No tengo idea del criterio político del enfermero muy joven que, con firmeza, suavidad y profunda ternura, sostuvo mi cara en el Hospital de Gualeguaychú cuando a los veintitrés años tuve un accidente muy grave en la ruta, entonces de ripio.
No tengo idea del criterio político del mozo, también joven, de un bodegón cuando en un mediodía del año 1979, en plena dictadura, levantó mi ánimo alicaído cuando después de almorzar me dijo, como entendiendo y con gesto empático, "¿ahora un cafecito?".
No tengo idea del criterio político del señor de enfrente, grande de edad, en febrero de 1990, cuando de Buenos Aires nos mudamos a Zárate, y se cruzó para decirme que ese día había que estacionar el auto de la otra mano (así era entonces en Zárate, derecha o izquierda de la calle según el día).
No tengo idea del criterio político de los trabajadores de la salud que, durante la pandemia, pusieron en juego sus vidas para salvar las de otras personas de las cuales no tenían idea de sus criterios políticos.
No tengo idea del criterio político de las personas que se conmueven afectivamente con cosas muy difíciles que como sociedad estamos viviendo.
No tengo idea del criterio político de estas y otras tantas personas.
Pero, puedo inferir sus valores así como puedo inferir que si nos abriéramos y dialogáramos acerca de nuestros criterios políticos, los suyos serían muy cercanos a los que amo.


