Villa Florida y los recuerdos de otros tiempos

Carlos Riedel19 febrero, 2022

Por Arq. Silvia Irene Baccino... El barrio Villa Florida es uno de los más antiguos de la ciudad de Zárate, su origen está vinculado al establecimiento de las primeras industrias asentadas en la zona del Bajo (la Fábrica de Papel, la Fábrica de Alcoholes de Pascual Varando, el Frigorífico Smithfield) y a la función portuaria que permitió, a su vez, la instalación de otras actividades comerciales como fondas, pensiones y almacenes de ramos generales y de algunos otros locales de esparcimiento.

VISTA AEREA DEL PUERTO Y PARCIAL DE VILLA FLORIDA

La presente MIRADA HACIA EL PASADO ZARATEÑO compila los recuerdos y anécdotas aportadas por los vecinos del Barrio en la jornada de memoria colectiva realizada el día 26 de julio de 2003.

VILLA FLORIDA

-Villa Florida en 1915. Gentileza ZÁRATE DE AYER-

Según refiere un vecino presente en la reunión, Villa Florida era “el barrio de las ranas, de los sapos... y no se desperdiciaba nada, animales muertos, basura, grasa; con todo lo que no usaban se hacían los menjunjes para el abono de la tierra. Cuando eso estaba fermentado y soplaba el viento del este venía un olor que volteaba y ahí quedó Villa Florida”.

Nelson Schmitz relata sus recuerdos de la barriada: “Soy nacido en el año 1923. Nací y estuve toda mi vida acá. Cuando la Villa Florida se plantó acá había venido el Frigorífico y esto había quedado como una especie de vacío, de baldío. Se había puesto en marcha la construcción del ferrocarril y hasta la estación se llamaba Central Buenos Aires, pero todavía no llegaba para el lado del Ferry”.

Pocos años después de establecido el Frigorífico Smithfield, en 1908 se inauguró el sistema de ferry-boat en proximidades de aquél, situación que dio aún mayor dinamismo a toda la zona por la importancia que adquirió el servicio, como punto de vinculación entre la región bonaerense y la Mesopotamia. Las tierras se fueron valorizando y esto lo señala Schmitz cuando comenta que:… “un tal Fox (Santiago) agarró a todos los gringos que habían venido a trabajar al Frigorífico para ofrecerles los lotes. Me acuerdo que un lote valía 250 pesos y él se los daba a pagar por $ 5 por mes. Pero la gente ganaba poco. Ganaba 29 centavos la hora y muchos tenían miedo. En Villa Fox era más caro, le cobraba 400 pesos el lote y le cobraba 10 pesos por mes. Así fueron comprando, cada cual se hacía su ranchito, entre ellos se ayudaban y todo”.

EL MELLE DEL FERRY

-El muelle del ferry-boat en pleno funcionamiento. Década de 1970-

Muchas de las familias establecidas eran de origen croata o esloveno, por entonces pertenecientes al imperio austro-húngaro (hasta1918), luego república yugoslava, entre las que se encontraban los Martich, Pesich, Barbich, Beroch, Baban, Babaja, Bezmalinovic, Mirich, Ielcich, Dobranich, Trutanich, Cepernich. Dora Bas en “El otro bajo olvidado” completa éstos apellidos con los de familias de otros orígenes como Karvasky, Pomosky, Aguirrebalzategui, Iglesias, Bas, Jiménez, Sánchez, Bonilla, Arce, Jeannot, Goris, Marabelli, Módena, Hanlon, Vaccotti, Macchi, Tentori, Chuliver, Trosset.

LA CALLE MAZZINI

-La calle Mazzini (hoy Hipólito Yrigoyen) constituía la principal vía de comunicación entre la zona céntrica de Zárate, el sector comercial portuario, los establecimientos industriales y los equipamientos localizados en el sector costanero y el barrio Villa Florida-

