Sábado 23/11: Conversación nocturna ( 2003 )
El francés Georges Gachot pianista y director de cine, demoró veinte años hasta lograr que la genial intérprete lo autorizara a plasmar lo que ahora podemos disfrutar: conversaciones ensoñadas sobre el amor a la música, sus maestros inolvidables, los compositores que continúan iluminando su vida, el ambivalente sentimiento al salir a escena, el dolor de las ausencias, los recuerdos de una adolescencia conflictiva y solitaria, su permanente rebeldía en lucha por la libertad, la permanente y distante relación con la Argentina en la que no vive desde los 12 años.
Una invitación especial para encontrarnos con la auténtica Marta Argerich en la oscuridad de la sala.
Presentación y conducción del debate, Armando Borgeaud
Sábado 23/11
Moreno 132, Zárate
Horario de la función: 19:30 horas
-Conversación nocturna (2003)-
Guión y Dirección: George Gachot
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Documentales dirigidos por George Gachot
2018 Where Are You, João Gilberto?
2014 O Samba
2012 L'ombrello di Beatocello
2010 Rio Sonata: Nana Caymmi
2010S RF Kultur: Stars
-2007 Kantha Bopha, 15 ans déjà
2005 María Bethânia: Música y perfume
2004 Geld oder Blut
2003 Martha Argerich, conversation nocturne
2000 And the Beat Goes On
1997 Bach at the Pagoda
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Las palabras y las cosas
Por Diego Lerer de Clarín
Ante películas como Conversación nocturna, el documental que Georges Gachot realizó sobre la pianista argentina Martha Argerich, cabe plantearse algunas preguntas respecto al género "documental sobre artistas", y su correspondiente análisis crítico: ¿qué se premia, se celebra, se critica al ver un filme como éste? ¿El talento de la artista, del director a la hora de mostrar su obra, la claridad, el didactismo, la comprensibilidad, el hallazgo de materiales, la entrevista en sí?
La pregunta tendrá distintas respuestas, obviamente, pero sólo una parece imponerse con claridad durante el transcurso del filme y no es ninguna de las citadas. Habría que hablar, en cambio, de un concepto de verdad cinematográfica, de transparencia, casi de pureza de materiales. Gachot deja que sean el rostro y las manos de Argerich las que cuenten la historia. No hay una biografía mayor de la que está inscripta en esos territorios, en esos dedos que recorrieron escenarios en casi medio siglo de carrera (las primeras imágenes que se ven aquí datan de 1957), y en ese rostro que es aquel y no lo es. En expresiones casi sueltas, que combinan ligera seducción con ironía, y que se permiten el recuerdo pero siempre a resguardo de caer en la melancolía, Argerich y Gachot hacen una película que fluye en tiempo presente, donde una interpretación de 1979, otra de 1967 y un ensayo grabado en 2001 conviven en armonía.
No hay mejor historia que la que evita el dato de la biografía y en ese sentido el filme es ejemplar. Podemos adivinar casi todo de Argerich sin que lo diga nadie. Está en su pequeña anécdota infantil acerca de su relación con Paganini y con el Cuarto Concierto de Beethoven; en su humorístico racconto de su primera "cancelación" de un concierto o en su performance de la Partita en Do Menor de Bach.
Argerich abre el juego a la hora de combinar interpretación con biografía cuando comenta su relación personal con los compositores, cómo siente que Schumann es para ella "fácil" y cómo dos autores se pueden llevar mal entre sí ("se celan") si elige interpretarlos uno tras otro.
Que los dedos de Argerich sean prodigiosos, que su sensibilidad nos atrape desde el primer momento o que los fragmentos elegidos sean o no los mejores de su repertorio será secundario. Aquí la verdad está dada porque esa persona que surge de la charla reaparece frente al piano, y no hay forma de comprender una sin la otra. Hay un decir elusivo de Argerich que es el decir de sus manos sobre el piano. No hay más secretos. Los agregados —algunos planos porteños, otros costeros— no sirven más que para "airear" la cuestión, necesidad algo banal si se quiere. Con el impecable combo rostro y manos es más que suficiente. Como el notable Saluzzi, sobre otra figura indomable de la música argentina, el documental esquivo no sólo parece una idea impecable, sino la única posible.