Ganar perdiendo

Carlos Riedel16 febrero, 2016

Por Eduardo Rivas *... El proceso electoral que vivimos los argentinos durante el 2015 tuvo ciertas particularidades que lo hacen muy singular. En primer lugar su extensión temporal, puesto que se inició el 12 de abril con las elecciones primarias en Salta y concluyó más de siete meses después. Además, en el caso de la elección presidencial, es la primer oportunidad en el que se lleva a cabo el ballotage previsto en la Constitución Nacional desde su reforma de 1994.

Massa

Pero no sólo por eso fue singular este proceso electoral, además trajo como resultado que por primera vez, desde que la Ciudad de Buenos Aires es autónoma, los gobernantes de la Nación y los dos principales distritos del país sean del mismo color político, lo cual augura entre otras cosas, un mayor entendimiento para gobernar el Área Metropolitana de Buenos Aires, que sin dudas posee particularidades propias que exceden a cada uno de los distritos que lo componen.

Aunque sin lugar a dudas la característica más particular que tuvo este proceso electoral fue que uno de sus ganadores fue uno de sus perdedores, en particular el primero de ellos porque fue el líder de la fórmula presidencial más votada de las que quedaron fuera del ballotage del 22 de noviembre, el líder del Frente Renovador, Sergio Massa.

Tras su formación en las filas de la liberal Unión del Centro Democrático y su militancia en el Partido Justicialista, que incluyó ser uno de los niños mimados y ser catapultado desde la Intendencia Municipal de Tigre a la Jefatura de Gabinete, Sergio Massa se separó del Frente para la Victoria del que era parte para conformar el Frente Renovador desde el cual se alzó con el triunfo en las elecciones legislativas de 2013 en la Provincia de Buenos Aires por más de 10 puntos porcentuales de diferencia por sobre su ex partido.

Luego de este triunfo se erigió como uno de los líderes de la oposición y coqueteó durante el período previo al cierre de las listas electorales con un acuerdo que incluyera a las principales fuerzas no oficialistas, y tras la no concreción de éste, fue sindicado como funcional al mantenimiento del status quo y el triunfo del candidato oficialista Daniel Scioli. Sin embargo, tras la celebración de la primer ronda electoral el 25 de octubre, que determinó que sería el oficialismo y el Frente Cambiemos encabezado por Mauricio Macri quienes  dirimirían quien iba ser el nuevo Presidente argentino, ambas fuerzas se disputaron el apoyo de Massa, quien por el caudal de votos que había obtenido, aparecía como quien podría inclinar el fiel de la balanza a un lado o al otro.

Aunque no hizo explícito su apoyo personal ni el de la fuerza política que encabeza en favor de ninguno de los contendientes, en cada declaración que formulaba daba a entender que era más proclive a apoyar al candidato opositor que al oficialista, y es a partir de este momento que podemos detectar los primeros movimientos para convertir su derrota de la primera vuelta electoral en un triunfo, es aquí donde empezamos a ver que comienza a ganar perdiendo.

Sergio Massa fue el único candidato presidencial de 2015 que entendió las elecciones como un juego de suma positiva en lugar del clásico juego de suma cero que excluye de las mieles del triunfo a quien no gana, y si bien comenzó a construir política desde el momento en que decidió competir por la Presidencia de la República, no dejó de hacerlo cuando quedó fuera del ballotage presidencial.

Así, tras el triunfo de Mauricio Macri, explicado entre otras razones por el encolumnamiento de electores opositores, votantes en la primera vuelta de otras opciones políticas, tras su candidatura, y empujado por las buenas performances en provincias donde su espacio político contribuyó decididamente en pos del triunfo de Cambiemos, la figura de Sergio Massa se potenció.

En este sentido, y tras su victoria y posterior rueda de contactos con los restantes competidores presidenciales, el Presidente Macri optó por tener a Massa como interlocutor predilecto en su relación con la oposición y, a su vez, Massa buscó erigirse como líder opositor privilegiado y lo hizo a partir de acentuar ese juego de suma positiva que comenzó a jugar tras el pasado 25 de octubre.