LA CALLE MAZZINI

Schmitz continúa su relato poniendo de manifiesto la importancia del frigorífico Smithfield en el desarrollo urbano de una parte de la ciudad:… “No teníamos medio de comunicación para ir al centro o a Villa Fox, teníamos que ir hasta la Mazzini, que la Mazzini era un boulevard hermoso que lo hicieron desaparecer, no sé por qué, cuando hicieron el macadán ahí, que nacía en el industrial, y llegaba a la esquina de Buenos Aires que hoy se llama Roca. Era empedrado. Por ejemplo, los ingleses cuando hicieron el Frigorífico, tenían que trabajar con calderas de carbón; venía un trasatlántico imponente a descargar allí carbón de 25.000 a 30.000 toneladas y todo a pala y hombro de la gente. Venían a su casa y ni los hijos los conocían, negros de carbón. Con esa escoria y ese carbón fueron haciendo la carbonilla. Todo el barrio de ellos y todo el frigorífico. Entonces, nuestro trayecto era por la carbonilla. En cuatro patas subíamos la vía y pasábamos del otro lado. Ya le digo, estos señores trabajaban acá cerca de un año y pico con las zorras, emparejando y robando tierra de barranca para seguir rellenando. Cuando terminaban, llevaban la zorra y toda la calle era un chiquero. ¿Quién entraba acá cuando llovía? Teníamos que cruzar la vía. El frigorífico nos dio mucho a nosotros porque la mayoría de la gente trabajaba allí.  En el año 1930 creo que tenía unos 700 obreros trabajando allí, en la guerra del ´40 llegó a 5000 obreros".

FRIGORÍFICO SMITHFIELD_658x400

-Frigorífico Smithfield en la década de 1930-

Respecto al muelle del Lacroze, Schmitz señala que:… “Allí venían los buques; descargaban el carbón en los vagones del ferrocarril que venían para llevarlos a Buenos Aires. Allí descargaron los primeros coches del subte Lacroze con dos guinches a carbón y me acuerdo el nombre de uno de los guincheros, Corominas. Todas las tardecitas, nosotros -que éramos chicos- veíamos dos coches y ese tren que no llevaba gente. ¿Que sabíamos nosotros que era un subterráneo? Era el año 1929”.

Sobre la escuela del barrio, la que hoy lleva el número 21, refiere que “estaba en la esquina de San Lorenzo y Sáenz Peña (en la vivienda perteneciente a la familia Babaja) con dos grados. La galería de un metro y medio, de chapa para que no se lloviera, en las puertas de los grados. Y unos bañitos allá en el fondo. Alrededor del año 1940 la pasaron donde se encuentra actualmente”.

De los comercios que se instalaron en la zona Schmitz recuerda los nombres de algunos de sus propietarios: “El primer almacén que estaba en la esquina del puente (llamado Puente de la Muerte) era del turco Elías Basbús, después venían los Molina, luego los Babaja y después empezaron a venir los Mirich, Pedro y Antonio, que tenían el negocio del almacén, boliche y cancha de bocha acá. Un tiempo estuvo Macchi donde estaba la escuela, que también tuvo despensa ahí. El barrio siguió avanzando, se encontraba Cepernich en la esquina de Larrea y San Lorenzo y más adelante los Martich. Antes de llegar a las vías había una fonda, que era la de Zabala. Allí iba la gente cuando le daban uno hora sola para descansar o ir a comer; había mucha gente que venía de Villa Angus y Villa Massoni y no hacia a tiempo para regresar a sus casas, entonces en lo de Zabala se sentaban a comer un plato de sopa, un cachito de carne y unas papas por 20 centavos. Otros que más o menos estaban en una posición económica mejor les pagaban a los chicos para que les trajeran viandas de las casas”.

ESQUINA DE LAS CALLES ROCA Y MAZZINI

-Esquina de las calles Buenos Aires (hoy Roca) y Mazzini (Hipólito Yrigoyen). Década de 1920-

Un problema que tenía el barrio era la falta de vías de comunicación, calles y escaleras que permitieran conectar la parte alta con la baja. Al respecto, Schmitz recuerda que:… “El desfile de muchachos que venía por arriba de la vía y que el trayecto más corto era bajar por la estación siguiendo la vía; la gente que trabajaba acortaba camino y yo me daba vuelta y decía cuanto falta, porque no había medio de comunicación para llegar a Villa Fox. Con el tiempo empezaron a hacer en la calle Dorrego unos escalones, pero eran muy peligrosos. El macadán vino por los años 1940. Costaba mucho para hacerlo acá, no lo querían los gringos en aquel tiempo, un metro de macadán valía 33 pesos y un hombre ganaba 60 pesos por mes. Se querían morir porque no sabían cómo lo iban a pagar. Entonces se llegó a un acuerdo con la compañía y el finado Guerci, le cobraba 12 pesos por mes. Hicieron el macadán sin cordón, 33 pesos sin cordón. Se pagó y así fue la Villa Florida subiendo, subiendo. Ya en el año 1928, pusieron la Shell Mex. Firmó un contrato por diez años. Le decíamos La Arreglo Mejicano. Habían puesto cuatro tanques ahí, que se yo la cantidad de litros que tenía, después se usaban los tanques chicos que llenaban la nafta… No había transporte. Entonces el transporte era el tren. Cargaban los vagones de papel y todo ahí. Cuando se abrió esto cargaban los tanques de nafta, lo que sea necesario. Venían los vagones tipo tanque también cargados.- Y aprovechaban todo. De nueve a nueve mil quinientas personas habrían trabajado en ese entonces. El Frigorífico sólo tenía 6500, 2800 tenía la papelera y el resto.”

