40) y el compromiso ético con el líder de la Resistencia que encarna Laszlo (el marido de Ilsa) no podía deparar sino uno de los grandes personajes del actor. Koch y los Epstein dieron el toque final con el final en el aeropuerto.

A lo que se suma el sinuoso Renault, que se asocia a Rick en su quijotada, pero porta el uniforme de prefecto, determinante en el colaboracionismo. Como se analizó en los años siguientes, sin el aporte de la policía francesa, los nazis no podrían haber encarado su política de deportaciones. El Renault de Rains (acaso uno de los grandes actores de reparto del Hollywood clásico) se permite vivir de las apuestas ilegales en el Café de Rick y cobrar incluso después de ordenar la clausura por juego ilegal, la excusa para cumplir con los oficiales nazis que le piden el cierre tras el desaire de La Marsellesa (una escena en la que el himno francés fue cantado por exiliados).

La guerra seguía su rumbo cuando se estrenó la película y el final de la contienda era incierto. De hecho, el estreno comercial de 1943 casi coincidió con el desenlace de la batalla de Stalingrado, en febrero, el momento de quiebre en el frente oriental. Estados Unidos ya no era neutral cuando se filmó la película (más aún: había impostado su neutralidad antes de Pearl Harbor con leyes que permitían financiar a Gran Bretaña y prohibían la asistencia a Alemania) y el plano final con el himno francés asomaba como un mensaje de apoyo, en un film en el que, claramente, y como no podía ser de otro modo, los nazis eran los malos. Aún no se conocían los horrores de Auschwitz y Treblinka, pero la toma de posición era innegable.

No muchos años más tarde, un Bogart con veleidades dignas de Rick puso la cara en apoyo de directores, actores y guionistas perseguidos por el macartismo desde 1947. Con Bacall y otros se plantó contra la lista negra.

El anverso de los Epstein

Para entonces había vuelto de la guerra un joven neoyorquino con stress postraumático, después de estar en combate casi en forma continua con su unidad, con la que desembarcó el Día D, y que además vio el infierno de Dachau apenas liberado. Aspirante a escritor, vendió los derechos de su cuento “El tío Wiggily en Connecticut”, que Mark Robson dirigió bajo el título Mi loco corazón. Estrenada en 1949, el libreto fue de los hermanos Epstein.

El joven escritor era Jerome David Salinger, que para entonces ya escribía su obra más famosa, El guardián entre el centeno. La experiencia en Hollywood fue tan mala para él que prácticamente impidió cualquier adaptación futura de sus textos. En Salinger se cifra el anverso del guión más famoso del siglo XX. Como contaría la hija de uno de los Epstein décadas más tarde: “América y tal vez el mundo entero tienen una deuda enorme con mi padre y con mi tío, pero lo más grande que le deben, o lo más grande junto a Casablanca, es que evitaron una adaptación al cine de El guardián entre el centeno”.

Elogio del recuerdo

Casablanca sobrevive como un relato ágil y clásico. Pero su potencia se realza más cuando se tiene en cuenta que se desarrolla en una guerra sin resolución en la vida real al momento del estreno. La experiencia del espectador se modificó a partir de 1945.

Guillermo Cabrera Infante lo entendió muy bien en su reseña de 1956. El escritor cubano lo escribió así: "¿Es esa cinta obsoleta, distante, casi ridícula y seguramente falsa la que uno recordaba con amor? ¿Es la petulante parte de Claude Rains el rol de caballero-bajo-un-cínico que guardábamos en la memoria? ¿Y Humphrey Bogart, no es una caricatura de lo que pretende ser, con su labio inmóvil, sus respuestas lacónicas y su absurda valentía existencialista? ¿Y Paul Henreid no está ridículo como el héroe de la Resistencia que le obligan a ser, quien en vez de conspirar bajo tierra y mantenerse oculto se dedica a dirigir La Marsellesa frente a los alemanes, como un risible aprendiz de Stokowski? ¿Y Conrad Veidt, con su acento alemán verdadero convertido en postizo por lo falso del rol de estúpido caballero prusiano? A las preguntas del cronista, puede preguntar el lector: '¿Y entonces los cuatro puntos, la señal de excelencia, a qué vienen?'. Son por el recuerdo".