Escribí en "Construcción vocacional. ¿Carrera o camino?":
"El 'ser sujeto' tiene algo del orden de lo imprevisible. Somos sujetos porque podemos sorprender y sorprendernos. Porque podemos actuar de manera inesperada por otros. Porque no somos controlables. Porque tenemos la posibilidad de descubrir en cada acción algo nuevo en nosotros mismos, de asombrarnos con nuestras conductas y asombrar a otros y, recíprocamente, de asombrarnos por las conductas de otros.
Cuando un proceso de 'cosificación' llega a tal punto que puede anticiparse un importante caudal de las conductas humanas (...) cuando el ser humano es una pieza dirigible -condición a la cual se tiende sin necesidad de recurrir a los evidentes totalitarismos-, entonces la categoría 'sujeto' deja en la práctica de existir o, al menos, de pesar en la situación social.
(...)
La subjetividad planteada en este texto es entendida:
● en su componente social: como construcción histórica y social;
● en su componente esencial: como reservorio de humanidad, como mismidad, como espiritualidad (...), como disposición a ser social, como participación en la universalidad cósmica.
Dada esta definición de subjetividad, es posible pensar
● en situaciones sociales formadoras de personas con un componente social de subjetividad que tienda a favorecer el despliegue del componente esencial de subjetividad,
● y en otras, formadoras de personas con un componente social de subjetividad que tienda a aplastar, asfixiar, silenciar el componente esencial de subjetividad.
La subjetividad "es" cuando ambos componentes tienen espacio, son respetados, profundizados y pueden expresarse genuinamente. Cuando la subjetividad en su componente esencial es sofocada, la subjetividad toda queda sustituida por una máscara burda y los seres humanos parecen comportarse como autómatas.
Pero la subjetividad no es una mercancía. Es un don humano, característica y función definitoria de la especie. En su componente social ha tomado distintas modalidades en diferentes épocas y culturas, y lo que aquí denomino componente esencial ha sido nombrado de diferentes maneras en las construcciones explicativas y comprensivas que la humanidad ha generado". (Noveduc, Buenos Aires, 2007, p.p. 36 y 37).
El desconocimiento social, avasallamiento, intento (adrede o no) de eliminación de la subjetividad produce como consecuencia en las personas una especie de "no ser sujeto", de haber quedado cosificado, de pérdida de la posibilidad de decidir sobre la propia vida.
Esto ocurre en varias situaciones. Cuando alguien es forzado a trabajar excesivamente y sin reconocimiento (obviamente, la esclavitud es el ejemplo paradigmático), cuando alguien es sistemáticamente no escuchado en sus necesidades, cuando otros toman decisiones sobre la vida de una persona que no es consultada, cuando alguien es rotulado de tal o cual manera y es tratado como siendo eso sin que tenga la oportunidad de hacer otra cosa, entre tantos, tantos ejemplos.
En tales casos, y en otros, la subjetividad se resiste a ser eliminada. La necesidad de "ser sujeto" insiste.
Las formas resistenciales que adopta la subjetividad son diversas, es decir, se manifestarán de diversas maneras.
Una de esas formas son los estados afectivos penosos: tristeza, sensación de aislamiento, de soledad, de injusticia, enojo más bien indiscriminado, angustia generalizada y difusa, ansiedad, entre otros.
Otra de esas formas la constituyen los síntomas (corporales, mentales, conductuales). El síntoma (que supone un padecimiento) es una manera de decir "YO acá estoy. YO soy".
Otra forma, consiste en acciones transgresivas. No en el sentido de una transgresión creativa, sino de actos perjudiciales para la propia persona y para otros. Las conductas adictivas son un ejemplo de esto. Y también lo son los comportamientos delictivos.
Esta última afirmación no tiene el propósito de "justificar" las acciones delictivas ni de proponer que no deberían ser sancionadas. Intenta contribuir a la comprensión de un problema tan serio.
Es muy probable que una persona de cualquier edad que, a partir de situaciones reales, se sienta despojado de su "ser sujeto" vivencie de manera fantasiosa (sin ser necesariamente nítidamente consciente) que la acción delictiva le "devuelve" ese "ser sujeto". Para poner un lamentable ejemplo: si esa persona apunta a otra con un revólver, tal vez crea (erróneamente) que ahora ella es "sujeto" y la otra persona "objeto", "cosa". Podría tomar la forma de "ahora mando yo".
Las cuestiones humanas, en general, son pluricausales. No están determinadas por una, sino por más de una causa. Lo planteado en estas líneas, por lo tanto, no tiene la intención de ser presentado con valor absoluto ni explicativo de todas o la mayoría de las situaciones delictivas. Se trata de tener en cuenta una variable posible dentro de un tema tan complejo.
Otras dos formas puede adquirir la resistencia de la subjetividad.
