Psicoanálisis virtual

Carlos Riedel25 mayo, 2020

Por Jorgelina Altmann, psicoanalista... Hoy ya no es tema de discusión si se puede hacer psicoanálisis de manera virtual o no. De hecho lo estamos haciendo. Recién estamos empezando. La pandemia hizo que tuviéramos que replantearnos este nuevo dispositivo. No sabemos ni cómo ni hasta cuándo continuará. Es una nueva realidad. Es lo que hay. Es lo que se puede.

En un principio, me agotaba hacer psicoanálisis bajo esta modalidad. Llegaba a la noche muy cansada y con mucho dolor de cabeza. En ese entonces, me imponía una atención distinta de la que disponía en el consultorio. Me recordaba a mis inicios en la práctica del psicoanálisis.

En algún punto, forzaba la escucha. No sólo por estar atenta a que no se cortara la comunicación por la señal de Wi-Fi, sino intentando que no se me escapara ninguna de las palabras que decía quien hablaba. La angustia nos atravesó a todos, evidentemente.

Ya desde hace un buen tiempo empecé a darle un lugar diferente a la escucha y es por eso que hoy puedo decir algo distinto al respecto.

Empecé a encontrar otro modo de llevar a cabo esta práctica virtual, y es ahí donde el deseo me vuelve a encontrar una vez más. El acto psicoanalítico no es sin el deseo del analista. Y darle un lugar distinto a la atención. Una atención, de esa de la que nos valemos los psicoanalistas y nos orienta en la clínica, la atención flotante.

El inconsciente está ahí, y no es sin esa escucha, dada por la atención flotante, que se dejará atrapar o no. Y acá aparece un concepto fundamental para el psicoanálisis: el inconsciente. ¿De qué manera nos anoticiamos de nuestro deseo? A través de las formaciones del inconsciente: síntomas, olvidos, fallidos, chistes y sueños. Las formaciones del inconsciente son apariciones bruscas que aparecen cuando un sujeto está haciendo o diciendo algo. No piden permiso. Nos sorprenden. Solamente ese sujeto que tiene el equívoco es quien tiene las llaves para asociar libremente. Algo que en un primer momento pareciera no tener sentido, irrumpe para ser leído. Es en un análisis donde la palabra empieza a circular de una manera distinta, y es en ese lugar donde la palabra cobra una dimensión diferente al ser escuchada por quien la dice.

Otro concepto fundamental para el psicoanálisis es la angustia. Los que nos dedicamos a esto, damos a la angustia un lugar diferente del que le da el discurso médico. La gente no tiene por qué saber cómo los psicoanalistas pensamos este concepto. La angustia se inventó antes que el psicoanálisis. Para los que estudiamos psicoanálisis, la angustia es una señal que habitualmente marca un rumbo; es esa sensación de que hay algo que no se puede manejar y provoca incomodidad en la vida del sujeto. Sin embargo, la angustia es un paso adelante, porque ocurre cuando la persona empieza a darse cuenta de que está ocupando un lugar que no le hace bien. Y, aunque no salga rápidamente, sabe que está en un lugar equivocado. Tal como dice Sören Kierkegaard, “La angustia es el vértigo de la libertad”. Es la angustia la que posibilita la libertad, dando lugar a que emerja un sujeto que pueda desear, desear salir de ese lugar donde está asfixiado, aprisionado, aplastado, con síntomas, inhibiciones y angustia.

Es importante que la persona pueda preguntarse por eso que le pasa, ya que el síntoma que no es interrogado sigue ahí, fijo, sin movilidad ni dinamismo, y el síntoma debe poder descifrarse. Es así que el dispositivo analítico posibilita dar a los síntomas un sentido nuevo y, a quien los padece, saber de la existencia del propio inconsciente. El síntoma representa al sujeto, representa su subjetividad. Lo importante es poder leerlo, elaborarlo, para que el síntoma pueda desplazarse y que la persona no quede detenida en eso que le genera sufrimiento. No es fácil dejar un lugar sin saber que hay otro. Generalmente hay una posibilidad para hacer algo con la historia de uno, para elegir y si bien la estructura del sujeto no cambia, lo que cambia es su relación con la vida.

Hoy estamos atendiendo vía online y la experiencia que me viene dando la práctica es que el inconsciente y la angustia aparecen igual en el paciente aunque no esté en el consultorio. Tanto uno como otra quedan alojados. Entendí que la presencia del analista no significa ni supone a la persona en sí. La presencia del analista es la que hace función en la transferencia para permitir que se manifieste el inconsciente. La presencia es simbólica.

Nos queda una investigación por delante, que no vamos a poder hacer hasta que pase la pandemia. En un tiempo posterior sabremos sobre los efectos que este dispositivo ha tenido en los análisis, saber diferenciar por dónde hubo efectos y el modo que el inconsciente se dejó atrapar por este dispositivo. Es un tiempo en que hay que pensar nuevas maneras de reinventarnos.

No quiero dejar de decir que apoyo a los psicólogos que están esperando que se los exceptúe para poder trabajar en consultorio, pero los que podamos trabajar online, podremos seguir haciéndolo. Es la mejor manera de cuidarnos y cuidar a otros.