Triste y solitario final

Carlos Riedel21 julio, 2018

https://laresistanceweb.com... “A nadie importa si yo cuido mi flor, yo la protejo contra el viento, la riego un poco y la llevo al sol, y con su fruto intoxicado estoy y por las calles voy”.

Pity Álvarez, en su disco debut, nos cuenta que en su barrio todo puede suceder, que no existe el control y que puede actuar como le plazca. El inicio musical del otrora niño mimado de la escena rockera barrial con epicentro en Mataderos City, es promisorio, es Pity para la monada festiva y numerosa que acude a ver a Viejas Locas. En su vida cotidiana se llama Cristian y es un puntal de la nueva oleada de artistas que pretende colocar, con nuevas formas de componer, el folclore popular adolescente y el existencialismo de los barrios en primera plana.

“Su padre era un borracho que no podía dejar el alcohol, su madre era muy buena pero nunca lo cuidó.

Y está tirado, está dado vuelta en un zanjón, aspirando las pequeñas cosas que la vida no le dio.

Cuando él era muy pequeño a pocos le importó, procuraba sus alimentos y algún almohadón para acostarse y acolchonar su corazón, por las calles de Ciudad Oculta él camina hoy.

Y yo, yo le dedico este rock and roll”

Álvarez en su flamante “Hermanos de sangre” denuncia que, en un asentamiento de emergencia, del sur de la Ciudad de Buenos Aires, uno de tantos chicos es homenajeado con un delicioso rocanrol. Se entiende, en este segundo larga duración, que el artista empezaba a emerger y que las historias anónimas de tantos pibes, iban a tener letra y música. Y no iba a ser el único mensaje del líder de Viejas Locas, los metamensajes eran cada vez más elocuentes.

En “Perra” y “Aunque a nadie ya le importe” se vislumbra una soledad que empezaba a hacerse carne y continuidad en la vida del cantante, una suerte de pedido de auxilio desoído por la opinión pública que hoy lo sepulta bajo un manto amarillo, que da como resultado, una tapa que tape una realidad denunciada hasta el cansancio por Pity.

Año 1999, el neoliberalismo y el Consenso de Washington le otorgan continuidad a un modelo económico excluyente, feroz, represivo cuyo blanco son los sectores más vulnerables, para este año el rock emerge de los barrios y las letras son cada vez más contundentes, aunque el mainstream pretenda imponernos nombres y gustos. Definitivamente, la escena musical argentina goza de buena salud y se percibe una fuerte impronta social en las letras de las nuevas olas.

“Homero está cansado, come y se quiere acostar, vuelve a amanecer y entre diario y mates se pregunta ¿cuánto más?

Y es así, la vida de un obrero es así, la vida en el barrio es así y pocos son los que van a zafar.

Y es así, aprendemos a ser felices así, la vida del obrero es así y pocos son los que van a zafar”

El tercer disco es mucho más elaborado y, quizá, el quiebre definitivo de Álvarez como compositor, sería el primer parate de Viejas Locas y el inicio de una nueva etapa, tal vez más fructífera desde lo musical, aunque más accidentada desde lo humano. Ya se podía percibir el cambio mental en canciones como “Legalícenla” “Niños” y “Árbol de la vida”.

“El doctor dice que mucho rock and roll me puede hacer mal, yo le digo gracias doctor, nos vemos la semana pasada.

Pero ahora no quiero hacerte pensar porque pensar tanto no es bueno, eso me lo dijo un viejo que de tristeza se fue al cielo.”

Intoxicados nace con el fin de un proceso que dejó alrededor de un 50% de pobres y desocupados, un sistema productivo quebrado y una crisis de representatividad inédita en nuestra historia. Pity inicia un viaje sin retorno, ya no se le perdonaría tanta belleza, tanta creatividad, tanta denuncia.

La etapa del nuevo siglo para Álvarez, fue una concatenación de gemas musicales para todos los gustos, no era una simple casualidad su reconocimiento en las grandes ligas.

El periodismo, hienas ambulantes sedientas de sangre indefensa, inició una oleada difamatoria análoga a la que sufrieron Tanguito y Gatica. Por ser de barrio, por no tener status como Charly o Calamaro, por ser de la raza de los derrengados. Entonces se construyó una figura equívoca, maléfica, distorsionada como esa guitarra que empezaba a transformarse en una usina de temas inolvidables y con una carga emocional insuperable.

No le perdonaron siete años que dejaron un póker de discos hermosos, con un puñado de historias llenas de rabia popular, no le perdonaron “Como ganado” “Religión” “Está saliendo el sol” o “Nunca quise”. Prefirieron estigmatizar, con la complicidad de SADAIC Y CAPIF, además de los exégetas de las buenas costumbres y las compañías discográficas a un hombre como cualquiera, a un ídolo popular, un laburante de la música, burlándose de “Sr Kioskero” “Pila Pila” “Reggae para Mirtha” o “Las cosas que no se tocan” y banalizando un derrotero atravesado por madurez y vanguardia.

Cabe aclarar que nadie duda que debe pagar por el crimen cometido, el hecho en sí, es una certeza que no pretende otorgar forma de oxímoron a esta síntesis, sino que procura problematizar la penosa situación que se vive en villas miseria, barriadas del conurbano y, sobre todo, la continua hostilidad con que se habla de determinados lugares, en un país donde la industria de la música se encarga de actuar como agente tributario y no como espacio donde resguardar la obra musical de nuestros artistas.

No omitimos que hay una víctima ni tampoco que Pity Álvarez venía en caída libre, tampoco que no tuvo un (Ramón) Palito Ortega o perro que le ladrara cuando más necesitaba abandonar ese hábitus frecuente de quemar los sueños en pipa y que alberga decenas de miles de personas en nuestro país. Simplemente queremos dar una mirada más hermenéutica de un fenómeno que tiene como protagonista al susodicho, pero que no es más que una consecuencia de la poca voluntad política de nuestros representantes para mejorar las condiciones de vida en los barrios periféricos de CABA y Gran Buenos Aires.

Al fin y al cabo, al igual que el protagonista de la noticia más rutilante de los últimos días (mientras el FMI digita las prerrogativas para que nuestro país las obedezca) pienso lo mismo que reza ese himno inconmensurable (in)titulado “De la guitarra”

“No hablo de drogas, no hablo de tranzas, no hablo de cosas raras, es un pequeño anhelo, una pequeña estación…

El sueño de algunos puede ser cambiar el auto o tener una casa de fin de semana, el sueño de otros puede ser solo tener una guitarra, para tocar esta canción que escuchás”.

Texto: Santiago Minimal

Ilustracion: El Dogo Estepario.

PH: Cortesia Revista Rolling Stone.