"Imágenes" por Guillermo Rivelis

Carlos Riedel29 septiembre, 2022

De niño y adolescente, una imagen se me presentaba con frecuencia generándome estupefacción, temor, preocupación, tristeza.

Imaginaba un ser no terrestre, inteligente, que miraba desde algún lugar del Cosmos lo que ocurría en la Tierra entre los seres humanos.

Seres muy parecidos entre sí, habitantes de un mismo espacio, se enfrentaban en guerras y otras formas de violentas y lacerantes disputas.

Desde entonces, tengo una cierta aversión a intentar comprender las "razones" que pueden dar lugar a guerras y enfrentamientos sangrientos.

Supongo que si investigo los motivos de esas situaciones, tal vez, termine justificándolas.

Ingresar en la lógica interna de esas producciones humanas me haría perder -pienso- una perspectiva que considero más general y profunda.

Y que consiste en comprender que tales producciones son aberrantes, crueles, inútiles, inapropiadas, decepcionantes y contrarias a las mejores posibilidades humanas.

Hoy, es otra la imagen que por momentos me conmueve y consterna.

Un grupo de personas y un instrumento de juego.

Las personas disputan la posesión de ese instrumento de juego (que probablemente se rompa), se insultan, tironean, se lastiman, hasta que llega la hora de volver a sus casas.

El tiempo ha transcurrido sin que hayan organizado un juego que los divierta, los alegre, y los acerque humanamente.

Un juego que configure un encuentro entre personas.

¿No estamos haciendo esto con y en el mundo?

¿No nos estamos comportando como esos potenciales jugadores, que no se constituyen como tales, consumiendo lastimosamente nuestro tiempo al emplearlo en tironear del espacio terrestre -que a pasos agigantados se va deteriorando- y de los vínculos entre personas, sectores, naciones, regiones?

Todos podemos hacernos la representación mental de una casa habitada por cinco (por ejemplo) personas que configuran una familia.

Y podemos representarnos mentalmente el caos destructivo que tendría lugar si cada uno de los miembros de la familia disputara con los otros los espacios de la casa.

El ámbito destinado a constituirse en hogar se transformaría en campo de batalla.

Así consumen su vida sus habitantes.

La casa comenzará a romperse.

Y la familia a desmoronarse.

En la comparación, la casa significa el mundo y sus espacios.

Sus cinco habitantes, la inmensísima cantidad de personas que lo pueblan.

El lazo de matrimonio y los lazos de consanguinidad, la semejanza fundamental que tenemos los seres humanos por ser seres humanos y la alianza original para construir un mundo armónico, cálido, pacifico y bello.

Un mundo armónico no es un mundo sin conflictos.

Es un mundo que ubica los conflictos en un contexto de búsqueda de soluciones entre semejantes.

Trasladamos lo que observamos en el mundo y en el país y lo trasladamos en nuestra representación mental a esa casa para tomar verdadera dimensión de la destructividad de las maneras en que se dirimen los conflictos en el contexto de la lógica amigo - enemigo.

Si hay enemigos, no hay amigos.

Lo que parece amistad es agrupamiento defensivo - atacante. Agrupamiento que, necesario o no, es distinto que la amistad.

Dura lo que dura la existencia del enemigo.

Si el enemigo desaparece (porque el objetivo es su aniquilación) la enemistad, la agresividad, el odio recae sobre el interior del propio agrupamiento, que se había confundido con amistad.

Se trata de afirmar posiciones, de fundamentarlas e intentar mostrarlas con convicción intentando que otros las comprendan.

Se trata de asumir que esos otros con quienes estoy en conflicto son mis semejantes.

Y… claro.

Es necesario que yo (nosotros) escuche (escuchemos) tratando de entender las posturas fundamentadas de otros.

Y que los otros escuchen tratando de entender las mías (nuestras).

Para poder ir encontrando maneras pacíficas de compartir los espacios por medio de alianzas prósperas, que necesariamente implicarán que todos cedamos algo.

Para no escalar simétricamente en la disputa tironeando de los espacios que en algún momento se romperán.

Para no olvidar que el mundo es uno.

Entero o roto, el mismo para todos.