Romero y Julieta (por Miguel A. Di Fino)

Carlos Riedel26 octubre, 2014

(Ficciones en una ciudad de la furia)....

Romeo y Julieta

Lucho no se andaba con chiquitas a la hora de preservar –según él- los intereses familiares, en una época en la que los valores que proclamaba no eran entendidos ni mucho menos aceptados, por variopintos integrantes de su núcleo familiar.

Encima la gota que colmó el vaso la propició su hija preferida, Julieta, la menor, quien ya ingresada en la universidad (privada para más datos), se enganchó con el pibe de Héctor Romero; un pibe por el que Lucho ya tenía una mirada negativa, debido a que había decidido estudiar gastronomía: “De chef..”-repetía Lucho- “¡Solamente un pelotudo elige un estudio así, y encima enganchado con mi hija…!”

En realidad lo que Lucho ocultaba era que a inicios del 2001, le había prestado una suma significativa en dólares a Héctor, con la confianza que le daba saberlo un mediano contratista –como él- en la acería, y para sacarlo del apuro financiero por las demoras en el pago por la empresa. Lucho le prestó en dólares y en el mediano plazo (entre el 2002 y 2003) Héctor le devolvió…en pesos, hecho que casi le provocó un infarto a Lucho.

No hubo explicación que saldara humanitariamente la deuda, ya que Lucho estuvo a punto de estrangular a Romero…padre y asimismo estimaba que en algún momento haría lo mismo con el hijo.

Así las cosas, el romance no tenía horizonte para prosperar o, al menos, eso parecía. La cuestión es que el breve pero implacable paso del tiempo, los escarceos amorosos, la resistencia de Romero y Julieta, las “tácticas” maternales para que la pareja siguiera junta, fueron algunos de los motivos para que los deseos de Lucho no se concretaran. Y parecía que eso ocurriría, por más que puteara porque la pareja se metió en un plan para comprarse un autito cero kilómetro o que el pibe ya estuviera trabajando “de chef” en un restaurante del centro de Buenos Aires y, su hija, largara derecho y se pusiera a estudiar repostería…

-¡La puta madre…!- se repetía casi con desgano- ¿Qué van a poner una rotisería, un “parripollo” o una panadería…?, ¿cómo pueden ser tan inconscientes…?- y así una y otra vez, hasta que un infarto –ya anunciado años antes- se produjo…

Zafó. Su internación de urgencia en el hospital municipal le disgustaba, ya que la prepaga –de la que él tanto se jactaba- pareció no estar a la altura de lo que su salud demandaba.

Aún convaleciente, lo fueron a visitar Romero y Julieta. Frente a él, su hija preferida, le demostró el afecto esperado. Su pareja, Romero, entre sonriente y expectante, apenas atinó a decirle:”Que se mejore Lucho. Nos estamos viendo”

Repuesto del susto, meses después recibió una postal desde Carmen de Patagones. Allí, Julieta y Romero, lo saludaban cálidamente, contándole en papel aparte que el trabajo “de chef” en la hostería de él, y el de repostera en una panadería de ella, iban muy bien; que también se habían anotado en el plan para construirse la casa en un lote que estaban pagando y que se había confirmado lo del embarazo…

Lucho guardó la postal y la carta en un cajón del escritorio. Soltó una lágrima y resolvió organizar el viaje familiar a Carmen de Patagones.