Algunas diferencias entre placer y compulsión por Guillermo Rivelis

Carlos Riedel22 julio, 2021

El objetivo de escribir estas líneas es contribuir a que quienes las lean puedan contar con más y mejores recursos para comprender sus propios pensamientos y acciones y, tal vez, transmitir los criterios que se plantean a quienes no las lean. De ninguna manera pretenden constituirse en elementos para "diagnosticar" a otras personas.

Sigmund Freud presenta en su obra lo que denomina "principios del funcionamiento psíquico".

Para desarrollar lo que quiero comunicar me referiré a tres de esos principios: principio de placer, principio de realidad y principio de compulsión de repetición.

Distinguir estos principios puede sernos de utilidad, justamente, para comprender mejor algunos de nuestros pensamientos, sensaciones y acciones.

El principio de placer, como su nombre lo sugiere, busca evitar el displacer y conseguir placer.

El principio de realidad nos permite tener la posibilidad de registrar la realidad, las posibilidades que nos ofrece y los obstáculos que nos presenta.

El principio de compulsión de repetición, que está en la base de las adicciones, hace que tendamos a repetir (incesantemente, en muchas ocasiones) acciones que nos dañan.

Es probable que la acción que está dirigida por el principio de compulsión de repetición esté acompañada de una transitoria y colateral sensación placentera. Pero su móvil no es la búsqueda de placer sino el intento de "llenar un vacío", de compensar carencias y frustraciones.

Nada de esto se logra. Necesariamente, la consecuencia es la decepción.

El principio de placer se continúa con el principio de realidad. Esto quiere decir que el principio de realidad le va mostrando al Yo los caminos para que el placer sea posible.

Un ejemplo tal vez excesivamente elemental y exagerado de esto. Supongamos que estoy trabajando en un quinto piso y después de algunas horas tengo grandes deseos de comer un sándwich y tomar una gaseosa, es decir de evitarme el displacer que me significa sentir apetito y proporcionarme el placer de comer. Y para ello tengo que ir a un bar que está a unos metros de donde trabajo.

Si fuera exclusivamente por el principio de placer, podría intentar llevar a cabo, apresurada y torpemente, acciones que me pongan en riesgo, por ejemplo, de lastimarme. Más que un placer, me habré sumado un problema. El principio de realidad me dirá que para poder acceder a lo que deseo tengo que dar un rodeo y aceptar la demora, la postergación. Llamar al ascensor, tomarlo, descender, caminar hasta el bar, hacer el pedido, esperar que me lo traigan y, luego, proceder a comer y beber.

Renuncio a un placer inmediato (comer ya) para obtener un placer mayor (conservar mi integridad física).

He ahí una gran diferencia. El principio de placer se continúa con el principio de realidad. El principio de compulsión de repetición, no.
Si un mes, como resultado de mi trabajo, me sobraron x pesos, puedo elegir dónde gastarlos con disfrute. Las posibilidades son muchas.

Puedo elegir ir a una sala de juego a divertirme porque "perder" ese dinero no compromete para nada mi situación económica. Voy, juego, me divierto, pierdo finalmente los x pesos y me voy contento por el momento que pasé.

Si el móvil es una adicción al juego, reitero, con el principio de compulsión de repetición en su base, no podré irme. No podré retirarme.

Continuaré apostando lo que necesito (y, tal vez, necesita mi familia) para mañana. Porque no hay "mañana", es puro ahora. El principio de realidad no tiene vigencia. La compulsión de repetición, severamente autoperjudicial, se despliega sin límite.

Otra diferencia es que las acciones que se llevan a cabo de acuerdo a la articulación principio de placer - principio de realidad obtienen satisfacción y calma. Bebo uno o dos vasos de una rica bebida y me siento satisfecho.

Las acciones dirigidas por el principio de compulsión de repetición no logran satisfacción ni calma. Porque el "objeto" consumido "pide" más objeto. El alcohol pide más alcohol. El cigarrillo, más cigarrillo. La droga, más droga. La comida, más comida. El "juego" más apuestas. El objeto se vuelve "adictivo". El "vacío" no se llena.

La satisfacción lograda por la articulación principio de placer - principio de realidad nos alegra. Nos sentimos felices. La alegría y la felicidad nos hace ser "buenos". Cuando una persona está alegre, feliz, quiere que las demás personas sean felices. Desea el bienestar de los demás.

La compulsión de repetición suele frecuentemente desencadenar un sentimiento que puede confundirse con alegría, pero no lo es. Se trata de "excitación mental".

La excitación mental es agresiva, necesita un contrincante y hasta un enemigo. Alguien a quien "refregarle" en la cara un "triunfo". El triunfo se complementa con la "derrota" de otro. Esto es especialmente así cuando se trata de acciones que hacen a la vida en relación con otros. Y es importante recordar que la "excitación mental" nos pone en riesgo porque supone una significativa pérdida del propio control.

Si la acción dirigida por el principio de compulsión de repetición se lleva a cabo en soledad acarrea, generalmente, malestar y, probablemente, un estado depresivo posterior.

¿Por qué escribir acerca de esto en este momento?

Estamos, todos, pasando un momento muy difícil. Estamos viviendo hace un año y cuatro meses una situación durísima.

Voces agoreras que parecen pretender anticipar escenarios terribles conviven con voces exageradamente optimistas que suponen soluciones rápidas. El desconcierto aumenta. Y, lamentablemente, también la desconfianza.

Las restricciones no son bien recibidas. La tendencia a pasar por encima de ellas es frecuente y responde a diferentes motivos.

No siempre es el desafío y el regodeo con la transgresión lo que impulsa la tendencia mencionada.

Tiene lugar, en muchas personas, una necesidad de encuentro con otras personas, de interrumpir el encierro, de poder introducir variaciones en lo cotidiano.

Muchas personas, muy lamentablemente, padecen situaciones de vida que tornan casi imposible el cuidado y se ven obligadas a llevar a cabo las acciones que les resultan posibles.

Las personas que no estamos en tales situaciones y que podemos decidir dentro de abanicos más amplios, tenemos la posibilidad de intentar diferenciar acciones gobernadas por la articulación principio de placer - principio de realidad de otras gobernadas por el principio de compulsión de repetición. No es lo mismo, por ejemplo, encontrarse amorosa, cuidadosa y placenteramente con personas queridas que reunirse compulsivamente con personas (tal vez, queridas también) sin distinguir momentos, espacios, modos de cuidado.

Las primeras, nos colmarán de alegría, de felicidad y nos dejarán energizados.

Las segundas, sólo nos suscitarán excitación mental y nos dejarán, luego, con un sentimiento de vacío y desazón.