Otro vecino recuerda sobre algunas mejoras que fueron llegando a la barriada en las décadas posteriores: “Las bajadas de las barrancas se fueron haciendo de a poco. La barranca de la Dorrego se hizo en 1942; la habían hecho de tierra”. Luego vino el empedrado: “Eso me acuerdo yo. En el año 1944 venía un día del servicio militar y veo que había tres viejitos trabajando con dos pisoncitos de madera, una palita de albañil y una maceta. Y ahí está la Dorrego. Nadie fue capaz de hacer nada. Después empezaron a pasar los camiones grandes. Un vecino que tenía un carro con un caballo bárbaro, cuando hizo 10 metros, el caballo empezó a patinar con la herradura y las ruedas de hierro, se tuvo que largar del carro porque lo tiraba para atrás. Y estuvo casi cinco años sin subir nadie hasta que empezó el tráfico. En el año ‘35 había seis forcitos y un camión. Pocos se animaban a venir. Y el pobre que venía al barrio era el finado Dr. Melillo que a veces venía a caballo, Agustín, porque nadie se quería meter. Pasaba lo mismo con las parteras. Yo me acuerdo, la finada mi abuela, tuvo que hacer como diez partos en el barrio a todos los Babaja, los hizo nacer ella. También Aolita que tenía las motos, las volantas, las carrozas, los caballos que tenía aquí en la esquina de 25 de Mayo y Mazzini”.

Dentro de la zona del Bajo se encuentra uno de los edificios más antiguos que forman parte del patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad: el edificio donde actualmente funciona la Escuela Media Nº 2 y antes lo hizo la Escuela Nº 5. Este edificio de dos plantas fue construido hacia 1880 para vivienda familiar y oficinas de la Fábrica de Alcoholes, cuyo propietario fue Pascual Varando.

Un vecino relata que “en esa esquina hasta el río era propiedad de ellos -los Varando-; estaba el puesto de palos, dónde venían los palos, descargaban el maíz y toda esa cosa para hacer el alcohol.”

También recuerda otras actividades comerciales que se desarrollaban en la zona, como la arenera: “Estaba la chata arenera que llevaba la arena y los carros de madera por la Mazzini, me acuerdo que el viejo Lima tenía una chata con seis caballos para tirar tres metros de arena para arriba, era una chata grande. Otros llevaban tierra, madera para la gente que venía de la isla, los palos, había cocina económica o a fogón. Todos a fuerza de pulmón. Zárate recién progresó a partir de 1930, cuando el finado Guerci hizo hacer la Intendencia nueva, la Escuela Nº 1 nueva y la Escuela Nº 4 nueva. La macana que hizo es que le hicieron cambiar el nombre a Zárate. Le cambiaron el nombre a la Justa Lima por Marcelino Ugarte y Humberto I le pusieron a Félix Pagola y a ésta que era Buenos Aires le pusieron Roca.  San Lorenzo siempre tuvo ese nombre.

LA ESQUINA DE PASCUAL VARANDO

-La Fábrica de Alcoholes de Pascual Varando y Cía.-

Otros vecinos rememoran el espíritu solidario en la construcción de las viviendas y la vida cotidiana: “Cuando se instaló el Frigorífico, cuando la gente vino sin nada, los inmigrantes, se ayudaban entre ellos no como ahora que pagan precio oro la mano de obra. Decían, che, el domingo vamos a hacer mi casa. Bueno, vengan, meta hacer los chorizos de adobe, los palos, clavar, ya tenían el rancho hecho. Quien no tenía chancho en la casa, quien no tenía gallinas, quien no tenía ovejas, quien no sembraba. Yo iba al Frigorífico, era un chiquito, tenía la carnicería afuera, me decía mi madre, tomá 30 centavos, dame una quijada para el mediodía y una entraña para la noche. Y en la casa nos faltaría el chocolate pero estaba la papa, el huevo, toda la verdura y nadie pasaba hambre, todos agachaban el lomo; una docena de tortas valía 20 centavos en aquel tiempo. Nos daban 5 guitas de propina para hacer los mandados, nos comíamos las tortas negras en el camino. Nos poníamos contentos al fin de quincena, le digo que en aquel tiempo los únicos con carros que entraban acá eran los panaderos y los lecheros, entonces se les pagaban a todos por mes. Había cinco carros de panaderos y tres de lecheros que venían a hacer el reparto. El lechero dejaba dos litros de leche 15 centavos y el panadero todos los días el pan fresco, llegaba fin de quincena o fin de mes, contentos porque al otro día el panadero dejaba 2 docenas de tortas de regalo, el lechero 2 litros de leche y el almacenero una barra de chocolate, una media libra de chocolate.”

