Eran Otros, lejanos…

Carlos Riedel5 junio, 2021

Por Adriana Musumeci...

Lloro y me aflijo cuando recuerdo.
Dejaremos las bellas flores, los bellos cantos
¿Dónde ha de vivir este corazón mío?
¿Dónde será mi casa”?
¿Dónde mi mansión duradera?
Ah, sufro desamparo en la tierra.

Canto náhuatl (anterior a la invasión española)

Las palabras que escribí… ¿pudieron trasmitir lo que pensaba?

Los ojos, las manos, la piel, el cabello, las rodillas, la uñas y la ropa…

Eran hombres y mujeres, viejos, niños y jóvenes.

El hambre, la sed, la ignorancia, la enfermedad, la soledad… eran de Otros.

¿O era yo misma en otros cuerpos, en otras historias?

¿Historias? ¿O ni si quiera eso?

Sabemos que nacemos y moriremos, que transcurrimos nuestro tiempo sin percibir que el hilo que nos une a la vida es frágil, muy frágil.

Pero lo que tuve ante mis ojos fue algo distinto.

Lo que yo vi fue otra cosa: sucesos planificados que trastocaban ese “orden natural”.

Vi un programa de humanos elaborado minuciosamente, sin imperfecciones, para que otros humanos sufran y mueran.

Una sinfonía sin notas discordantes, como condición necesaria para mantener los privilegios del dinero y del poder.

Yo vi la muerte. Vi a los que morían y a los que quedaban vivos.

Eran personas, no palabras…

Vi lugares y personas a las que no les caía “una desgracia extraordinaria”… Vi a Palestina… al petróleo y los niños de Biafra, después a Irak, al Líbano, a Sarajevo…

Era un plan, es un plan. Todo salió como se esperaba.

Pero los dramas, viejos y constantes, eran lejanos… y nos acostumbramos a llamarlos “desastres humanitarios”…

Muy pocos advertían el mecanismo perfecto de hambrunas, caos y repetidas intervenciones armadas “contra el desorden y la ingobernabilidad” que justificaban las “fronteras imperiales”.

Vi tanta mano vacía... Ciencia y tecnología finamente planificada para dominar… o matar

Me sentí ciega, infame, derrotada, sentí que una mujer sin dientes en un terral cualquiera podía ser mi madre. Que cualquiera de los jóvenes ausentes de los placeres del mundo podía ser mi hermano.

¿”Desastres humanitarios”?

Yo vi la muerte programada, ordenada, perfecta, precisa, irrefrenable.

Fui testigo de cómo el silencio de los arsenales biológicos suplantaban las estridencias del plomo. Y también como el aire y las aguas se convertían en crueles enemigos.

Desde el fondo de los tiempos escucho resonar:

- “Lloro, nadie está aquí: nos han dejado huérfanos”

Eran y son uno, y uno, y uno…

Eran y son personas, no palabras.

Me avergüenzo. No enrojecí de ira.

Eran Otros, lejanos…

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