Con esta lógica deben leerse una serie de acciones y medidas desacostumbradas en el ambiente político argentino pero que contribuyen a la consolidación de un poderío político que excede lo conseguido en las pasadas elecciones. Es en esta línea que hay que entender la asunción de un legislador del Frente Renovador en la Presidencia de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, el apoyo de los legisladores renovadores a la sanción del Presupuesto en esta provincia, el poner a disposición del nuevo gobierno asesores y proyectos propios, o la disposición de acompañar al Presidente de la República al Foro Económico Mundial de Davos. Todas estas acciones eran impensables en el pasado reciente, donde no existía margen para la cooperación política sino que la relación dicotómica era oposición o cooptación.

Ahora bien, si todo esto que hemos mencionado hasta aquí resulta innovador para la política doméstica tan afecta a la relación binaria gobierno-oposición, lo es más aún cuando tomamos nota que Massa pretende encumbrarse como uno de los dirigentes restauradores del Partido Justicialista. Al respecto resulta muy interesante la reunión que celebrara junto al gobernador salteño Juan Manuel Urtubey y el ex director del ANSeS Diego Bossio, porque del encuentro surgieron definiciones que explicitan claramente qué tipo de política y con qué herramientas pretende hacerlo Sergio Massa.

Es de relieve este hecho puesto que sin el Partido Justicialista, el Frente para la Victoria queda sin sustento, dado que pese a que aunque muchos de sus dirigentes sostengan que  éste es una instancia superadora del Justicialismo, la realidad es que no es más que un maquillaje de ocasión, como en su momento lo fue el Frente Justicialista Popular del que formaban parte muchos de los ‘victorianos’ de hoy y que encabezara el ex Presidente y senador filokirchenerista Carlos Menem.

Sostuvo tras ese encuentro Massa que la doctrina sobre la que debe fundar su accionar el justicialismo es de “mirada social cristiana”. Y en esta sencilla frase dice mucho más que lo que menciona, puesto que ubicado en el rol de restaurador y refundador del Justicialismo busca trazar la línea divisoria pretendiendo volver a las raíces históricas del Movimiento peronista y echando por tierra con aquellas posturas ilusorias que pretendían incorporar a éste a la Internacional Socialista pretendiéndolo de raíces socialdemócratas y desconociendo, u ocultando, su pertenencia histórica a la Internacional Demócrata Cristiana, a través de la OCDA, junto al Partido Popular español, la Unión Demócrata Cristiana alemana o el Partido Demócrata Cristiano cubano. En una nueva onda histórica, aunque política en lugar de económica y a mitad de camino entre Kuznets y Kondratiev, una vez más la ‘patria peronista’ derrota a la ‘patria socialista’, dejando una vez más de manifiesto que el peronismo de izquierda no es más que un oxímoron.

Y en línea con su postura post electoral afirmó asimismo que “hay que proponer y salir de la idea de que ser opositor es ser destructor” y para evitar confusiones enfatizó que “hablamos del futuro, no del pasado. Hablamos de aquellos que creemos que podemos ocupar un rol en la sociedad del futuro. Cristina es una etapa que terminó en Argentina”, lo cual demuestra mucha habilidad en sus movimientos políticos, puesto que con tan sólo unas declaraciones y una foto dio vuelta de página en un Partido al que no pertenece en la actualidad pero al que pretende encabezar para posicionarse a futuro como una alternativa de poder real frente al gobierno actual.

En síntesis, Sergio Massa demostró en el último año ser de los dirigentes con mejor lectura del acontecer político nacional, puesto que a todo lo antes expuesto se le suma que no deberá asumir los costos de la gestión cotidiana que, tras doce años de kirchnerismo se avisora como sumamente compleja. Dejando de lado la correlación amigo-enemigo schmitiana de la cual fue parte y reproductor, entendió que la sociedad ya había superado esta lógica en pos de una relación basada en la colaboración y se erigió como garante de esta nueva situación al afirmar que “me toca encabezar con responsabilidad desde el Parlamento el límite y la propuesta. Me toca ser responsable como opositor en materia de cuidado y reconocimiento de aquello que se haga bien”.

Este tipo de liderazgo político fue intentado por algunos, denostado por muchos y definitivamente, nunca implementado por el Justicialismo que, como decía Antonio Cafiero, tiene un día de la Lealtad y trescientos sesenta y cuatro días de traiciones, la historia dirá qué tipos de días está viviendo Sergio Massa.

 

* Licenciado en Ciencia Política, Universidad de Buenos Aires.