EL PUENTE DE LA MUERTE

-El Puente de la Muerte, el símbolo de Villa Florida, en la década de 2010. Se impone un Plan de puesta en valor del mismo en el corto plazo, dado que presenta un avanzado estado de deterioro-

Puente de la Muerte

El progreso del barrio fue lento. Algunos vecinos recuerdan que las zanjas se taparon alrededor de la década de 1970 y que el gas se instaló por 1984 o 1985. Otro vecino, explica el motivo por el cual se llama popularmente “Puente de la Muerte” al puente ferroviario que atraviesa la calle San Lorenzo: “Toda la gente que iba al trabajo pasaba por ahí para acortar camino y no embarrarse, caminaba entre los durmientes por arriba de las vías, por los durmientes para no embarrarse. El paso del tren encontró a esos caminantes en una situación imposible de escapar y era arrollados.”

Otra vecina dice lo siguiente: “Todos los que vivimos en el barrio extrañamos a la madrugada el ruido de la gente que iba al Frigorífico, por ejemplo los silbidos -ya no hay hombres que silben-, vos escuchabas las voces y a veces uno se despertaba y los conocía porque era todos los días que esa gente pasaba. También se extraña el ruido del tren.”

Otro de los vecinos dice, “el barrio es uno de los pocos que mantiene su idiosincrasia. No ha habido muchos cambios ni muchos vecinos nuevos. Mi padre vino acá en el 1953 o 1954. Mi abuelo en 1942 dice otra”. Una señora comenta: “más allá del afán del progreso por ahí la situación económica de los vecinos no les ha permitido ir arreglando mínimamente las casas, la casa nuestra es muy antigua y llevaría mucho dinero su restauración, por adentro la reformamos. Llevaría mucho dinero si uno quisiera mantenerla en perfectas condiciones. Es una casa asentada en barro”.

“Más allá de los edificios -dice otra vecina- lo que se puede rescatar del barrio son los lazos, lazos de amistad, de afinidad entre los vecinos que posiblemente no se de en otros lados…yo vine de Entre Ríos al barrio cuando tenía cuatro años”.

Por su parte Dora Bas, dice:… “Yo pasé nada más que 8 meses de mi vida física en Villa Florida, a los nueve meses mis padres subieron un poquito más arriba, subieron la barranca de Dorrego y compraron una casa allí, y desde entonces he vivido en Villa Fox pero contemplando Villa Florida. Fui alumna de la Escuela Nº 2, todo el tiempo que me permitieron. En ese momento en que yo iba a la escuela primaria cuando llegábamos a 3º año las niñas teníamos que trasladarnos a otra escuela, sólo quedaban en la Escuela Nº 21 los varones. Las niñas tenían que ir a la Escuela Nº 5, yo le tenía miedo a las escaleras, porque siempre decían que las escaleras en la Escuela Nº 5 eran peligrosas. Entonces yo fui a la Escuela Nº 4 pero siempre mis pasos y mis compañeros primeros quedaron aquí, en Villa Florida. Además yo tengo una tía, que vive también frente a la papelera y para ir a verla tenía que pasar por acá, por la famosa calle San Lorenzo. Mi papá trabajó 38 años en el Frigorífico Smithfield desde muy joven, mi mamá también trabajó en el Frigorífico y como el Frigorífico también es Villa Florida, todo ese cúmulo hizo que decidiera a escribir algo, a recordar sobre lo que yo había vivido durante mi infancia y sobre lo poco o mucho que podía obtener en recolección de datos, porque lamentablemente mi papá que era el que más conocimiento podía tener había fallecido cuando escribí esto. Mi tía María Rotondaro por ahí algo me podía decir, bueno pocas palabras, trate de hacer lo mejor posible el escrito este que tiene un poco de histórico y otro poquito literario. En el prefacio yo digo que como integrante de la comunidad zarateña y por radicación muy próxima a Villa Florida he querido dejar este testimonio simplísimo, pero objetivo, ya que en parte lo viví en esta barriada. Le coloqué como título “El otro Bajo olvidado” porque siempre que se habló de El Bajo, se habló del sector de más allá de la calle Mazzini, que todavía yo digo Mazzini siendo Hipólito Yrigoyen; siempre se habló de ese Bajo y este otro Bajo de acá, casi no se recordaba. Abarca brevemente una compilación histórica y el relato literario que va desde los años finales de la década de 1930 hasta la década de 1960. Tal vez mucho quedó en el tintero ya que resulta difícil reunir datos porque no está la mayor parte de los protagonistas que menciono y valga mi intención de reflejar hechos y apellidos quizá olvidados por la gran historia de Zárate”.

