Por Osvaldo Croce y Armando Borgeaud...

Blanco.

Lo único que podía entusiasmar a Don Gregorio Juárez por ese entonces era la posibilidad de vestir un traje blanco. Dedicado desde siempre a la falsificación de billetes, respetado por los del ambiente, cada tanto se iba a las islas para evitar demasiada curiosidad de los milicos. Alguien le avisaba y entonces el hombre acariciaba a su perro Araca, ponía varios fajos de billetes falsos más una muda de ropa en una valija chica y se tomaba la Galofré.

Esos días eran una aventura para el cincuentón que jamás había formado una familia ni amasado fortuna ni comprado lujos para no llamar la atención. Esos si, nunca le faltaban putas de gran nivel con las que iba a ver óperas al Colón después de cada siesta lujuriosa, ni zapatos de cuero fino. Lo del traje blanco, berretín crecido después de los cuarenta, iba creciéndole por dentro cuando bajó, en abril del 87, en el muelle donde solía pasar aquellos retiros forzosos. Fue allí que conoció a Diana.

Ella era una mujer joven, de estudios secundarios, hábil e inteligente para los números. Volvió a la isla cuando, en los carnavales de ese mismo año, quedó huérfana con sus siete hermanos. A las tres mujeres las mandó a estudiar como ella, pagándole los gastos. A los cuatro varones los echó sin miramientos, porque yo no mantengo vagos y ya pueden ir a trabajar.

Don Gregorio y Diana compartieron algunos almuerzos y una tarde lluviosa, con alma de milonga, ella escuchó el deseo del traje y sintió las manos del hombre despertándole otros deseos. A las tres semanas, era ella la que proponía juegos en la cama y Don Gregorio el que suponía haber recuperado añejos entusiasmos. Sólo extrañaba al pobre Araca.

Sonaban las campanadas del año nuevo del otro lado del río cuando los dos bebieron sidra helada para festejar y ella le dijo que tenía un traje blanco, justo para su persona. Don Gregorio pagó con gusto sin saber que era la ropa del finado padre de la almacenera. Se durmieron hamacados por el rumor marrón, soñando con diversos ángeles.

A la madrugada el hombre, de impecable traje blanco, huyó en un bote de pescadores. Sentía un poco de pena por Diana, pero se consolaba pensando que la vida es así, que pronto lo olvidaría ni bien se enterara de que los billetes eran de mentiras. En eso estaba cuando tres tiros lo derrumbaron cerca de la orilla opuesta, cuajerón blanco entre el camalotal y el bote.

De Diana nunca más se supo. Alguien dice que se fue a Corrientes, con la plata que le dieron por la información los que buscaban al viejo para cobrarle tantas estafas. Sin embargo la mayoría piensa que la liquidaron esos mismos tipos cuando llegaron, vieron los billetes falsos junto a las copas vacías y tiraron a mansalva sobre la puerta del dormitorio. El almacén todavía está abandonado.

Isla

Por qué

…..Porque la gente que habla en voz baja esconde algo. Por eso desconfié desde el principio del tono resfriado y esa manera de refregarse las manos, como si estuviera a punto de pedir plata para tapar alguna macana o reponer la que afanó cuando lo descubrieron.

No sé, por eso. A mi me pasa que cuando alguien no me gusta de entrada, no le creo aunque venga con el DNI de la Madre Teresa, por poner un caso. Y se muy bien de lo que hablo, me sobran ejemplos después de tantos años como supervisor de muelle en este puerto. Debe ser que observar el río lo vuelve sabio a uno. Y desconfiado. De otro modo la empresa no me hubiera dado semejante cheque en blanco para administrar tanta plata. Algo vio en mí.

Esta gente se puede equivocar en muchas cosas, pero jamás en elegir a los empleados. Y eso que en aquel momento no había pruebas sicológicas, ni qué macana. Al patrón le alcanzaba hablar un rato de parado para calar al candidato hasta los calzoncillos. Si me acuerdo.

Sabe la cantidad de tipos que pasaron por mis manos desde entonces, una jungla de personajes. Y entre ellos, muchos de voz meliflua como este coso por el que usted me pregunta. Todos parecidos, ninguno capaz de mirar de frente, porque los escondedores asoman el cogote para todos lados antes de hablar, por más que se trate de una pavada, como si necesitaran confirmar que no hay testigos. Mi viejo tenía un dicho: cuidate de esa gente Rogelio, si no la hizo, la va a hacer. Un adelantado el pobre.

…..Porque quise ver hasta dónde podía llegar este ñato, la primera vez que me pasa, lo admito. Por eso acepté la invitación de ir ese domingo al recreo Fiorentino con las dos minitas de la administración. Bueno, según él las chicas iban más temprano para esperarnos con el vermouth y la picada. Y hasta el fuego a punto para tirar la carne, Rogelio, dejalo todo en mis manos, vos llevá el vino y las ganas de divertirte que lo demás corre por cuenta mía.

A mí me daba el sol de frente esa mañana cuando me lo vino a decir al muelle, mientras cargábamos el carbón en La Litoraleña, encima siempre teníamos diferencia entre tierra y bodega.

Saltó a bordo con extraña agilidad para su tamaño y estuvo cinco minutos con la nariz pegada a mi cara, la respiración entrecortada por el humo del infaltable cigarrillo. La ansiedad susurrante y exagerada del que se concentra en hacer pisar el palito. Vaya a saber con qué intención me preguntaba yo la noche antes del día acordado, sin poder dormir, mientras recordaba mi cabeza asintiendo para que se fuera de una vez, repitiendo mañana en el atracadero de la Galofré, claro que voy, ni loco me pierdo esa fiesta.

….Porque estaba seguro que se trataba de un invento que las dos minitas de la administración hubieran aceptado ir al recreo conmigo, al que ni siquiera saludaban cada mañana cuando viajábamos juntos en el colectivo. Qué ganaba con comprobar lo que ya sabía si mi intención era desenmascarar al cretino en el escenario que había elegido. A lo mejor porque en algún lugar mío deseaba que fuera verdad, mire lo que pregunta

…..Porque todo iba bien hasta que llegamos al canal con sus costas cercanas y tan lejos, el día hermoso y abierto en un celeste maravilloso, el solcito de las diez de la mañana empezando a picar, las manos pescando agua del río para refrescar la cara, el túnel verde en el ronronear del motor fiel rumbo a la mentira inventada por aquella voz arratonada.

Percibí su sombra y el balbuceo para pedirme unos pesos hasta mañana, ando seco, vos sos mi amigo, no quiero quedar mal con las chicas. Porque yo no lo empujé, cómo es posible que tengan dudas. Porque se dio vuelta ofendido y cayó como una bolsa.. Porque no sabía nadar el pedazo de inútil. Porque el chofer de la lancha es medio sordo y dice que no escuchó mis gritos. Qué querían que hiciera.

….Porque las minitas de la administración siempre me tuvieron bronca.