Llegaremos a tiempo por Guillermo Rivelis

Carlos Riedel4 mayo, 2021

LLEGAREMOS A TIEMPO
"(...)
Si robaran el mapa
del país de los sueños
siempre queda el camino
que te late por dentro.
Si te caes, te levantas
si te arrimas te espero.
Llegaremos a tiempo.
Llegaremos a tiempo.
(...)
Tengo miedo
que se rompa la esperanza
que la libertad
se quede sin alas.
Tengo miedo
que haya un día sin mañana
Tengo miedo
que el miedo te eche un pulso
y pueda más.
No te sientes a esperar.
Sólo pueden contigo
si te acabas rindiendo
si disparan por fuera
y te matan por dentro.
Llegarás cuando vengas
más allá del intento.
Llegaremos a tiempo.
Llegaremos a tiempo."

(Llegaremos a tiempo, Rosana Arbelo)

Tenemos miedo. Sentimos coartada la libertad. Nos preguntamos si habrá mañana. Muy a menudo no encontramos el rumbo y nos cuesta construir el camino. Nos suele ganar el desgano y sólo tenemos ganas de sentarnos a esperar no sabemos qué y… rendirnos. Nos llega la muerte de seres queridos, de conocidos, de compañeros de trabajo, de vecinos. Y la enfermedad por contagio de muchos más.

Planteé en el artículo anterior, que el virus no es un "enemigo". Es un virus. No tiene intencionalidad. Nos daña por sus características, como daña un volcán en erupción. Y nos produce las emociones y sentimientos que mencioné y, seguramente, muchos más.

Si me circunscribo a lo que está sucediendo en la República Argentina, entiendo que tales y otros sentimientos y emociones están incrementados por motivos generados por personas. En las personas sí hay intencionalidad; consciente o inconsciente, pero la hay.

En principio, muchos padecemos, no sin razones, de una importante sensación de desprotección por el funcionamiento, cuanto menos, contradictorio, arbitrario, poco fundamentado, de los tres Poderes del Estado (incluyo en lo que respecta a lo político a los oficialismos y oposiciones de la Nación y de las distintas jurisdicciones). Medidas, por ejemplo, tendientes a incrementar el cuidado no se condicen con la manera en que tienen que viajar millones de personas para ir a trabajar.

Aumenta las sensaciones de alta inseguridad y de incomodidad el comportamiento desaprensivo de quienes participan de fiestas clandestinas y aglomeraciones que potencian la posibilidad de contagio de quienes participan y de quienes no participan (pero que necesariamente interactúan en sociedad con quienes sí lo hacen).

Ante tal panorama, considero de suma importancia que quienes integramos la gran mayoría de habitantes del país (independientemente de la preferencia política de cada uno e incluidos los que se ven obligados a viajar en forma inadecuada) podamos reconocer esa cualidad de mayoría y que, por lo tanto, tenemos en nuestras manos el sostenimiento de la esperanza, la profundización de sueños de una Argentina y de un mundo mejores, del recorrido de caminos encaminados a encontrar la luz en una situación de oscuridad.

La valentía no consiste en no tener miedo, sino en hacer lo que es necesario hacer aunque tengamos miedo. De mantenernos interiormente vivos aun en medio de balaceras amenazantes. De entender que la libertad no es hacer lo que quiero cuando eso me pone en riesgo y pone en riesgo a otros, sino en ser conscientes de qué es lo más apropiado hacer y llevarlo a cabo.

No rendirse no es no rendirse ante el enemigo, sino no rendirse ante la adversidad. La adversidad que significa el virus, la adversidad generada por quienes pelean por cuestiones de poder (totalmente secundarias respecto al problema primordial que nos acosa) y la adversidad que suman quienes irresponsablemente desafían lo que no tiene sentido desafiar.

Muy probablemente, la solución a la pandemia esté dada por la masividad de la vacunación.

Cuando eso suceda, estaremos, lamentablemente, muy tristes porque muchas personas ya no podrán participar del festejo de la vida. Pero tenemos planteada una inmensa y conmovedora tarea como argentinos y como humanidad. Salvar todo lo más que podamos salvar. Es una tarea colectiva. Si obramos responsable, mancomunada y amorosamente, LLEGAREMOS A TIEMPO.