Una vecina recuerda la construcción del pozo de bombeo:… “Costó un Perú hacerlo, porque la tierra se desmoronaba hasta que encontraron un gringo que era armador y lo contrataron y el gringo si lo hizo. Iba haciendo el encofrado, iba encajonando y poniendo la mezcla y así porque el agua venía de abajo”.

Luego recuerda cómo se fue poblando la zona más cercana al río, del otro lado del terraplén del ferrocarril, conocida como “La Carbonilla”: “Primero empezó a lotearse de la vía para acá, después gente que no contaba con suficiente dinero fue haciendo sus viviendas en La Carbonilla y tal vez por eso quedó esa imagen de discriminación del otro lado de la vía, solo lo separan las vías. En la Escuela Nº 5 estaban todos los chicos; con lo único que había divergencia, que había bronca, era con el fútbol. La única vez que tuvimos problemas fue con la inundación grande. Se acuerdan de la inundación grande que el agua llegó hasta arriba del terraplén. Era 1959 y no permitían ellos (los de Carbonilla) que sacáramos el agua para el otro lado porque se inundaban ellos. Ellos estaban inundados porque estaban a nivel del río. Teníamos ese problema y cuidaban con machetes, garrotes y no permitían que sacáramos el agua”.

Otro vecino acota: “No era una villa miseria como otras, porque era toda gente que trabajaba en el frigorífico, en Celulosa, o en Dálmine”.  Otra vecina dice: “Me acuerdo que había gente muy buena”. También recuerda que: “Cuando era chica esperaba que lloviera para cruzar a la casa de los Toledo a comer tortas fritas. La diferencia era la vía, el terraplén que separa”.

Otro de los presentes menciona cuando empezó a funcionar el primer colectivo en 1931: “Ese ómnibus que tenía la subida por atrás, con el guarda, iba hasta el frigorífico. Iba siempre lleno, tenía que viajar todo estrujado hasta la calle Buenos Aires, tenía piedra hasta Pinto y ahí tenía tierra hasta agarrar Justa Lima”.

Un hito para el barrio fue la creación de la Sociedad de Fomento, el 20 de junio de 1966, institución que  viene cumpliendo una importante función social ya que cuenta con una sala de Primeros Auxilios y un amplio gimnasio bautizado con el nombre de  “Félix Pomoski”.

Como lo señala Dora Bas en su escrito: “Villa Florida no es sólo la San Lorenzo; están hacia el norte las calles y extensas barrancas;  de éstas últimas “la del Tanque” con sus glorietas… que conducía al chalet “de los solteros” (actual Escuela Evangélica F. J. Hotton)  …Una Villa Florida con Villa Fox, la barranca de piedras, Dorrego, perfumada por naranjos, la escalera de la cueva, Alberti, la escalera de Bernardo de Irigoyen, Sáenz Peña con su pequeño oratorio construido ahora y dedicado a la Virgen del Rosario de San Nicolás. Extendida en hileras hacia el levante, constituían y perduran, los cañaverales en el fondo de todos los terrenos de las casas y más allá un profundo zanjón”.

Fuentes consultadas:

Reseña elaborada a partir de los testimonios brindados a la Asociación Amigos del Museo de Zárate por los siguientes vecinos: José Cabezas, Silvia Carbasky, E. Cruzati, Mirian Nora Chuliver, Milka Grubeza, Nelly Milana, Sonia N. Prado, Norberto Rizzo, Nelson Schmitz, Amelia Trosset.

Miembros de la Asociación Amigos del Museo de Zárate participantes en la jornada de memoria barrial: Silvia Irene Baccino, Dora Felisa Bas y Cristina Bigarella

“DE LOS VECINOS Y SUS MEMORIAS. Barrios de Zárate” - Silvia I. Baccino / Sergio Robles. Compiladores. Editorial de los Cuatro Vientos. Buenos Aires. 2009

Quinta La Jovita

Asociación Amigos del Museo de Zárate  / Quinta Jovita - Ituzaingó 278 - Tel. (03487) 422038 amigosmuseozarate@yahoo.com.ar / lajovita@argentina.com.ar