Filosofía de la cargada

Carlos Riedel21 mayo, 2017

Por Federico Mana... ¿Es parte del folklore del fútbol bromear con quienes han resultado perdedores? ¿Hay que "bancarse" las cargadas ajenas? ¿Estamos dispuestos a perder?.

El caso de la empleada de la clínica Favaloro que se sacó una foto con Guillermo Barros Schelotto recorrió el país y miles han sido las voces que se levantaron para opinar sobre el tema. Por ello es que cabe preguntarse en primer lugar por qué una situación de tal índole puede llegar a estado nacional al mismo tiempo que es capaz de tapar u ocultar hechos de similar condición aunque más agraviantes.

En una primera mirada la respuesta más sencilla es que todo lo que atañe en conjunto a River y Boca indefectiblemente tomará trascendencia nacional y más aún si es luego de un superclásico que culminó con un resultado tan abrumador. Asimismo la reacción del director técnico del xeneize, por muchos juzgada como exagerada, denunciando a la empleada de la foto también funcionó como combustible para que durante varios días la "cargada" del tres marcado con los dedos fuera el foco de los debates.

Ahora bien ¿puede tal debate cobrar una dimensión filosófica o por su constitución interna debería morir en las charlas de café? Sin lugar a dudas, si ha merecido la atención de gran cantidad de personas, sostener que es un tema baladí implicaría una grave imprudencia. Para ello es que es necesario cuestionarnos qué entendemos por "cargada" y qué perspectivas solemos tener sobre ella.

De tal manera podemos decir en primera instancia que hay una acepción cómica de la misma donde se pone en práctica un mecanismo que pretende rememorar el resultado deportivo que altera a un tercero en cuestión. Por ello podríamos afirmar que sin "cargadas" los resultados tendrían mucho menos valor, porque no habría quien les diera entidad más allá de la finalización del evento pertinente. A su vez, si genera perturbación en alguien es porque esta persona le ha otorgado un sentido y una significación al resultado en sí, depositando en él no una esperanza de entretenimiento, sino un deseo de victoria que se transfiere al plano de la vida propia. Es decir, cuando le gana River a Boca, el hincha triunfante siente que no sólo triunfó la institución que dice amar sino él mismo, hecho que lo convierte desde su lógica, en automáticamente superior al hincha rival.

Por consiguiente la cargada ya no es una simple broma o un llamado a la comicidad, ya que ahora cobra estatuto ontológico por referir e intentar reforzar una supuesta diferencia valorativa entre varios grupos humanos. En este plano entonces es que nacen los relatos que se dejan entrever en muchos de los cánticos de las tribunas: yo soy mejor que vos lo que me da derecho a someterte. Es interesante observar cómo permanece enquistada una lógica machista donde la sexualidad es un acto de poder que da preponderancia a quien penetra por sobre quien es penetrado, logrando que se den infinidad de alusiones sexuales en cantos y banderas que pretenden marcar una posición de poder frente al rival.

No obstante, pareciera no alcanzar con estos elementos ya que, además, nace el espíritu del "aguante" o el de "bancársela". Asumiendo inconscientemente que los resultados de hoy pueden distar mucho a los de mañana, se pretende que aquel que recibe las bromas, cargadas o vituperios "se la banque" ya que por un lado en un futuro le tocará a él tener la potestad de cargar y por el otro está dentro de las reglas implícitas del fútbol que la chicana existe como si tuviera el mismo valor que la ley del offside.

¿Fue correcta entonces la denuncia de Barros Schelotto aun cuando eso signifique el despido de la mujer? ¿Acaso se la tendría que haber "bancado"? El problema de Guillermo tal vez no fue tanto la foto en sí como lo que él interpretó de ella: no soportó estar del lado perdedor ni mucho menos que se le reconozca así socialmente. La foto en sí no es más que una broma que queda desdibujada en su ingenuidad ante la alegoría machista de la gente de Independiente que colgó una muñeca con la camiseta de su rival como si esta hubiese sufrido un femicidio.

¿Por qué como sociedad toleramos menos una foto que una apología de la violencia hacia la mujer? Posiblemente porque en la foto se señala a alguien en particular como perdedor, alguien que se dedica a una profesión donde perder es una opción imposible de soslayar pero aun así pareciera no estar capacitado para admitirlo. ¿Por qué no hubo denuncias con nombre y apellido para quien colgó la muñeca? ¿Por qué para ellos no hubo castigo? ¿Será que preferimos estar del lado hipócrita antes que del lado perdedor?.