Desestimación.
Falta de aprecio.
Desaire.
Desdén.
Menosprecio.
Indiferencia.
Falta de reconocimiento.
Aversión.
Negación y humillación del otro.
Imposible obviamente para mí pronunciar o escribir una palabra certera respecto de lo que hasta ahora es la desaparición de Loan Peña.
Desesperación es la palabra que creo que más se aproxima a lo que siento.
Pero hay algo que no puedo dejar de pensar y una y otra vez se me hace presente mortificando mi estado de ánimo y, supongo, que podría hacerlo con el de muchísimas personas.
Es la sensación de una cadena de desprecio a la vida.
De desprecio a la vida que crece.
Que se abre paso ante los obstáculos y dificultades con la potencia, precisamente, de la vida que crece.
Cadenas de desprecio que reúnen mórbidamente a personas muy simples y a otras muy encumbradas.
Opino que no podemos mantenernos al margen de esa tensión.
Tensión entre la vida que crece y el desprecio a la vida.
No estamos hechos de pura bondad los seres humanos.
Tampoco de pura maldad.
Cobijamos en nuestro interior esa situación de tensión.
Por eso cada acción humana entraña una decisión.
Qué parte de mí voy a tender a hacer aflorar.
Digo, en términos seguramente exagerados, que yo podría ser Hitler o podría ser Mozart.
Tengo en mi interior contenidos psíquicos que pueden dar lugar a una u otra cosa.
Más aún, a ser una persona en la línea de Hitler, sin necesariamente llegar a ese extremo.
Ser una persona en la línea de Mozart, sin necesariamente llegar a ese maravilloso extremo.
En definitiva, ser una persona que se entrega a sus tendencias destructivas.
O ser una persona que intenta entregarse a sus tendencias constructivas.
Esto es cotidiano.
Es todos los días.
Es lo que me propongo cada mañana cuando me levanto.
Observamos el desprecio a la vida en muchas, demasiadas ocasiones.
Por ejemplo, en enfrentamientos que se multiplican entre las personas.
Insertas es una especie de cultura del desprecio.
El estupor ante la desaparición de un niño pequeño no debe confundirnos pensando que se trata de “un caso”.
Por supuesto que es un caso, una situación específica, aberrante y, reitero, desesperante.
Pero no aislada.
Se enmarca en un desprecio a la vida que se manifiesta de esta y de múltiples otras maneras.
Tal vez, algunas de esas maneras estén al alcance de nuestras manos.
Tal vez, es importante lo que tenemos que revisar cada uno interiormente para poder inclinarnos claramente hacia el aprecio, el reconocimiento, el valor de la vida.
Mientras tanto, reitero, sin poder pronunciar ni escribir una sola palabra que tienda a explicar lo sucedido, y sin saber en absoluto qué es lo ocurrido y lo que ocurrirá, el sentimiento desesperante permanece, se profundiza con el correr de las horas y la sensación de desprecio a la vida y, en especial, a la vida que crece se consolida de manera tremendamente dolorosa.