La locura, vivenciada como un reducto, como un espacio en el que otros no pueden penetrar con el terrible costo de la pérdida de autonomía, entre muchas otras cosas.
El suicidio, desesperante manera de reservarse una posibilidad de decisión que significa en realidad la pérdida de toda futura decisión.
El título que encabeza estas líneas hace referencia a la "pérdida de subjetividad", no a la pérdida de "la" subjetividad. Esto es así porque se trata de pérdidas parciales, paulatinas a veces. Procesos en los cuales se ve dañada, deteriorada, sumamente disminuida la propiedad humana de "ser sujeto".
Estamos y estaremos, no sabemos hasta cuándo, en pandemia.
Esto implica muchas cosas vinculadas con el tema que intento desarrollar.
En principio, el virus. Sentimos que lo microscópico, pequeñísimo, nos amenaza. Es una amenaza de hecho. No la amenaza voluntaria que puede ejercer una persona. Frente a dicha amenaza, nos sentimos despojados de capacidad. Hay cosas que están en nuestras manos y que tienen que ver con el cuidado y la protección. Pero sabemos que no siempre por una falta obvia o adrede del cuidado se produce el contagio.
Vemos entonces seriamente disminuido nuestro poder sobre nosotros mismos.
En nuestro país (también en otros) tenemos un serio problema con la recepción de vacunas.
Escuchamos decir primero que a los veintiún días de la primera dosis recibiríamos la segunda.
Luego, y en especial para alguna vacuna, ese plazo se extendió a tres meses.
Ahora, cabe la posibilidad de que la segunda dosis de la vacuna Sputnik sea sustituida por otra.
Muy probablemente, estos cambios de criterio hayan sido y estén siendo minuciosamente estudiados científicamente.
Pero, para tomar una expresión "futbolera", nos cabe la posibilidad de sentir que "la vemos pasar" y que nuestra capacidad de "ser sujetos" queda a un costado.
No tenemos claro por qué no se cerró hace meses el contrato con el laboratorio productor de Pfizer.
Si todo esto es responsabilidad de nuestro gobierno, de poderes internacionales, de una combinación de éstos y tal vez otros factores es algo que tal vez se dilucide con el tiempo o no, pero que en la actualidad, sea como sea, nos hace sentir "a expensas de".
Asistimos como lejanos observadores a la confección de listas para las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO).
Nos enteramos de internas violentas, de cruces de acusaciones entre dirigentes de distintos frentes y partidos. Muchos no tenemos claro si se dirimen proyectos para una Argentina que pueda dejar de tener los indignantes y vergonzosos niveles de pobreza e indigencia que tiene o si se disputan espacios de poder. Los "niveles" mencionados son seres humanos.
Ante estas y otras situaciones, sentimos que la realidad, el mundo, el país, nos son ajenos. Nos emocionamos ante sucesos que nos recuerdan nuestra identidad, pero la sensación de ajenidad se vincula con sentir que no podemos influir.
Hay reacciones ante tal sensación que consisten, por ejemplo, en "fiestas clandestinas". Una manera, tal vez, de creer que se recupera la capacidad de decidir sobre uno mismo, de "ser sujeto". Pero, esta manera acarrea dos serios problemas: es auto - perjudicial y disminuye aún más la posibilidad de decisión de quienes, sin saberlo, pueden luego estar en contacto con quienes asistieron a tal evento.
Otras formas de falta de cuidados podrían tener similar explicación.
Los afectos penosos y los síntomas están a la orden del día. No podríamos no tenerlos. Es necesario que los tomemos con toda la calma que nos sea posible. Suelo decir: "angustiate, pero no te angusties por la angustia". Esto es que estamos lógicamente angustiados, pero es necesario que no nos enojemos con nosotros mismos por estar angustiados, que no pensemos que estamos "sintiendo" mal y que no deberíamos estar así, que no pretendamos desprendernos expeditivamente de la angustia como si fuera una uña encarnada.
Seamos comprensivos con nosotros mismos y con las personas con las que interactuamos.
Tratemos de ver y definir cuáles son los lugares y momentos en los que sí podemos decidir.
Elaboremos proyectos (aunque nos parezcan pequeños) que puedan entusiasmarnos y que podamos concretar o ir comenzando a concretar en esta época tan difícil que nos tocó vivir.
Ejerzamos nuestra humana capacidad de "ser sujetos" en los espacios a los que tenemos acceso y que legítimamente nos pertenecen.
La posibilidad de "ser sujetos" no nos viene facilitada en el mundo que habitamos mucho antes de la pandemia y que otros habitaron antes que nosotros. Porque las sociedades justas, igualitarias en oportunidades y derechos concretos (no sólo legislados), equitativas, favorecedoras del desarrollo de subjetividad no son cosa ni del pasado ni del presente. Sería saludable, próspero y fértil que fueran construcciones del futuro.