El premio Casa de las Américas fue para la obra de un escritor argentino que aborda el problema del narcotráfico

Carlos Riedel30 enero, 2016

El escritor argentino Ariel Urquiza , que obtuvo el premio Casa de las Américas en el rubro cuento por su obra "Ni una sola voz en el cielo", manifestó "una alegría inmensa" por recibir ese galardón, otorgado en La Habana por el jurado de la 57 edición de ese premio.

Ariel Urquiza

"Es un galardón muy reconocido en el ambiente literario latinoamericano y siempre soñé algún día poder ganarlo", manifestó Urquiza, de 44 años, quien aborda en su obra la temática del narcotráfico y que hasta el momento había publicado relatos en antologías compartidas.

El jurado destacó en la obra de Urquiza el "talento narrativo en historias que van desde Buenos Aires hasta México D.F., teniendo en cuenta el habla y las atmósferas de cada lugar, con gran virtuosismo en los diálogos y argumentos que abordan algunos de los problemas más acuciantes del presente de la América Latina".

Además reconoció en el libro la "sólida unidad" y su "gran complejidad narrativa".

En diálogo con Télam, Urquiza, que además es editor y traductor, explicó que "algunos de los cuentos transcurren en Argentina y otros en México" y "son cuentos relacionados entre sí que van formando una trama más amplia, prácticamente una novela".

- ¿Quiénes son los protagonistas de estos cuentos?

- Los personajes son sicarios y narcotraficantes. Pero en las historias, la violencia está matizada por otros componentes, como las preguntas ante los misterios de la vida, el amor, la traición, la dificultad de seguir adelante en un mundo en el que una vez que entrás ya es imposible salir.
Es ficción, si bien bastante realista. Pero entiendo que no debe leerse en clave de realismo puro. En ese sentido sería muy difícil superar lo que vemos en las noticias sobre el narcotráfico. Creo que la ficción pasa por otra parte, busca entender, ir más allá.

- ¿Cómo surgió el relato?

- El tema del narcotráfico me interesa desde hace tiempo. De hecho, cuando empecé a escribir los cuentos no estaba tan de moda el tema en la Argentina. Es un problema que involucra muchas más cuestiones de las que se ven a primera vista. Está la adicción como una vía de escape de una realidad difícil. Esa adicción, cuando no hay dinero para mantenerla, genera violencia, prostitución, esclavitud.
Y también está el chico que en la adolescencia o incluso antes se convierte en sicario, en una máquina de matar. Y las mujeres que son absorbidas por los carteles y esclavizadas. De todos modos, en mi libro quiero ir más allá de la violencia, busco meterme en la interioridad de los personajes, en su forma de ver la vida, su modo de entender o querer entender la realidad que los rodea.

- ¿Por qué te presentaste a éste premio? ¿Fue la primera vez que participas en un concurso?

-Anteriormente participé en otros concursos con suerte dispar. Mi novela "Ya pueden encender las luces" fue finalista del premio Cambaceres de la Biblioteca Nacional. Pero aún no ha sido publicada. También fui reconocido en otros premios, con cuentos que hoy forman parte de antologías, pero ningún premio tan importante como este.

-¿Cómo te relacionas con la literatura como editor, traductor y como escritor; existe algún punto en común entre estas tres perspectivas?

-Mi trabajo como traductor no incluye la traducción literaria. En algún momento me gustaría hacerlo, pero hasta ahora no tuve la oportunidad. Creo que tanto en el trabajo de corrector como en el de traductor se puede aprender mucho. De manera consciente e inconsciente. Cuando traducís o corregís un libro tenés que meterte, leer una y otra vez un mismo párrafo. Entonces descubrís los mecanismos internos de una escritura, y eso es fascinante. Esa experiencia es un excelente entrenamiento para un escritor.

-¿Cómo fue tu acercamiento a la literatura?

- Escribo desde muy chico, pero recién a los veintiséis o veintisiete años empecé a hacerlo a conciencia. Antes era un gusto que me daba de vez en cuando, si bien desde siempre supe que quería ser escritor. Pero por una u otra razón lo fui postergando. Hubo un viaje a Estados Unidos, una estadía en Nueva York trabajando de lavaplatos y vendiendo ropa en tiendas mayoristas. Antes de ese viaje había empezado a escribir mis primeros cuentos. En un momento, me acuerdo que estaba trabajando en un restaurante iraní y decidí que ya había tenido suficiente, sentí que quería volver y en gran medida porque quería reencontrarme con la literatura. Ya de regreso en Buenos Aires empecé a escribir prácticamente sin parar hasta el día de hoy.

- ¿Qué autores te nutrieron a lo largo de tu vida?

- Por nombrar a algunos: Rulfo, Onetti, Arlt, Chejov, Faulkner, Hemingway, Flaubert, y por supuesto, Borges.

- ¿Cuál es tu visión de la literatura actual en la región y qué le recomendarías a las nuevas generaciones que se inclinan a la escritura?

- Creo que el público se ha diversificado muchísimo y también la oferta. Hoy es más difícil que un autor conforme el gusto de todos. Creo que por eso los escritores dejaron de ser celebridades del modo en que lo eran hasta, digamos, la década de los 60. Creo también que más que una literatura argentina hay una literatura latinoamericana, con muchos puntos en común que tienen que ver con una problemática en común y una forma de sentir, de respirar la lengua castellana. Con respecto a las nuevas generaciones, no tengo nada para recomendarles. Tal vez ellos me puedan aconsejar muchas cosas a mí.