Parte tres... FAMATINA: LA BITÁCORA DE CULTURA Y SAQUEOS EN LAS MONTAÑAS. LA GUÍA DE LOS CÓNDORES HACIA EL PASADO DEL IMPERIO INCA por Mario Albornoz

Carlos Riedel20 junio, 2019

09.03am

Partimos de la finca en dirección al cruce de caminos. Sabíamos que al llegar allí, sumando seis kilómetros más, montaña arriba, debíamos girar hacia la izquierda, siguiendo las indicaciones del cartel de metal con fondo verde y letras blancas.

Cruzamos por dos cerros que despedían de forma natural, trozos de laja negra. A nuestra izquierda, el río fluía con fuerza, ingresando en el sistema de riego para las plantaciones de nogales. Este se muestra amarillo, color que toma tras cruzar el cañón de ocre que se encuentra en dirección a “La Mejicana”.

A los lejos, en la otra costa repleta de grandes piedras y álamos, observábamos a varios trabajadores, arriando algunas cabras. Las fincas allí levantadas, también son de adobe. La imagen estaba lejos de lo que imaginamos y/o vivimos en las grandes ciudades. Era como participar de una escena de película basada en la historia. A sus espaldas, imponente se muestra la cadena de montañas llamada “El Aspero”. Pareciera alfombrada en una tela terciopelo verde, negro y óxido. Se cuenta que está formada en hierro, casi en su totalidad. Será por ello que, durante las tormentas eléctricas, se produce una espectacular cortina de rayos.

Finalmente llegamos al mencionado letrero. Este indica que a 27 kilómetros se encuentra Tres Piedras y a 45, la conocida mina de oro. Hacía la derecha, la zona denominada “Los Corrales” y hacia el centro, otro cartel indica que a unos pocos metros, se levanta la vivienda de Don José Kaliba, uno de los pocos descendientes diaguitas y, además, uno de los últimos lavadores artesanales de oro. Nuestro objetivo, por el momento, continuaba siendo la primera de las opciones.

Tomamos el sendero que nos llevaba a hacia el río. Con nuestros calzados impermeables, cruzamos el bajo nivel de agua, sin inconvenientes. En esta ocasión, se muestras cristalina. A una corta distancia, la primera de las empinadas subidas. El camino marca una “Z” en posición vertical. Con algo de dificultad llegamos a la parte máxima del mismo, aunque todavía nos faltaba mucho por caminar. A esa altura comenzamos a sentir los leves efectos de la puna. La misma comienza a manifestarse a partir de los 2.400msnm. En nuestro caso, habíamos alcanzado los 2600msnm.

10.43am

Llegar hasta allí, nos había llevado poco más de una hora cuarenta. Decidimos descargar nuestras mochilas, descansar algunos minutos y beber algo de agua. Es indispensable hacer paradas para rehidratarse.  Mirábamos a nuestro alrededor. Quedábamos impactados ante la belleza del paisaje. Quizá suene insistente, pero no hay manera de describirlo. Es algo que debe vivirse personalmente.

Algunos pájaros pequeños volaban entre las ramas de los arbustos y en los pocos árboles que crecen allí. A medida que la altura aumenta, desaparece, prácticamente, toda la vegetación. A lo lejos, se veía una veta, vivamente colorada. Detrás de esta, la cadena de montañas que, hacia la derecha, dirección oeste, lleva a la primera de las cimas nevadas.

El “Negro Overo” es una montaña, cuya altura alcanza los 5548msnm. Se encuentra al sur de Cumbre Baya y al oeste de cerro La Cunchi. Hasta allí debíamos caminar. En lo bajo, más allá del precipicio en el que estábamos, el río amarillo marcaba, aún más, su paso serpenteante, que venía desde la altura. Una obra de la naturaleza difícil de olvidar.

11.16AM

Calculo que habíamos caminado un par de kilómetros más, cuando nos encontramos con un nuevo cartel. El camino se transforma en una “V” horizontal. Hacía la izquierda, el sendero lleva a “La Mejicana”, pasando por el cañón de ocre y “La Cueva de Pérez” y, hacía la derecha, “Tres Piedras”. Por supuesto, giramos hacía la derecha. La otra dirección, la tomaríamos en cuenta al momento de comenzar a caminar hacía la cumbre del “General Belgrano”, quizá, en la próxima primavera.

