Por Adriana Musumeci
– Escuche lo que le voy a contar. ¿Usted sabe sobre aquellas mujeres valientes, decididas, nobles, que buscaron a sus hijos desaparecidos...
- Algo me enteré. Supe que se hizo costumbre que los políticos gobernaran alternativamente con los militares… Y que eso trajo problemas jodidos… Hasta ahí sé.
- Y bueno… usted sabe que los milicos se las traen peor que ninguno… Además vienen pocas dudas pero con fusiles y cañones, ¡Imagínese!
- ¡Quien les va a decir que no!
- Así fue que se quedaban gobernando por la fuerza… Porque nadie los votaba, pero tenían las armas y hacían lo que querían.
- ¿Todo fue pasando como si nada, no?
- Hasta que empezaron a aparecer algunos jóvenes que no querían ser como un rebaño. Empezaron a querer otras cosas, otras ideas, vivir de otra forma. Y los enfrentaron con todo, amigo.
- ¡A la mierda!
- Era cosa de fierro contra fierro y tiro contra tiro… Y ni un paso atrás.
- ¡Me imagino que fue un quilombo! De eso me contaron… Pero me perdí con lo de los desaparecidos.
-Mire: la última vuelta se pasaron de la raya. Con la anuencia que muchos políticos los milicos, con muchas más armas y poder, empezaron a perseguirlos… Uno de los que mas mandaba pronunció la palabra ‘aniquilar’ y allá salieron los milicos y algunos civiles que le hacían el juego…
- Y… ¿qué pasó?
- Empezaron a allanar las casas de los rebeldes, a detenerlos y llevarlos a prisiones donde los sometían a daños y torturas de todo tipo y los mataban o los hacían desaparecer… para que nadie más supiera de su existencia.
- ¿Desaparecer?
- Si. El asunto es que los milicos nunca les entregaron los cadáveres a sus madres…
- Ahora entiendo mejor… Los que se rebelaron y enfrentaron a los milicos… ¡terminaron siendo los desaparecidos!
- Así es amigo… Fue como un lapsus en esta historia de la patria… Sangriento y cruel… Pero ése es otro cuento, una cuestión indiscutida
-Compañero, usted dirá ‘indiscutida’.
-No, digo indiscutida porque todavía no se discutió, nunca supimos quienes fueron todos los milicos y todos los políticos que ayudaron a los milicos para hacerlos desparecer…
-¿Qué? ¿No se sabe quien dio la orden?
- No quieren que se sepa… ¡Hasta presidentes “constitucionales” y ministros están sospechados! Lo que sí se sabe es que uno dio la orden de exterminar a los rebeldes y los demás firmaron los papeles y la ejecutaron al pie de la letra…
- Es como para asustarse… Si lo hicieron una vez…
-Hace bien en asustarse. En aquel momento la gente se asustó no sabe cómo. Pero, le dije que ése es otro cuento. ¿Me va a prestar atención?
-Siga, siga, soy todo oídos.
-Las madres de las mujeres y los hombres rebeldes, resistentes las pobres, el otro día fueron recibidas por el mandamás del momento, por el actual Presidente.
- Y… ¿Qué pasó?
- El Presidente les dio unos edificios en los que se van a juntar todos los recuerdos, los pocos y sangrientos que quedaron de aquellos rebeldes que ya hace casi treinta años no están…
- Y eso… ¿no está bien?
- No sé, me dio mala espina ver a las que lucharon contra la violencia de los políticos y los milicos… ahora estén en los actos oficiales, recibiendo casas y dinero…
- Y bueno… ¡abran superado su dolor!
- Un acto oficial… Nunca antes habían estado estas mujeres en actos oficiales, más bien se las veía en plazas, en las calles, allí donde deben estar los lugares de la lucha.
- Me está haciendo preocupar.
- Mire, la verdad no querría que una cosa así sucediese…
- ¿Tiene miedo que se llegue al olvido? Digo… ¿a olvidar por qué lucharon aquellos rebeldes?
- Y… Si poco a poco los actos y los favores oficiales terminan con las marchas que esas valientes mujeres hicieran en los años de peligro… ¡Vaya uno a saber!
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