"La vida no se detuvo" por Guillermo Rivelis

Carlos Riedel14 julio, 2021

Guardo gratitud hacia Pablo, colega con el que mantenemos desde hace años un diálogo terapéutico. Me dijo esta frase a los pocos meses de iniciada la pandemia y me modificó la perspectiva. También me ayudó a modificar la perspectiva de las personas que atiendo.

Comprobamos, una vez más, que el cambio en una relación terapéutica de dos personas (el denominado "psicoterapeuta" y el denominado "paciente") es un constante ida y vuelta donde ambos aprenden y ambos cambian, aun cuando aprendan y cambien cosas distintas.

No hay posibilidad de cambio en el denominado paciente si no hay cambio en el denominado terapeuta.

En esta concepción, "cambio" significa una más amplia y rica manera de mirar y comprender, y luego de actuar.

Esa frase, "la vida no se detuvo", fue pensada y pronunciada por Pablo en un momento en el cual era muy frecuente escuchar que la vida se había detenido.

Estamos formados en una cultura del "despuesismo" (palabra que invento). Lo importante va a suceder "después". Algo tiene que dejar de ser para que podamos empezar a vivir tranquilos, ser felices, estar bien…

"Después de que se me vaya este dolor", "después de que fulano se recupere", "después de que nos mudemos", "después de que haya terminado de limpiar, ordenar y cocinar", "después de que me jubile"...

Parece que lo que puede hacerse viene después, que lo bueno viene después, que la vida está después.

Es un "después" aparentemente esperanzador, pero en realidad es una postergación de algo que tampoco pasará "después" porque "después" surgirá otro asunto del que diremos "después de que…"

El aplazamiento de la felicidad es indefinido y sólo nos quedaría el consuelo de la vida después de la muerte, cosa de la que nadie está seguro pero que todos tenemos la posibilidad y el derecho de pensar y sentir con convicción. Claro que lo interesante sería que esa convicción no fuera un consuelo, sino una alegría. Ocurre que para ello tenemos que aprender y vivenciar la alegría en vida.

Para aprender y vivenciar la alegría en vida no nos sirve la práctica del "despuesismo", porque la misma posterga indefinidamente la alegría.

Hace ya más de un año que decimos y escuchamos: "después de que se acabe la pandemia". No sabemos cómo será el fin de la pandemia. Y no sabemos qué forma tomará la nueva realidad cuando ello felizmente ocurra.

Excluyo de mi planteo a un número tremendo, que se acerca a ser la mitad de los argentinos (y he ahí la única y verdadera grieta) que no tienen las mínimas necesidades básicas resueltas y, por ello, no tienen motivo para la alegría. Es un número. Pero son personas. Si decimos x% decimos una persona, una persona, una persona… Estas personas, la mayoría de ellas, aunque la pandemia haya modificado los "números" ya padecía esta aberrante situación antes de la misma.

Sucesivos gobiernos se enrostran el problema unos a otros y la responsabilidad o la culpa (como cada uno quiera pensarlo) la tiene "el gran bonete". Años y años de ¿impericia?, ¿falta de voluntad política?, ¿insensibilidad?, ¿indiferencia?...la situación es la que es.
Por eso estas líneas están dirigidas a quienes estamos por encima de esa línea horizontal que tiene por debajo a las personas que no tienen las necesidades básicas satisfechas y por arriba a quienes sí.

La vida no se detuvo, la vida no es después de la pandemia. La vida es también ahora. Con la pandemia. Ni sin la pandemia ni contra la pandemia.

El virus es un virus. Tremendo, pero virus. No tiene intencionalidad. No tiene sentido declararlo enemigo y ponernos en pie de guerra. Porque no está localizado en ningún territorio ni detrás de una trinchera. Trabajar para respetar el protocolo, hisopar, vacunar no significa "pelear". Si intentamos hacerlo ocurrirá que nos pelearemos entre nosotros, como podemos ya observar en este país y en otros.

La vida no se detuvo. Lamentablemente se detuvo para las muchas, muchísimas personas que fallecieron. No para quienes estemos vivos aunque nos sintamos amenazados. No es la primera amenaza que atravesamos.

La vida es hoy así. Nos pone frente a esta dificilísima y dolorosísima experiencia.

Está en nosotros vivirla y ampliarla. Hacer lo más y mejor que podamos. Ahora. No después.

Tal vez, o seguramente, tengamos que postergar los festejos multitudinarios que ponen en riesgo a quienes asisten y a quienes no lo hacen. Esa es una postergación racional y no un uso del "despuesismo".

La vida nunca es predecible, nunca se desarrolla en el marco esperado. Las posibilidades de acción que tenemos al vivir no son ilimitadas.

La capacidad humana de imaginar es infinita, pero la de realizar es finita. He ahí una fuente de malestar existencial. Esto es así siempre. No sólo como consecuencia de la pandemia.

Las limitaciones que resultan de ella son muchas y muy duras.

También son muchas las posibilidades de ampliar y hacer si aceptamos que la vida es hoy. Y así.