Tolerancia a la frustración por Guillermo Rivelis

Carlos Riedel17 septiembre, 2021

La vida, necesariamente, nos presenta limitaciones, obstáculos, problemas para la consecución de nuestras metas.

No me refiero en estas líneas a la consecución de lo que es imprescindible (como la alimentación) para vivir.

Me refiero a metas que pueden alcanzarse o no, pero que en caso de no alcanzarse no ponen en juego la supervivencia.

Frustración es tanto el hecho de la no consecución de una meta como el conjunto de sentimientos que tienen lugar en una persona a la que eso le ocurre.

Hay niveles de "tolerancia a la frustración".

Un excesivamente alto nivel de tolerancia a la frustración conduce a una persona a la aceptación de la pérdida del objetivo sin buscar maneras de resolver los inconvenientes que obstaculizan lograrlo.

La reiteración continua de tal actitud constituye un problema psíquico, dado que plantea una vida resignada y, en cierta medida, signada de apatía.

Un bajo nivel de tolerancia a la frustración hace que se sobredimensione la pérdida del objetivo y que tengan lugar sentimientos exagerados de tristeza, ira, decepción y actitudes consecuentes a tales estados de ánimo.

También, la reiteración continua de situaciones de esa índole constituye un problema psíquico.

Un adecuado nivel de tolerancia a la frustración es lo necesario para aceptar el inconveniente planteado y cambiar de meta o reformularla, intentando hacer los ajustes de propósitos y de estrategias necesarios.

La baja tolerancia a la frustración tiene, básicamente, dos modalidades de interpretar el no logro de la meta.

Una, es el autorreproche. Culparse a sí mismo de lo sucedido. En ocasiones, con una desmesurada crueldad hacia la propia persona. Esta modalidad de autorreproche tiene una contracara que es la fantasía de omnipotencia. Podría ser expresada de la siguiente manera: "Yo debería poder todo. Si no puedo todo, no sirvo".

La otra modalidad es culpar a otro. El "otro" puede ser el "destino", algo sobrenatural, mi "mala suerte" o una otra o unas otras personas.
En el último caso, esa persona o esas personas ha/n conspirado contra mí, ha/n defeccionado, se ha/n evidenciado como portadores de malas intenciones o como incapaces.

Predominan, entonces, la ira, el encono y pueden llevarse a cabo acciones que transforman en grave una situación que en principio no lo era o agravan lo que no era tan grave.