Historias de la tierra y del saqueo

Carlos Riedel8 diciembre, 2019

Quiero contarles historias de este país y de sus anónimos ausentes. Son historias de la tierra y del saqueo. Aquí me pongo a pensar, a la sombra de un alero, y todo me va surgiendo de la mano del recuerdo...

Por Sebastián Galarza desde Guadalajara. México

El recuerdo es muy reciente. Un viajecito lejano por las playas y montañas del oeste mexicano. De sus gentes y paisajes llevo buenas impresiones, que quedaron bien guardadas, en mi cabeza y retinas, y en mi corazón feliz de viajante aventurero.

...Eran como las 4, la hora feliz en la pequeña playita de XAMETLA.

La hamaca de fibra natural crujía bajo la espalda curtida por el sol del Pacífico.

El intenso calor tropical de la siesta lo devoraba todo. Más allá de las aguas color turquesa, se alzaban en el horizonte tres islas de piedra con vegetación verde y  exuberante.

Parecían perlas que brillaban en medio de una pileta azul cristalina. Como si alguna mano gigante las hubiera depositado ahí y olvidado de ellas para siempre.

Por la mañana los pescadores habían juntado las redes con su preciosa carga de peces coloridos y algunos caracoles de mar. Regresaban a la playa después de una madrugada de faena.

Habíamos llegado la mañana anterior, caminando por una ruta desierta y cargando las enormes mochilas sobre los hombros como burritos de trabajo. Bajo el calor del mediodía, la piel brillaba en perlas de sudor, que bailaban en la brisa.

Lucas Monjes Ochoa estaba sentado en una hamaca debajo de la choza de techo de palmas y postes de palo.

Su dentadura de plata brillaba en cada sonrisa que su alegre rostro lanzaba, surcado por el trabajo. Los bigotes engañaban su edad y le hacían perecer mas viejo. No parecía de 35. Con el sombrero de alas anchas cayendo sobre su cara, se parecía al Zapata  que vi en un afiche del mercado. Me contaba de su vida. Hablaba de lo sencillo y de lo natural de vivir en la playa, junto a la mar que le daba de comer...

"Yo soy albañil señor, y de los buenos. Soy fabricante de PALAPAS, esas casas de palmeras que usted ve ahí. Para darle de comer a la familia tengo un arpón y pesco en aquella islita del frente. Ayer saqué un mero de este tamaño. Pa que quiero más?? la costa me da todo, es mejor que estar jalando el campo"...

El hombre era un obrero. De esos miles que habitan la América Latina y abandonan sus cosechas para dedicarse a otras cosas, otras actividades para subsistir.

Lucas había nacido en San Mateo, una pequeña población agrícola del estado de Jalisco y emigró de su pueblo en busca de un mejor trabajo.

"En los campos y en los pueblos se muere uno de hambre señor...", repetía en forma de dolorosa letanía. "Hay que irse a la costa a pescar un poco"...

El hombre había trabajado en la cosecha del agave, (planta originaria de la región con la que se produce el licor de tequila). Pero a mucho trabajo era poca la paga.

Los peones se desloman día y noche bajo el sol para ganar algunas monedas que se gastan como el agua en los abarrotes (despensas) y tiendas.

Los salarios rurales en estas comarcas del mundo, como en el resto del continente, son miserables.

Los campesinos de las haciendas viven con salarios invisibles y oprimidos bajo el eterno yugo de un latifundio casi feudal, como también de un gobierno ausente. En la tierra del maíz y de las frutas, el índice de niños desnutridos aumenta en forma alarmante, dia tras dia, muerte tras muerte. Y a nadie le importa. La impunidad es la enfermedad de los pueblos.

En las tiendas y mercados se venden productos que para el ingreso del campesino promedio, tienen precios de fábula. Frijoles, harina y aguardiente son las bases de su alimentación, por eso hay quienes, como Lucas, deciden buscar la costa para poder comer pescado y obtener así algo de proteínas.

México es un país usurpado, arrasado, desprestigiado y la violencia es producto del consumo importado de la droga y del terror.

Todo a lo largo de la historia, ha sido saqueado y ultrajada su soberanía, desde Hernán Cortés hasta el vasallo político de Porfirio Díaz, desde la lucha libertadora de Emiliano Zapata en el sur hasta la expulsión de los inmigrantes en la frontera con Estados Unidos.

La conquista de México empezó siendo una guerra del agua, y la derrota del agua anunció la derrota de todo lo demás.

En 1521, Hernán Cortés, (descubridor español), puso sitio a Tenochtitlán que era la ciudad del imperio Mexica. Lo primero que hizo fue romper a golpes de hacha el acueducto que llevaba el agua, el agua de beber. Y cuando la ciudad cayó, al cabo de mucha matanza, Cortés mandó a demoler los templos y los palacios, y echó los escombros a las calles de agua.

A España no le gustaba el agua, que era cosa del diablo, herejía musulmana, y del agua vencida nació la ciudad de México, alzada sobre las ruinas.

Ahora, la ciudad capital del país muere de sed. En busca de agua escarba, se hunde. Donde había aire, hay polvo. Donde corría el agua, corren los autos.

Unos cuantos años más acá, en 1845, los Estados Unidos se habían anexado los territorios mexicanos de Texas y California, donde impusieron la esclavitud en nombre de la civilización.

Y en esa guerra México también perdió los actuales estados norteamericanos  de Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada y Utah. Más de la mitad del país quedó bajo dominio extranjero.

El territorio robado equivale a la extensión actual de mi país, la Argentina.

Este es un país atrapante, increíble, antagónico, donde los paisajes de colores y la calidez de su gente enamoran al visitante. El sabor de sus comidas es tan intenso, que el paladar se viste de fiesta con los colores de su bandera.

El verde chile picante inunda el paladar y el blanco de las tortillas se tiñe bajo el rojo color del tomate mezclado con carne de res y verduras diversas. Tacos, maíz, burritos, aguas refrescantes y sabor a pueblo y desierto. Todo se mixtura para darle un matiz personal, autóctono y único.

En el país de la abundancia también existen el hambre y el abandono. Al decir de Galeano: "pobrecito México!!! Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos..."

Me propongo seguir descubriendo estos lugares tan místicos y a la vez tan impactantes.

Tengo ganas de ir al sur. Las revoluciones son el producto de la opresión sistemática de los pueblos nobles. El consumismo capitalista eclipsa a las sociedades rurales organizadas condenando sus futuros a mendigar migajas.

México es noble, México se calla y aguanta todo. Pueblo sometido a la colonia foránea. Pueblo resistente y guerrero, en la lucha fue concebido y en la lucha vive. Se lo que estoy buscando. Voy en busca de eso...