De la magia del teatro a la imaginación del mundo sonoro

Carlos Riedel18 diciembre, 2020

Por Víctor Fleitas | vfleitas@eldiario.com.ar... Cuatro episodios conforman la propuesta de “Niebla”, un radioteatro de refinado montaje que cuenta una historia que oscila entre la intriga y el policial. A tono con los confinamientos y distanciamientos de rigor, fue grabado en distintas ciudades de la Argentina y en su exhibición ha logrado comentarios esperanzadores, incluso demás allá de las fronteras.

Una peculiar experiencia ha llevado adelante durante 2020 un equipo cuyo núcleo es teatral, comandado por el director, dramaturgo y gestor cultural Gastón Díaz, de la ciudad de Gualeguay. Se trata de “Niebla”, un relato en cuatro episodios que reconcilia el tradicional formato del radioteatro con técnicas refinadas de construcción de la escena sonora y la intención de enriquecer la esfera de la percepción a partir de intentos literarios por involucrar los distintos sentidos y la imaginación.

En efecto, estos tres intereses se materializan en el discurso construido: hay huellas sígnicas que parecen llevarnos hasta ellos. De todos modos, los niveles de desarrollo en cada uno han variado, lo que justifica una mirada de mayor profundidad. No obstante, debe indicarse que las piezas sonoras poseen las cualidades suficientes para que quede satisfecho un destinatario promedio.

En principio, debe señalarse que los cuatro episodios no son autónomos sino capítulos de una misma historia, es decir, se trata de personajes que se van envolviendo en una trama que se resuelve recién en la cuarta entrega. Es conveniente tener en cuenta que los episodios están pensados para un consumo determinado: de a uno, incluso por día, como era en la época dorada del género cuando a la caída del sol la familia propietaria del aparato de radio y algunos de sus vecinos se reunían a seguir las alternativas que devolvían las recordadas “capillitas”.

Cuando el radioteatro perdió popularidad y su tensión dramática fue absorbida por la telenovela, algunos programas resistieron la política del olvido y se refugiaron en espacios determinados de la programación radial, un domingo a la noche, por ejemplo. En estos casos, cada propuesta era independiente, comúnmente llamados unitarios: la historia se planteaba, se desarrollaba, estallaba el conflicto y se resolvía en la misma emisión.

PANORAMA

Por sus características, una y otra forma de narración plantean la conveniencia de que se atiendan cuestiones específicas. En el caso de “Niebla”, entonces, se optó por los viejos formatos: contar una historia en cuatro capítulos.

En lo formal, la estructura de cada uno de ellos es similar: primero, una intervención breve, en tono confidente, en la que se propone al destinatario un mensaje que interpela las condiciones de recepción; y, luego, inmediatamente, se desovilla el relato dramático. Sin dudas, es una buena idea el detalle de sugerirle al oyente que construya el espacio de escucha; hay una apelación además al disfrute, no sólo al consumo; y una fuerte convocatoria al despertar de los sentidos adormecidos, como el olfato; o a la propia imaginación en la exaltación del aroma de té que desprende el agua caliente; o en la recomendación a bajar las luces, apagarlas o cerrar los ojos, a fin de desprenderse de la vista, testigo deformador de realidades.

En el mismo plano, ese maestro de ceremonia aconseja el uso de auriculares, porque la sonoridad construida tiene capacidad de generar sentido de realidad: unos leños ardiendo, un piso de madera que se recorre, melodías que constituyen los diferentes estados de ánimo, la horda que clama justicia por mano propia.

TRAMA

Por cierto, el montaje de los materiales sonoros es de tan buena calidad que disipa falencias puntuales de la situación dramática e induce al destinatario sencillamente a dejarse atrapar por las voces, los silencios, los efectos y las músicas, integradas que manera armónica.

Un primer inconveniente, producto de las decisiones formales que se han tomado, es que la historia se cuenta siempre hacia adelante, es decir que en los episodios dos, tres y cuatro no se recuerda en qué punto del relato se estaba, qué había pasado antes.

