Pocos días atrás Pablo tuvo la suerte de invitar a su programa de Radio a un reconocido músico y profesor de guitarra de la ciudad. Siempre había apreciado su arte y cordialmente se saludaban cuando se cruzaban por la calle, pero poco conocían de sus historias.
Dentro de la idea de la emisión, iniciarían con un par de canciones de THE BEATLES, para luego dar paso a una entrevista personal y luego cerrar la noche con dos canciones del repertorio nuevo del invitado, que había grabado en un estudio profesional pocas semanas atrás.
Las canciones, tanto las versiones como las propias estuvieron a la altura habitual del interprete, en formato acústico junto a un colega.
Dentro de la entrevista y ante la solicitud de Pablo, el homenajeado, contó cómo llegó a sus manos la primera guitarra que lo introdujo en la música.
En su relato entró en el detalle que su tía, para un día del Niño, les había llevado sendos regalos a él y a su hermano. Cuando rompió el papel descubrió una pequeña guitarra de juguete con cuerdas y todo. Al rasgar los primeros acordes se sintió un rockero y jugó hasta el hartazgo con el presente.
Años después recibió una guitarra criolla comprada por sus padres, con la que aprender a tocar con un profesor. El músico continuó contando que el regalo que recibió su hermano fue algo más preciado, para los niños criados en la década del ´70, un camión “DURAVIT”.
Y Pablo remató esa parte, con la frase que identificaba la marca en sus comerciales de la época: “El juguete eterno”.
Ya fuera del aire, el conductor compartiendo un café con el invitado, le contó que él también a esa edad (8 o 9 años), había recibido un camión de la marca, sería por eso que nunca aprendió a tocar ningún instrumento y esbozo una gran risotada.
Cuando Pablo regresó a su casa, subió a la habitación que utiliza para el descanso viendo series, partidos o solo escuchar música con su compañera.
Fue en búsqueda del único objeto lúdico que mantuvo desde su niñez hasta la fecha y que hace años era parte de la decoración de ese espacio. Se acercó a la repisa que sobresalía de la pared, sobre el extremo izquierdo del televisor.
Lo tomó entre sus manos ya adultas, pero que al revisarlo en detalle lo volvieron a su infancia, se imaginó el esfuerzo que habrían hecho sus Padres para comprar esa belleza de la ingeniería e industria Nacional.
Una réplica exacta y a escala de un camión volcador como los que veía pasar hacía las obras en construcción de su barrio. Aún mantenía el brillo en la pintura de color rojizo, las ruedas negras con llantas blancas, con duales en el tren trasero para soportar la carga. Y una pequeña manivela sobre el costado del lado del chofer, con la que elevaría la caja trasera y así descargar el producto que transportaba abriendo el portón trasero.
Se vio en el patio de las casas de sus padres, colocando uno a uno los bloques de plástico, marca MIS LADRILLOS, porque nunca le gustaron los RASTY, y trasladarlos de un supuesto depósito hecho con cajas de cartón, hasta la obra donde intentaría construir algunos de los edificios que figuraban en la caja original de los ladrillos…sin suerte. También lo cargaba de arena, que le traía su abuelo, rescatada de alguna obra cercana.
¿Cuantas horas de labor incansable? se preguntó. Aun así, el juguete se mantenía casi en las condiciones originales luego de más de cuatro décadas después. Y agradeció el momento cuando su Madre, antes de regalar sus juguetes que ella conservaba en su casa, a niños del barrio, le preguntó si quería conservar alguno. Y ese camión volcador rojo, fue la única elección para preservar ese momento feliz de su historia y que exhibiría en su casa, hasta el final de sus días.
Entonces, antes de volverlo a su lugar de exposición, dijo: “DURAVIT….duran toda la vida”