Los centenares de islas y los arroyos estrechos y serpenteantes que conforman el Delta han servido de refugio para fugitivos de la ley o para quienes vivían al margen de ella: gavillas de cuatreros, bandoleros y desertores de las tropas conformaron la nómina de sus pobladores ocultos y marginales.
A finales del siglo XVIII nos encontramos con uno de los testimonios que confirma lo dicho. Cuando la isla Martín García oficiaba de presidio varios detenidos escaparon de allí y ganaron las islas cercanas donde se ocultaron.
En una comunicación oficial efectuada por el comandante del Puerto de las Conchas (Tigre) al comandante de los partidos de Entre Ríos, en agosto de 1791, se daba a conocer lo siguiente: “que según le ha anoticiado uno de los patrones que navegan a ese Partido, se halla en el Arroyo Ibicuy la canoa en que fugaron varios presidiarios de la isla Martín García por mayo o junio últimos, lo que comunico a Vuestra Merced a fin que los haga recoger y cuide de hacerla traer de la misma isla a este puerto”.
Durante las guerras internas e internacionales que atravesaron la región rioplatense, los ríos de su cuenca inferior se convirtieron en lugares inseguros debido a las acciones de corsarios y de piratas. H. M. Brackenridge, que integró la misión que el presidente estadounidense Monroe envió al Río de la Plata durante los años 1817 y 1818, observó que “los barcos americanos e ingleses que vienen a este rio, al presente están expuestos al serio inconveniente de la deserción de sus tripulantes para incorporarse a los corsarios, lo que es tan perjudicial para el comercio”.
Durante la guerra con Brasil, el naturalista francés Alcide D´Orbigny fue testigo de las acciones de un grupo corsario, lo cual dejó plasmado en su relato de la siguiente manera: “Me impresionó al llegar (San Nicolás) el gran número de navíos que encontré; pero no tardé en informarme que, por prudencia, se reunían para formar un convoy y defenderse mutuamente de los piratas, los cuales, con patentes dobles del Brasil y Buenos Aires, hacían alternativamente de corsarios de las dos naciones. Numerosos robos y navíos apresados motivaron esos temores.
Asimismo, durante la década de 1840 han sido bien conocidas las acciones de corso en los ríos Paraná y Uruguay que llevaron adelante el italiano Giusseppe Garibaldi y sus legionarios al servicio del gobierno de Montevideo. Muchos de ellos eran marinos de origen genovés, súbdidos sardos que habitaban en la región rioplatense.
De ese tiempo procede otro de los relatos. William Mac Cann en su libro “Viaje a caballo por las provincias argentinas” relata su azarosa travesía desde Gualeguay hasta Buenos Aires debiendo atravesar las islas del Delta a finales de 1847 diciendo: “Se me ofrecía una, por agua, hasta algún punto cercano de la provincia de Buenos Aires; para seguir la otra ruta tenía que procurarme un baqueano y atravesar todos los arroyos, islas y ríos, que nos separaban de la costa del Paraná, frente al Tonelero, lugar donde podían cruzar el río en una balsa. El viaje por agua aparecía más largo pero seguro mientras que el otro camino se presentaba no sólo como muy peligroso, sino como irrealizable ya que uno de los riesgos a que me exponía era el de ser atacado por los desertores, que infestan ese distrito y roban siempre que se les presenta la oportunidad. Pocos días antes, una banda compuesta por siete de ellos, había sido apresada y todos ejecutados de inmediato.”
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(*) Licenciado en Historia e Historiador. La historia compartida es un fragmento extraído de su libro El Delta del Paraná. Territorio, población, producción, prácticas sociales y gobierno en una región de frontera (1750-1870) . Contacto: serrob2009@hotmail.com