Por Lic.Luciana Fernández Blanco*... El primer compás despabila el aire. De vereda a vereda, familias de banderines alargan filas. Noche de carnaval en mi ciudad; mi barrio; mi calle San Lorenzo, la que me entrega el mundo a cada paso.
Parece mentira, pero no: en Villa Florida los corsos revivieron su inquietud, su nostalgia y nos invitaron a jugar su juego. Eso es el carnaval, después de todo; un revoltoso que echa a rodar la moneda para probar su buena suerte.
La batucada explota, nos sorprende ajenos y en uno de sus giros nos confiesa al oído algo grandioso: “te ganaste el permiso de sacudir – nos dice - de transformar algo adentro, de mirar y de ser visto."
De eso se trata el carnaval, creo.
De levantar en andas la suerte de estar vivos
De marcar territorio y abrazar la comunión.
De aplastar la inercia sin culpa, como quien pisa un cigarrillo que ya quemó su destino.
Febrero, su fiebre y sus destellos. Esas ganas de escurrir las horas. Un fulgor; un gol de cabeza; un estallido que abandona su pausa. Derroche de plumas; cartel de neón recordándonos que la vida puede tener reglas nuevas.
Eso es el carnaval después de todo: cuerpos que vibran; bullicio; movimiento. Una estampida de color que nos tapa la boca o que nos la deja entreabierta.
No importa cuánto gris nos invada antes y después de su círculo; el ritual persistirá siempre en su manía de prestarnos ojos nuevos; cientos, miles de cristales encendidos.
Pero eso sí, también hay que decirlo: aunque, como corea la canción, el “carnaval es toda la vida”, no es todo el año. Se sabe que siempre tuvo un corazón viajero, así que cuando menos lo esperás, ya empacó sus gigantes. Y ahí viene su: “chau, me fui como vine. Me escapo a dormir la siesta que merezco después de tanto meneo.”
Lo bueno es que la despedida no es su fin; no es para tomársela en serio, porque meses más tarde, bien descansado, el carnaval prepara a lo grande su regreso y vuelve a soñar con bocanadas de espuma perfumando la brisa. Y una noche cualquiera de febrero te toca el hombro, así de nostálgico y de inquieto, y se le ocurre caer en tu ciudad, en tu barrio, en tu calle, la que te acerca al mundo; la que te lo entrega en brazos con ternura de madre, como a un recién nacido.
Gracias, carnaval, por la pausa, por el brillo y por inspirar estas palabras.
Felicitaciones a la Sociedad de Fomento de Villa Florida por organizar los corsos 2024.
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* http://@luciana.fernandez.blanco, docente. Autora de las novelas El ladrido de los ángeles y Yo sin vos, editorial Quipu, colección Zona Límite.