Claude-Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, nació el 17 de octubre de 1760, en el castillo de Berny, Departamento del Somme, Francia.
Renunció a su título de nobleza en 1789, durante la Revolución Francesa.
Falleció e19 de febrero de 1825, en situación de pobreza.
Desarrolló una importante obra teórica.
Una de ellas es el “Catecismo político de los industriales” (1823-1824).
Plantea que: “Un industrial es un hombre que trabaja en producir o en poner al alcance de la mano de los diferentes miembros de la sociedad uno o varios bienes materiales para satisfacer sus necesidades o sus gustos físicos”.
Reconoce “tres grandes clases que se llaman los cultivadores, los fabricantes y los negociantes”.
La complejización de la vida, de las sociedades, de la política, permiten para la actualidad ampliar el criterio y pensar como “industriales” a quienes trabajan produciendo para los miembros de la sociedad “bienes” no necesariamente materiales.
Señala Saint-Simon que en su actualidad la clase industrial, que debería ser reconocida como la más importante, ocupa el último lugar entre las clases sociales.
Eso es lo que considera que debe revertirse.
Los mejores y más capaces entre los miembros de la clase social de los industriales deberían ocupar los primeros lugares de dirección.
Y la orientación de la administración de la riqueza pública.
Las demás clases (legistas militares, funcionarios, nobles, rentistas) deberían estar subordinadas a ella, porque la clase industrial es, como clase, la más útil y la que más ha progresado.
Su predominio en el ejercicio del gobierno es lo que sostendría tranquilidad social.
En palabras del autor: “Militares y legistas deben estar a la orden de los hombres más capacitados para la administración. Los más importantes de entre los industriales serán los encargados de la dirección de los intereses sociales”.
Deseo señalar muy especialmente una de las condiciones que plantea Saint-Simon para fundamentar sus afirmaciones acerca de la clase industrial.
Escribe:
“El trabajo es la fuente de todas las virtudes: los trabajos más útiles deben ser considerados porque tanto la moral humana como la divina llaman a la clase industrial a desarrollar su papel”.
Saint-Simon vivió un siglo antes que Sigmund Freud.
Leyendo el índice de autores en las Obras Completas de Freud no figura el nombre de Saint-Simon.
O bien Freud no lo conocía por desplegar sus desarrollos conceptuales en referencia a otras áreas de la vida humana, o bien no pensó como importante incorporar sus ideas.
Freud asoció el trabajo al desarrollo de la capacidad de salud mental, junto al amor.
Señala la importancia para una persona de ser capaz de amar y trabajar.
Hablaba de un trabajo creativo, transformador y no meramente subordinado y repetitivo.
El amor como capacidad para el establecimiento de relaciones íntimas y afectivas satisfactorias.
El trabajo como la capacidad de contribuir productivamente con la sociedad, planteándose un propósito enriquecedor de lo existente.
Dos autores, dos épocas, distintas temáticas, un denominador común.
Escribo estas líneas con la intención y la expectativa de que sirvan para pensar nuestro presente y nuestro futuro.


