Sostenía el Polaco ( por Miguel A. Di Fino )

Carlos Riedel31 agosto, 2014

(Ficciones en una ciudad de la furia).....

Iglesia-fresco de Soldi

Ahora que el fresco de Soldi parecía observar, impávido, el bautismo de su hijo en la iglesia de Campana, Nelson Cáceres no podía evitar su satisfacción ante las decenas de personas que se agolpaban en la nave del templo, casi tributándole un reconocimiento social que persiguió durante tanto tiempo.

Otro tiempo.

La noche cerrada ocultaba el operativo ocurrido a la salida de Campana, casi treinta años atrás, que no debería haberlo sorprendido: su actuación como comerciante lo relacionó con personajes que llegaban al pueblo urgidos por un “trabajo” que cotizaba muy bien en una zona en la que tanto en la siderúrgica, como en el obrador del puente, estaba poblada de activistas que generaban más de un “trastorno” con sus reivindicaciones. Claro que la “demanda” laboral que pedían los personajes estaba patrocinada por el grupo operativo de la triple A, cuyo responsable local era Pascual, el fotógrafo de la cana, que batía al “lópezrreguismo” nombres de candidatos a chupar desde el ‘ 74, agregando también en sus informes fotografías que engrosaban la ficha de cada futuro secuestrado que, impensadamente, posaban para la foto del legajo de fábrica, para lo cual la colaboración que les brindaban “operarios” que hacían ingresar a fábrica, pasaba por anotar a cuánto tipo consideraban zurdo o delegado de base disconforme.

Ahí forjó sus relaciones Eduardo Gomulka el Polaco, con Pascual y sus “compañeros”, a lo que agregaba un plus a tanta batida o delación, ya que por la relación comercial que establecía con los laburantes, clientes suyos, le permitía mantener un fichero repleto de datos interesantes que los “operativos” iban a retirar de su negocio en la Calle Real, más los datos que juntaba en charlas informales que mantenía en “Los Cuatro Mozos” o el ”Palacio Hotel” con confiados trabajadores que compartían sus recuerdos sentidos, producto de la lejanía de sus hogares en Córdoba, Entre Ríos o Corrientes.

El Polaco en esa época no se cansaba de decir que su familia era originaria de Lodz en Polonia, que eran descendientes de los Piastas y que la ciudad siempre brilló por la calidad de sus tejidos de algodón y seda desde tiempo de los zares y que además fueron revolucionarios contra éstos allá por 1905.

Los hechos en los que pensaba mientras proseguía la ceremonia bautismal, reprimían recuerdos vinculados a su cambio de nombre de Eduardo por Nelson, favorecido por figurar como “desaparecido” hasta en el “Nunca Más”, por lo que el Polaco “no está, no existe, no tiene entidad”. Pero sí existía Nelson Cáceres, hoy rodeado por nuevos/viejos vecinos que no lo reconocen, quizás fruto del paso del tiempo, tanto como las biabas que se dio cuando lo mandaron a Europa, luego de que fingieran chuparlo en su “renoleta” a la salida de Lavalle y Ruta 12, con cirugías impensadas para el momento.

Cuando le ordenaron volver, se enganchó con un tipo que resultó ser un pulpo de la “patria contratista” en el gobierno radical y un líder del “paraíso privatista” de Menem. Rutas, pavimento en los pueblos, servicio de agua, agencias de seguridad, barrios cerrados, integraban loas incontables negocios del “empresario nacional”.

Sostenía el Polaco que la oportunidad de su vida vendría de la mano del tipo.Y se le dio nomás: administraba los intereses del tipo en Escobar, en Campana y en Zárate. ¿Quién se acordaría de Eduardo, ante la prestancia y locuacidad probada de Nelson…? Ni su hermana.

Quizás su falta de celo, su confianza en la impunidad acumulada, lo hicieron descuidar y no vio venir al oficial de policía que, entre temeroso y cumplidor, le entregó la citación del Juzgado Federal para que concurriera para empezar a aclarar por qué Eugenio Gomulka se llamaba Nelson Cáceres. Sólo se enteró mucho después, cuando el escándalo y el abandono iban de la mano, que un delegado de base, recibido de abogado, no se olvidó de Eugenio, el que lo mandó en cana a la entrada de fábrica.

Sostenía el Polaco, a pesar suyo, que aunque sea noche cerrada no todos los gatos son pardos. Y ahora ni siquiera se acuerda de recordar.