Nuestro paso era cada vez más lento. La puna a 2900 msnm, es mucho más notable. La distancia entre descanso y descanso, se hacía más corta. No dejábamos de beber agua, pues el sol aún se presentaba con fuerza. También, había comenzado a soplar un potente y caliente viento del norte. Es inusual en estos tiempos, pero la fuerza del sonda lograba mover nuestros cuerpos. Se sabe que en la zona montañosa las corrientes pueden ser muy cambiantes en cuanto a velocidades, direcciones y temperaturas, pero no teníamos conocimiento de la violencia con la que pueden manifestarse de un momento a otro.

03.04PM

En casi cuatro horas, arribamos al sitio donde el río de agua cristalina, cruza el sendero, por segunda vez. De acuerdo a nuestros cálculos, habíamos recorrido cerca de doce kilómetros, más los seis que nos llevó caminar desde la finca hasta el primero de los carteles. Era demasiado por ese día. Nos detuvimos allí. Notamos que era propicio para acampar, pasar la noche y retomar el camino al día siguiente.

Descargamos nuestro equipaje. Se notaban pesados, pues al llamado “mal agudo de montaña”, se sumaban algunos kilos de alimentos, entre paquetes y verduras. Nicolás, se ofreció a cocinar unos fideos, mezclados con vegetales. El viento fuerte constante se había transformado en ráfagas que nos obligaban a dejar de respirar por algunos segundos. Era inútil. La fina arenilla se metía por oídos y nariz.  Ezequiel y yo, salimos en busca de leña. No caminamos mucho. En ese punto es abundante. Grandes arbustos secos a orillas del río se veían arrancados de raíz. Con seguridad eran los efectos del gran aluvión de agua y piedras que se produce en verano. Arrastra todo lo que encuentra a su paso.

04.35pm

Luego del almuerzo, junto a Javier buscamos un sitio para armar las tiendas. No fue fácil hallarlo. Las piedras de todos los tamaños se compactan con la arena. Algunas, son inamovibles. Algo incómodo para descansar. Unos metros camino arriba, todo se veía distinto. Un pequeño trozo de tierra alfombrado con césped verde y algunas flores amarillas en los árboles que lo rodeaban. Era el sitio justo para pasar la noche.

06.24pm

Antes del anochecer, escalamos uno de los muros naturales. Esté tenía unos seis o siete metros. Haciéndonos lugar entre las rocas encajadas, comenzamos el ascenso. Desde abajo parecía fácil llegar a la cima, pero, en subida, todo era distinto. Para utilizar una piedra como escalón, era necesario asegurarse que estuviera firme. La arena se desmoronaba y terminaba en el camino. De no ser precavidos ante terrenos desconocidos, el porcentaje de un accidente evitable, puede ser alto.

En sólo unos minutos, los cuatro estábamos sobre la planicie cubierta de césped y, como en el resto del lugar, piedras grandes, pequeñas y gigantes. Cada cual eligió su lugar predilecto para vivir la caída del sol. En mi caso, elegí un cómodo sillón natural con vista hacia el oeste. Desde allí, se veía todo el paisaje. Estábamos acampando en una de las tantas quebradas que dividen las montañas. Los colores variaban entre el marrón claro, blanco y verde. Allí, sólo se oía el paso del agua.

De pronto, tres cóndores comenzaron a sobrevolarnos. Es difícil explicar lo que sucede cuando esas aves, consideradas las más grandes del planeta entre las que vuelan, se muestran tan cerca. Al desplegar sus alas, hacen gala de su majestuosidad, logrando medir, hasta 3.3 metros de largo. Sin dudas, una bendición de la naturaleza.

07.12pm

El día finalizaba. El sol se escondía en dirección a la cordillera de Los Andes. Un poco más acá, frente a nuestra vista, las montañas, cuyo pie debíamos alcanzar al otro día, se mostraban tan bellas como todo lo demás. Un espectáculo que viviría a su lado, horas luego.

09.02pm

Cubrimos el fuego con arena. Es una medida segura en lugares naturales. En caso de quedar, al menos, una braza, el viento podría trasladarla y producir un incendio. Cada uno con sus linternas encendidas, caminamos los metros que nos separaban de las carpas. Nos introdujimos en las mismas y, luego, en nuestras bolsas de dormir. Creo que era de madrugada cuando salí a orinar. Noté de inmediato que la temperatura era realmente baja. A esto, se sumaba el helado rocío que empapaba nuestros refugios. Hacía el este, una espesa masa de nubes parecía mantenerse en el lugar. Volví a dormir con el sonido del agua y tras cubrirme con más abrigo.

