SEBASTIÁN, el clandestino

Carlos Riedel25 febrero, 2018

Rafael Sebastian Guillén Vicente, el Subcomandante Marcos. El hombre, el mito. El líder de los pueblos aborígenes de Chiapas, en el sur selvático mexicano. Una realidad que camina a la sombra de la postergación y la leyenda.

Por Sebastián Galarza desde Chiapas, México.

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El rostro ausente. Los ojos inquietos detrás del pasamontañas de lana negro bajo la gorra esmirriada.

La mano sosteniendo la cabeza reflexiva...Fumando en una pipa de madera su imágen voló como el humo que exhalaba y le dió la vuelta al mundo.

Estampa pensativa de un hombre con ideas libres. Luchando pensó modificar un presente sin futuro. Pensando intentó cambiar la realidad que duele.

Aborigen, campesino, indio y olvidado de esta tierra, como el resto. Su imágen resalta en un mundo de tinieblas. Voces mudas se recuestan en su lucha...

La primera vez que lo vi, estaba pintado en la pared de un barrio cualquiera del conurbano pobre de Buenos Aires.

Hoy estoy más cerca, pero fluye en el aire como un fantasma.

Su nombre es Sebastian, igual que yo.Hábil narrador y escritor de crónicas comunes de la gente y de la vida cotidiana de la sierra y de la selva.

Apasionado de la literatura. Poeta contemporáneo y filósofo crítico de la realidad que lo rodea.

Algo de la vida en ese rostro misterioso me atrae y me identifica plenamente. Hace poco llegué a su país y ya me intrigan las entrañas de su historia, de su lucha.

Las calles se visten con su nombre. Las paredes dicen sus verdades. Yo lo veo, a cada paso.

Antiguo alumno de un colegio jesuita y brillante profesor de filosofía en la universidad de Mexico, la vida lo llevó por el rumbo de las armas.

Levantó su voz y las de miles de mudos sobrevivientes, montado a caballo con un fusil al hombro.

Su nombre es Rafael Sebastian Guillén Vicente, el Subcomandante Marcos.

A principios de enero de 1994 el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), comandado por Sebastian e integrado mayoritariamente por indígenas, tomo militarmente las ciudades de San Cristóbal y Ocosingo en el estado de Chiapas, en el sur selvático del estado mexicano.

El EZLN demandaba así que el Gobierno federal mejorara las condiciones de vida de los pueblos indígenas, que se respetara su cultura y el derecho a tener los mismos servicios que cualquier ciudadano mexicano.

Marcos es el nombre de un compañero que murió, y nosotros siempre tomábamos los nombres de los que morían, en esta idea de que uno no muere sino que sigue en la lucha...

Los frívolos poderes políticos de un mundo idiotizado por el capitalismo asesino de la hipocresía y la mezquindad lo tíldan de extremista, guerrillero y subversivo. Los indios y campesinos que habitan en palapas y casuchas de barro que se caen a pedazos, le agradecen, su solidario corazón.

Sebastián: el clandestino, el reprimido, el silenciado, el levantado en armas, el guerrillero, el amado por el pueblo aplastado por el hambre y la pobreza.

Yo soy Marcos en San Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Ysidro, anarquista en España, palestino en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, chavo banda en el  DF, rockero en una iglesia, judío en la Alemania nazi, feminista en los partidos políticos, comunista en la posguerra fría, preso en Guantánamo, pacifista en Bosnia, mapuche en los Andes, maestro de la selva, artista sin galería ni portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier barrio de cualquier ciudad de cualquier México, guerrillero en el México de fin del siglo XX, huelguista en la bolsa de Nueva York, reportero de nota de relleno en interiores, mujer sola en el metro a las 10 p.m., jubilado en plantón en el Zócalo, campesino sin tierra, editor marginal, obrero desempleado, médico sin hospital, estudiante inconforme, disidente en el neoliberalismo, escritor sin libros ni lectores, y, es seguro, zapatista en el sureste mexicano. En fin, Marcos es un ser humano cualquiera en este mundo. Marcos es todas las minorías intoleradas, oprimidas, resistiendo, explotando, diciendo "¡ya basta!" Todas las minorías a la hora de hablar y mayorías a la hora de callar y aguantar. Todos los intolerados buscando una palabra, su palabra, lo que devuelva la mayoría a los eternos fragmentados, nosotros. Todo lo que incomoda al poder y a las buenas conciencias, eso es Marcos...

Yo sigo aquí, desprendido de todo lo material que alguna vez tuve y me pesó, sólo y con mi mochila al hombro, admirando a personajes tan libres como este, batalladores de sus propias ideas.

Sigo buscando las historias y las raíces de estas luchas, cada vez mas convencido de que este viaje por las entrañas de América Latina me abrió los ojos a una aventura jamás imaginada.

Aventura que me acerca dia a dia y de forma inexorable, al contacto pleno con los pueblos y su realidad de opresión y resistencia.

México es la profundidad de la América oprimida. En él, caben muchas protestas de mineros bolivianos, huelgas campesinas peruanas, bonzos incendiados vietnamitas, luchas libertarias angoleñas.

México es un mundo dentro de muchos mundos, y la verdad siempre duerme junto a la justicia, aletargadas bajo un manto de olvido e impunidad. sigo en el camino...

 

* Sebastián Galarza, misionero de nacimiento, zarateño por adopción. Hoy, itinerante ciudadano del mundo.