La pieza de radioteatro “Niebla” cuenta además con una narradora que va hilvanando las escenas, pero su participación está acotada, limitada a la escritura puntual típica de una indicación teatral (de esas que en los guiones de las obras suele aparecer entre paréntesis) y se desaprovecha la oportunidad de que retrate o describa para lograr transportar al oyente con su imaginación o sus sentimientos, lo que estaría en sintonía con esta inquietud por brindarle elementos al destinatario para que su ilusión vuele, que se advierte en algunas notas a lo largo del trabajo. Asimismo, la participación del/la narrador/a debe ser equilibrada y sostenida a lo largo de los episodios: no debe ser entendida como una competencia con lo actoral, sino como su necesario complemento, aquello que hará relucir la naturaleza puramente artística de las intervenciones.

ELENCO

En lo formal, la excusa narrativa de la historia que se cuenta es la aparición disruptiva de una entidad (representada por la niebla) que modifica las ideas generales sobre lo próximo y lo lejano, que cambia el paisaje (no sólo lo visible, también el de los vínculos interpersonales), que modifica el estatuto del tiempo y altera las nociones de lo urgente, pero que también influye en los estados de ánimo y al alterarlos hace emerger aspectos desconocidos en las personas.

La dramaturgia incorporó seis personajes: una actriz forastera que llega a un pueblo serrano junto con la niebla, fenómeno que en la obra también tiene una expresión oral y opera como la interioridad dominante sobre la actriz, que la impulsa a la calma, a la seducción y al goce de lo prohibido, que la alimenta y la deja exhausta un segundo después; dos hermanos policías que investigan casos ocurridos desde el arribo de la artista, que alteran la opaca tranquilidad del paraje; una locutora que informa unas y otras situaciones y su marido. De distinto modo se irán relacionando con la extraña visitante. Y en ese juego de aproximaciones, de equilibrio entre lo autorizado y lo condenado, una comunidad de atributos nobles y condenables irá proveyendo del sustrato que necesita la historia para enredar al destinatario en una maraña de intriga y especulaciones, de sospechas fundadas, de certidumbres improbables, de ejercicio del dominio y de un aceptado sometimiento.

LOGROS

En tanto producto sonoro, la calidad del montaje permite seguir las circunstancias como un típico caso policial. Pero visto a trasluz de un análisis más estructural, hay elementos del dispositivo dramático (construcción de los personajes, verosimilitud de las situaciones, vínculo entre lo representado y lo que representa) que podrían potenciar un relato que, de todas formas, da cuenta de búsquedas, como algunas pócimas donde se pone en valor cierta abnegación ante el sacrificio por un bien que se supone superior o se juzga justificado.

El aplicado a la realización de “Niebla” es por cierto un lenguaje tal vez no completamente nuevo, pero sí desusado, con el que acaso convendría familiarizarse para pensarlo incluso como estrategia de creación de nuevos públicos teatrales, de contacto con espectadores físicamente distantes, de nuevas experimentaciones en práctica dramatúrgica y actoral, de ampliación de las propuestas y hasta como posibilidad de ingreso extra para los castigados grupos independientes.

“Niebla” viene a demostrar que esos senderos pueden ser explorados, que esa discursividad tiene potencial, apoyada en la riqueza que aportan los dispositivos digitales tanto para registrar y editar sonidos como para disfrutarlo en la instancia de interlocución. Algo así como un brote tierno que sorprende al viejo oficio por hacer imaginar, pensar y sentir lo ajeno como propio y lo propio en lo ajeno que ha caracterizado a la actividad teatral desde que se tenga memoria.

Ficha Técnica

Reparto:

Agustina Sconochini (Niebla)

Candela González Tonon (Mía)

Juan Ignacio Piasentini (Segundo)

Carolina Díaz (Locutora)

Luciano Crispi (Amón)

Tomás Buccella (Abel)

Duración: 75 min.

Dirección y dramaturgia: Gastón Díaz

Ilustraciones: Lisandro Ziperovich

Tratamiento sonoro: Pablo Bronzini

Edición de sonido: Pablo Bronzini

Producción ejecutiva: Laura Alejandro