Ansiedad por Guillermo Rivelis

Carlos Riedel7 octubre, 2021

Ansiedad es un término que distintas teorías psicológicas definen con similitudes y diferencias.

Es, también, un término usado en la vida cotidiana con distintas acepciones. "Estoy ansioso", como "estoy nervioso". "Estoy ansioso", como "estoy inquieto". "Estoy ansioso", como "estoy esperando el día que…", o "estoy esperando que suceda que…".

En estas líneas, utilizaré la palabra "ansiedad" de acuerdo a la siguiente definición.

Ansiedad: respuesta emocional ante la sensación de amenaza a la integridad personal.

La "integridad personal" hace referencia a todo aquello que configura lo que yo considero mi identidad. Todo aquello que yo puedo pensar y decir de mí. Esto incluye lo que soy, lo que fui, mis vínculos, lo que tengo, lo que imagino poder ser.

Si mientras escribo estas líneas, entrara por la puerta de la habitación en la que estoy un león rugiendo, seguramente yo vería amenazada mi integridad. En ese caso, en términos totales porque supongo que el león podría destrozarme. Tendré, entonces, esa reacción emocional que es la ansiedad, probablemente bajo la forma del pánico. Tal vez transpire, tal vez quiera romper las rejas para salir por la ventana, tal vez me suba a la mesa o a la silla como desesperada medida de supuesta protección, tal vez pretenda enfrentar al león, tal vez grite, tal vez me quede paralizado.

Podría ocurrir que lo que entrara a esta habitación no fuera un león, sino una hormiguita por debajo de la puerta. Y que, como consecuencia de ello, yo tuviera una reacción de ansiedad similar a la que tendría en el caso en que hubiera entrado un león.

En la primera situación -la del león-, mi respuesta de ansiedad se explica por el objeto real (león) que amenaza mi integridad.

En la segunda situación -hormiguita- mi reacción no se explica por la amenaza a mi integridad que supone el objeto real (hormiga), sino por una significación particular y personal (probablemente inconsciente) que ese objeto contiene para mí, en mi historia de vida, en algún punto específico de tal historia, en desconocidas (desde el punto de vista consciente) asociaciones por las que ese objeto como tal o por alguna o algunas de sus características queda investido con valor terrorífico.

En este segundo caso, sin que esto implique necesariamente un estado de "gravedad", nos encontraremos frente a un problema de "neurosis".

Una problemática neurótica en una situación como la descrita, se corresponde habitualmente con una "fobia". Diríamos una "fobia a las hormigas". Las hormigas serían, en tal caso, la representación manifiesta de situaciones u objetos (no conscientes) verdadera o fantasiosamente amenazantes a las que han quedado asociadas (por formas no conscientes de asociación).

Este problema neurótico supone un "trastorno de ansiedad". Es decir, la producción de un nivel de ansiedad que no se corresponde con el mínimo de inquietud que podría producir, en este ejemplo, el insecto en cuestión.

Un trastorno de ansiedad generalizado (de acuerdo a lo consensuado por la comunidad científica) consiste en ansiedad y preocupación excesivas acerca de varios eventos y actividades. La ansiedad y la preocupación están presentes con mayor frecuencia que la frecuencia con la que no se presentan. Las preocupaciones suelen ser múltiples e incluso cambiar con el tiempo. Las más habituales están referidas a las responsabilidades laborales, la salud, el dinero, la seguridad.

Precisamente, una de las indicaciones que ofrece Sigmund Freud en su obra para distinguir cuándo estamos en presencia de algo del orden de lo "neurótico" es la observación de una respuesta emocional desmedida o claramente inadecuada respecto de determinada situación.

Acontecimientos susceptibles en sí mismos de generar ansiedad, suelen ser vividos con mayor ansiedad aún por personas que presentan un trastorno de ansiedad generalizada.

Obviamente, la pandemia que estamos atravesando es uno de esos acontecimientos. La amenaza a la salud y a la vida es algo real. Nuestra integridad se siente amenazada y seguramente más aún cuando no se habían logrado producir las vacunas.

Muchas otras cuestiones son fuentes generadoras de ansiedad. De una ansiedad que se explica por esas cuestiones y que nos afectan a todos y con frecuencia con más intensidad a las personas con tendencia al trastorno de ansiedad, que en tales casos amplifican cuantitativamente algo que cualitativamente tiene una racional razón de ser.

Leemos en la definición científicamente consensuada: asuntos laborales, dinero, inseguridad, salud.

Una persona puede sentir como una amenaza a su integridad tener que reajustar gastos o replantear sus compras.

Y otra u otras (dolorosamente, muchas) personas, ven amenazada su integridad ante la incertidumbre de la posibilidad de alimentarse o la seguridad de no poder hacerlo de acuerdo a una básica necesidad.

Ambas situaciones pueden generar ansiedad. Y es claramente comprensible. Distintas maneras de pensar, harán que cada uno de nosotros otorgue determinado valor a dichas situaciones y a otras.

Lo cierto es que en nuestro país, con distintos asuntos comprometidos en los diferentes niveles sociales, la mayoría de las personas vemos amenazada nuestra integridad: por cuestiones laborales (falta de trabajo, trabajos "en negro", trabajos que no aseguran continuidad), económicas, de inseguridad, de insalubridad del medio ambiente, de graves obstáculos o imposibilidad de acceso a la vivienda, a la salud, a la educación.

En los jóvenes se manifiestan intensamente vivencias de ansiedad respecto del futuro. A los problemas contundentes que se les presentan (como la seria dificultad para ubicarse laboralmente) se les suma una para nada injustificada desesperanza.

La ansiedad, la expectativa angustiosa, ante un futuro que, lejos de entusiasmar, atemoriza es uno de los peores legados que les estamos dejando a los jóvenes, a quienes, por otra parte, solemos culpar por conductas que se desprenden de tal estado de ánimo.

Las disputas, que parecen interminables, por espacios de poder, que (afortunadamente, por estar en democracia) se consiguen con números de votos, hastían, aburren, aumentan el desgano, la apatía y la falta de credibilidad. Asistimos a exposiciones discursivas que, al menos a muchos (valga la aparente contradicción) nos resultan más parecidas a "actuaciones" que a la puesta en cuestión de preocupaciones auténticas.

Las personas que tienen la integridad realmente amenazada por la falta de lo necesario, son personas susceptibles de ser manipuladas. Y es altamente comprensible. Porque situaciones de extrema carencia, inimaginables probablemente para quienes no las hayamos padecido, llevan a aceptar a quienes las viven lo que se les ofrece aun cuando para ello se les impongan condiciones.

Ocurre muchas veces, también, con personas que no están en situaciones de tal grado de necesidad, pero tienen dificultades en el manejo de la ansiedad y potencian las vivencias de pérdida de integridad.

Es necesario que reflexionemos, que intentemos poner las cosas en su lugar priorizando lo importante, que no nos encandilemos con fuegos artificiales, que no nos sintamos convidados de piedra en una vida que es nuestra, que consideremos que el presente no tiene valor absoluto y que, por lo tanto, las cosas pueden cambiar. Y que ese cambio no vendrá de la mano de ninguna persona especialmente dotada ni de ningún sector político determinado, sino de la convicción de pertenecer a la especie humana, dotada para la recreación constante de sus posibilidades, y al esfuerzo que cada uno de nosotros hagamos para construirnos como seres dignos y conscientes de ser merecedores de dicha y bienestar.