07.06am

El viernes 10, abrí mis ojos ante los primeros claros del día y en medio de la paz que transmite el silencio. El sol comenzaba a iluminar la quebrada, tímidamente. Nicolás, se encontraba en la parte baja. Estaba sólo encendiendo el fuego con restos de ramas que habían sobrado de la jornada anterior. Momentos más tarde, llegaron los demás. Desayunamos y comenzamos con el rearmado del equipaje. Deseábamos salir lo más temprano posible, pues no conocíamos la otra parte del camino. Parecía tener una subida empinada y luego, supusimos, sería todo en bajada.

08.37am

Al contrario de nuestros pensamientos, la segunda parte es completamente hacía arriba, excepto algunos tramos del sendero que se presentan planos. A unos pocos kilómetros, en el margen derecho, dos caballos y una mula, miraban curiosos nuestro paso. Detrás de estos, la espesa masa de nubes que yo había visto durante la madrugada, se metía entre los cerros, acercándose cada vez más.

Hacía la izquierda, una piedra de importantes dimensiones y de color blanco, sostiene una pirca. Es la marcación con la que se identifica el lugar histórico. Uno de los trechos del “Camino de Qhapaq Ñan” o “Camino de los Incas”, cruza por allí. En dirección oeste, una larga fila de pequeñas y medianas rocas en posición horizontal, lo deja entrever a pesar del paso del tiempo. En quechua, “Qhapaq Ñan” significa “camino principal”. Son los restos de una red de senderos de real importancia para el imperio, representando la columna vertebral de lo que había sido su extensión.

Abarcaba 23.000 kilómetros y vinculaba a los pueblos, centros ceremoniales y guarniciones militares. De acuerdo a registros históricos, habría sido construido hace 2000 años, aproximadamente. Se extiende desde Quito (Ecuador) hasta el centro de Chile, pasando por Perú, Bolivia y Argentina. En nuestra tierra, abarca siete provincias. Lamentablemente, para los amantes de la aventura, en la actualidad, más de la mitad se ve colapsada por la erosión del viento, el agua y la mano humana. La construcción de algunos pueblos suspende su recorrido.

10.46am

El aroma a hierbas de montaña es inconfundible. Miles, quizá, millones de pequeños arbustos de ajenjo cubren naturalmente la parte baja del valle. Su color se presentaba vivamente plateado. Era imposible dejar de admirar cada rincón de aquellos lugares inolvidables.

11.24am

Ezequiel y Nicolás se habían adelantado. Yo caminaba en tercer lugar y a Javi, lo había visto por última vez, en el ajenjal. De pronto sentí como las nubes me envolvían. El frío y humedad que estas cargaban, se notó, ni bien tocaron la piel descubierta de mi rostro. En unos instantes, sólo podía ver el paso que daba. Todo los demás, había desaparecido en una masa blanca grisácea. Recordé en ese momento que estábamos en territorio de pumas. Algunos lugareños me habían “chismeado” que suelen aprovechar la neblina para casar. A pesar de su abundancia, no hay registro de ataques a personas; sin embargo, ello no lograba calmarme al caminar solo, siguiendo el sendero marcado.

Unos pasos más adelante, oí el mugido de algunas vacas. No puedo confirmar de qué rincón venía el sonido. Era imposible la visibilidad. Debajo de mis pies, una gran piedra atravesaba el camino. Llamó mi atención ante la evidencia de rastros nativos. En su superficie, varios morteros habían sido construidos. Una costumbre de los diaguitas que habitaron aquellas montañas. Metros más allá, una construcción en piedras. Una vivienda que, sin dudas, también habitaron nuestros abuelos.

 14.32pm

A los lejos, el ladrido de varios perros, señalaba que estaba cerca del refugio. Otro dato con el que contábamos indicaba que en el lugar, vive un pastor llamado Víctor. Sólo está acompañado por sus cabras y varios perros que intentan pelear con los grandes felinos. No estaba equivocado. Los chicos que se habían adelantado, salieron a buscarnos con un termo cargado con café caliente. Lo bebí con gusto. El frío se hacía sentir, estaba empapado, sufría de leves calambres y aún debía caminar alrededor de trecientos metros para llegar. Seguí el camino, lo único que podía hacer. En poco tiempo, me encontraba en Tres Piedras. Finalmente, había alcanzado los 3200msnm.

Ingresé a la cabaña que construyó la Agrupación de Montaña “Inti Huayco” para todo el que desee conocer el lugar. Una gran obra gratuita que merece el mayor de los reconocimientos. Con techo a dos aguas, calefacción interior a leña, seis camas, frazadas, baño privado, mesa, sillas y utensilios de cocina, la vivienda se muestra como un punto blanco en una de las cimas.

Continuará….