MIS ÚLTIMOS TRES MESES por Guillermo Rivelis

Federico Doello30 noviembre, 2024

MIS ÚLTIMOS TRES MESES

Mis últimos tres meses transcurrieron en la Residencia Olimpia perteneciente al grupo Montalto.

Literalmente, en esa residencia me salvaron la vida.

Después de una muy comprometida y bien realizada operación en la Clínica del Carmen, en Zárate.

Me salvaron la vida articulando cientificidad seria de parte de médicos y enfermeros, con calidez, comprensión, acercamiento humano.

Directores abiertos a la comprensión de los problemas y a la dificultad de quién sufre y a la dificultad de quién acompaña a quien sufre.

Coordinadores y asistentes que realizan su trabajo con entrega, entusiasmo y fervor.

Con entrega y conciencia de la importancia del apretón de manos y de la mano que ayuda a incorporarse.

Se me abre una vida llena de preguntas e interrogantes. Una vida que ha conocido la inestabilidad y la vulnerabilidad.

Personas que cocinan y quienes realizan la limpieza del lugar contribuyen a que los objetivos planteados se presenten como posibles y a ofrecer, en tal sentido, lo mejor de sí mismos.

Acá comprendí que la vida a los setenta y tres años sigue.

Y sigue proponiendo novedades y nuevos aprendizajes.

Ahí estamos parados mi esposa y yo.

Que después de habitar treinta y cinco años una casa y habiendo hecho mucho para hacerla más confortable y para embellecerla, ocuparemos desde mañana un departamento que alquilamos, con la magia inefable de estar cerca de nuestros hijos y nietos.

Día a día iremos desarrollando y viviendo la vida.

Estamos atravesando en nuestro país (y, tal vez, en gran parte del mundo) una dolorosa constante caracterizada por la violencia.

En las grandes esferas políticas, geopolíticas, económicas y culturales como en las esferas cotidianas donde la mayoría de nosotros desplegamos la vida, la realidad impone un impresionante nivel de violencia.

Disputas en las cámaras del congreso de la Nación, expresiones del Presidente, ferocidad en los precios de los productos de primera necesidad, personas viviendo en la calle, enfrentamientos en la salida de “boliches”, peleas a muerte porque un automovilista rayó el auto de otro, entre tantísimas y desconsoladoras otras cosas.

Las cámaras de todo tipo reflejan y amplifican tales situaciones.

No muestran, en cambio, acciones conjuntas, solidarias, coordinadas entre varios que apuntan al bienestar, la recuperación y la dignificación de la vida de otros seres humanos.

Tuve el privilegio de vivir durante tres meses una experiencia de ese tipo.

Conocí cuestiones y acciones que no conocía, descubrí procedimientos y ofrendas que no había recibido, fui beneficiado con un aliento y empujón de vida que me conducen entusiastamente a lo nuevo.

Sé que esta nota no compensa la ausencia de estas maravillas humanas en las pantallas.

Pero estas maravillas humanas existen y, tal vez, mucho más cerca de lo que suponemos.

Por eso hoy, más allá del alcance que pueda tener, quiero decir esto.