El show consagratorio de Eruca Sativa en el Luna Park

Carlos Riedel5 octubre, 2015

El trío cordobés tocó por primera vez en el mítico estadio ante más de seis mil personas con una impactante puesta en escena y gran oficio para superar algunos contratiempos.

Por Andrés Fundunklian

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Tienen algo que es difícil de poner en palabras. A la potencia y a la química entre los tres que todos les conocemos, a la frescura que mantienen intacta desde el primer día, los miembros de Eruca Sativa han incorporado en los últimos años una dosis de carisma que funciona a la perfección. Pero hay otra cosa. Tal vez es como dijo Brenda Martin a poco de comenzar el show: "Es así nomás. Hay algo entre nosotros que va más allá".

Eruca Sativa

Y más allá de lo conocido hasta aquí fue la banda cordobesa con la presentación bisagra que brindó el sábado en el Luna Park. Una notable puesta escénica, un viaje por todos los climas y sobre todo un repaso a través de esas canciones coreadas (y pogueadas también) por las más de seis mil almas que coparon el mítico estadio porteño. Ese al que Rodrigo y La Mona habían puesto de rodillas en numerosas oportunidades pero en el que nunca había combatido una banda de rock nacida y formada en Córdoba, a pesar de que sus integrantes se autodefinan como un grupo sin fronteras.

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La elección de un armado un poco más reducido (no se utilizó la totalidad de la superficie del estadio) fue un gran acierto para que el campo luzca repleto y se aprecie en mayor medida el tremendo escenario con tres pantallas verticales incorporadas a la propuesta conceptual. Desde el mismísimo arranque, con un Gaby Pedernera vestido como un guerrero espacial y agitando bombos, platillos y efectos desde una tarima elevada varios metros, la atracción visual acompañó perfectamente a la música.

Arranque demoledor y accidentado

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"Buenas noches Luna. Esta noche no se va borrar nunca de nuestros corazones", lanzó Lula Bertoldi tras los dos demoledores primeros temas. Inmediatamente, unos cierres animados en las pantallas se abrieron apara dejar salir La carne y los desgarradores gritos de Lula en el guiño beatle con Eleonor Rigby contrastaron con el desconcierto que se vivió luego cuando el vallado cercano al escenario cedió y el show debió interrumpirse por varios minutos.

Allí también salieron airosos y surfearon el contratiempo en el momento menos deseado, repentizando palabras tan justas como responsables ("Nos cuidemos entre todos" por Bertoldi) mechadas con un poco de sincera emoción de Pedernera ("Estoy cumpliendo un sueño, las quiero chicas") y respectivos solos de bata y bajo a pedido del público para volver a entrar en clima.

El rojo que se apoderó del estadio y generó las condiciones para otro gran momento de la noche: fue tiempo de activar el corazón (delator) con la versión del clasicazo de Soda Stéreo que ya habían probado con éxito en uno de los homenajes a Gustavo Cerati.

Himno de mi corazón

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El ámbito se volvió más intimista y dio paso al plan electroacústico que remite directamente a Huellas digitales, el material audivisual grabado en vivo en en el Teatro Ópera, y todo desembocó en ese himno llamado Amor ausente, que terminó de confirmarse como un hitazo del cancionero argentino.

Mar de celulares y chicas subidas a los hombros, igual a momento imborrable que se coronó con el "¡Gracias Titi!" (para Rivarola claro, quien hace varios años hechó a volar ese tema a pesar de no haberlo compuesto y fue el padrino artístico del trío) gritado por un cordobés desde la platea. Todo dicho.

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Todavía quedaba el estreno en vivo de Nada salvaje (adelanto de lo que vendrá), el momento GoPro (casi infaltable en los shows rockeros y no tanto de un tiempo a esta parte) con Lula filmando de cerca a sus compañeros y al público para que se proyecte hacia todo el estadio, y una recta final en la que el juego escénico con las caras de los músicos en las pantallas llegó al climax.

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