"Niños, adolescentes, escuela, educación..." por Guillermo Rivelis

Carlos Riedel6 diciembre, 2022

Mucho se escucha y se lee en redes, medios, conversaciones espontáneas que la escuela debe dedicarse a "enseñar" y que "educar" es una función de la "casa", de la familia.

Leemos en la definición de "educación":

1.- Formación destinada a desarrollar la capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen.

2.- Transmisión de conocimientos a una persona para que esta adquiera una determinada formación.

Imaginemos una situación que consiste en que una maestra está enseñando un tema (regla de tres simple, por ejemplo).

Mientras ello ocurre, dos niños comienzan a discutir airadamente, a gritarse, a ser verbalmente violentos.

¿Qué imaginamos que haría la maestra?:

a) Se desentendería de la acción de esos dos niños y continuaría enseñando la regla de tres simple.

b) Por algún medio (persuasivo, amenazante) haría que esos dos niños se callaran para seguir enseñando la regla de tres simple.

c) Interrumpiría la enseñanza, trataría de calmar a los dos niños e intentaría explicarles a ellos y a los otros que los conflictos no se solucionan de manera violenta sino mediante el diálogo.

Entiendo que la mayoría suponemos que la tercera sería la actitud de la maestra que, por lo tanto, estaría "educando".

Un gran problema es el problema (redundancia adrede) que tienen los docentes argentinos a la hora de dar ejemplos para ilustrar y fortalecer el acto educativo.

Nuestra imaginada maestra podría decir, por ejemplo: "Niños siempre hay conflictos, diferencias de objetivos y de opiniones. Pero todo eso se resuelve sin violencia, dialogando, escuchando a la otra persona. Ustedes NO TIENEN QUE HACER como vieron hacer días pasados a Diputados Nacionales que se gritaban, se insultaban, hacían ruidos con las mesas, gesticulaban obscenamente (uno de ellos, al menos)".

Un gran lío.

Quienes debieran ser el ejemplo son el contraejemplo.

Los niños y adolescentes no vieron a San Martín cruzar los Andes.

Creen en lo que les dicen sus docentes y en lo que señalan las fuentes que consultan.

Es muy grave socialmente el problema cuando la credibilidad se ha perdido, como en muy buena medida ocurre hoy en día.

No saber quién dice la verdad.

Si es que alguien la dice.

Y ese problema de gravedad social necesariamente se traslada al ámbito educativo.

El descreimiento no es lo mismo que la actitud crítica.

La actitud crítica es activa, es positiva, busca conocer.

El descreimiento conduce a la pasividad, a la indiferencia, a la apatía.

Mientras discursivamente se formulan intenciones de "favorecer el pensamiento crítico" en niños y adolescentes, en la realidad, dado el funcionamiento social, especialmente de los dirigentes de distintos ámbitos y niveles, se favorece la decepción y el descreimiento.

Podría decirse que, en el mejor de los casos, el enojo.

Jamás tenemos que renunciar a educar.

Familias y docentes tendremos que asumir la actitud comprometida y valiente de decirles a los niños y adolescentes, en las casas y en las escuelas, que así como hacen la mayoría de los dirigentes de distintas áreas y pertenencias, ASÍ NO DEBE SER.