"El líder positivo", un cuento y un homenaje para un grande de verdad por Diego Paolinelli

Carlos Riedel18 febrero, 2023

Me acuerdo, como si fuera hoy, era el invierno del 1978, yo con once años había encontrado en el basquetbol el juego que me daba un lugar de pertenencia grupal y además descubría algo que me gustaba hacer con pasión. Por eso mi padre me llevaba a ver la final del Provincial Inter Colegial, que se jugaba en nuestra Ciudad.

Vos eras el capitán del equipo del Industrial de Zárate, tal vez no eras el jugador más vistoso, pero si, eras la suma de talento y garra. La cancha del club Independiente estaba llena, y vos que conocías hasta el último rincón de ese lugar que había sido tu segunda casa desde chico, no hacía más que darte la confianza necesaria para llevar a ese grupo de muchachos a derrotar al poderoso equipo de Junín en la final.

Te veo con tu camiseta negra con el número diez grandote en color rojo, abrazando a todos, envuelto en tu gran sonrisa. Al mes siguiente, fueron a jugar el Campeonato Nacional, que ese año se jugó en Córdoba y era la primera vez que un colegio local llegaba a esa competencia.

Recuerdo ir a esperar al equipo que salió Campeón ahí, de tu mano. Y verte levantar el trofeo cuando pasearon por el Centro de la Ciudad subidos al autobomba de los Bomberos Voluntarios. ¡Fue una fiesta!

Me acuerdo que pasaron solo un par de años y tuve la oportunidad de jugar contra vos. Que vinieras a desearme suerte antes de mi debut en primera división con solo catorce años fue emocionante. Sabias mi nombre, eso era muchísimo para mí.

Un chico de un club de barrio, que te había tomado como referente deportivo. Y lo mejor estuvo en la cancha, fuiste duro pero a la vez un caballero, me hiciste dar cuenta que para jugar con hombres, tenía que tener el talento y además la templanza para soportar el rigor del contacto físico. No había lugar para los débiles de carácter.

Me acuerdo también, que los años me llevaron a jugar a Independiente. Me recibiste como siempre, con una sonrisa. Con la alegría de saber que compartiríamos colores y el gusto por el juego, pero esta vez como compañeros.

Peleando por un lugar en el equipo, con un grupo de muchachos que solo se dedicaban al basquetbol, cuando vos ya con treinta habías tomado las riendas de tus proyectos y yo con veintitrés buscaba mi lugar en lo laboral. Fueron un Torneo Local y un Liga Nacional, donde aprendí a conocer a la persona además del jugador. Un tipo emprendedor, generoso, muy amigo de tus amigos. No sabías separar lo profesional de lo personal. Para vos, la amistad no se negociaba.

Me acuerdo aquel día que tocaste el timbre de mi casa. Ya habían pasado muchos años de nuestra experiencia como compañeros de equipo.

Viniste acompañado de otro gran tipo como Juan José (Bicho) Fumi. Me contaron que estaban armando un torneo local de veteranos (Maxi Basket) y que me querías nuevamente a tú lado.

Creo que nunca te dije que, invitarme a ese equipo formado por grandes tipos, de diferentes camadas, me sacó de un momento personal muy malo. Las decisiones profesionales que había tomado un año antes y el desastre que ocurrió en el país en 2001, me habían golpeado anímicamente.

Jugamos un torneo local y fuimos los primeros campeones. Luego continuamos jugando y vinieron los torneos de Mar del Plata, donde jugamos con gente de todo el país. Nuevamente tu generosidad se hizo presente. En nuestra primera experiencia en esos torneos sabiendo mi situación me invitaste a viajar juntos en tu auto con Juan José y el Negro Cano.

Recuerdo cada uno de nuestros viajes, pero ese maldito año en que armamos dos equipos, vos quedaste con los mayores de 45. Te vi bajar del auto y cruzar la Avenida Peralta Ramos, bailoteando sobre la senda peatonal entre risas y gritos, todos festejamos tu llegada al Torneo.

Almorzamos todos juntos, fuiste a acompañar al otro equipo y alentaste como siempre o como nunca…Después a la tarde, antes de salir del hotel para la cancha a disputar tu partido nos dijiste, “HOY DOY ESPECTACULO”. Y así fue, el primer cuarto te vi correr, que digo correr…volar sobre la cancha, como en esa Final del Inter Colegial del 78.

Salí del gimnasio para hacer una llamada y desde una ventana, seguía el partido que ya estaba en el segundo cuarto. Cuando de pronto veo uno de los nuestros que estaba en el banco de suplentes, caer al piso…eras Vos.

Tu cuerpo no soporto tanta energía y se te fue la vida.

Me acuerdo hoy, que te sigo viendo entre la gente de las calles de Zárate, en el rostro amigable de tu hijo Leo y en la entrada del Gimnasio del Club…que lleva tú nombre: OMAR OLGUIN. Porque dejaste una huella en los que te conocimos y tuvimos la suerte de compartir esa cancha con vos. A la que se me hace muy difícil entrar sin emocionarme, por tu inmenso recuerdo.