El malestar hecho cultura. Un pasaje de la ternura a la crueldad. Una actualización sobre el texto “La encerrona trágica” de Fernando Ulloa

Carlos Riedel4 abril, 2019

Por Jorge Collado... “Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy…” Serenata para la tierra de uno – María Elena Walsh...

Lejos del concepto de tortura, en una adolescencia ya remota, cayó en mis manos una novela de Guy de Maupassant, sobre la historia de Donatien Alphonse François Marques de Sade. La novela se llama “El Goce y la Crueldad”. Lejos estaba yo del concepto de goce de Lacan, para mí era una palabra casi religiosa que aludía a un gozo celestial y la crueldad era algo más ligado a las acciones ejercidas por algunos de mis amigos sobre los animales que cazaban.

Pocos años después se instaló en Argentina la dictadura más feroz que estas tierras hayan conocido, donde la tortura y la crueldad fueron las armas preferidas de los facticos poderes del estado. Donde el goce pasó a ser esa perversión más allá del principio del placer y la crueldad comida diaria en la mesa de los argentinos.

Cayo la Ley en la patria y el estado pasó a representar el órgano de corrupción por antonomasia y encarno el fraude, la mentira, la corrupción y fundamentalmente el delito de la mano de la tortura, la desaparición, el robo de bebes y el asesinato, entre otras maldades. A diferencia de Sade, que utilizaba la crueldad como un entretenimiento para una corte Francesa, donde esa crueldad era banalizada sobre los escenarios de sus obras y solo representaba la corrupción reinante. Como si hoy supusiéramos a Tato Pavlovsky, un torturador por haber escrito “El Señor Galindez”.

La dictadura de Videla y sus secuaces tenía una finalidad encubierta que como bien denuncia Rodolfo Walsh en su carta a la Junta Militar del 24 de marzo de 1977, esa finalidad siempre fue poner en funcionamiento un plan económico que privilegiara a la Oligarquía y a las multinacionales, destruyendo, la industria nacional y el pleno empleo. Con la intención de bajar los salarios de una sociedad que había accedido al estado de bienestar, con la finalidad de hacer más rentable el producto de las multinacionales, que era necesario para sus fines depreciar para cumplir con el objetivo de privilegiar a los poderes económicos que en su ambición siempre desmedida deseaban la acumulación de los capitales en pocas manos a expensas del sufrimiento de las mayorías.

Con esa finalidad patriótica asumió el poder la Junta Militar, derrocando un gobierno democrático al cual le faltaban 9 meses de gobierno para acceder a nuevas elecciones.

La intención de este artículo, no es recordar aquellos momentos atroces, si no por el contrario analizar como aquellos preceptos hoy están vigentes. No desde lo meramente económico y si desde los conceptos más psicológicos de la condición humana, como la Ternura y la Crueldad.

Hacia finales de los 90, el psicoanalista Fernando Ulloa, luego de más de 40 años de ejercicio de su profesión, abocado al tratamiento de las víctimas de los crímenes de lesa humanidad, nos presenta este par antitético: “Ternura – Crueldad”.

Diferencia en las definiciones tres estados de la crueldad y tres momentos de la ternura. Sostiene que el desarrollo de la crueldad tiene como antecedente, en la constitución inicial del sujeto, la falencia de la ternura como primer anidamiento, como primer amparo que recibe el recién nacido. Obviamente no es éste el único origen del futuro despliegue de la crueldad, ya que serán necesarios dispositivos socioculturales posteriores que, o bien no reparen ese origen fallido de la subjetividad, o lo acrecienten.

El hecho es que la crueldad siempre requiere un dispositivo sociocultural que sostenga el accionar de los crueles, así en plural, porque la crueldad necesita la complicidad impune de otros. El eje de ese dispositivo cruel es la mentira. Aunque ésta no necesariamente desemboca en una producción cruel, puede sostenerse --con fundamentos psicoanalíticos-- que la crueldad siempre está comprometida con una mentira establecida en los primeros tiempos del sujeto. Una mentira que se va estableciendo como un saber fetichista recusador de la verdad.

Ulloa aborda el complejo y arduo asunto de la crueldad desde distintos niveles:

“1) En primer término "lo cruel", así escrito con el artículo neutro precediendo al adjetivo. "Lo cruel", sin sujeto manifiesto de la acción, convive en sociedad sin escándalo, incluso con nuestra connivencia. No en vano la palabra "connivencia" remite en su etimología a guiño, o a cerrar los ojos. No es que en "lo cruel" no exista un sujeto intelectual responsable, pero cabe destacar que puede adquirir estatuto de costumbre, en el que las mismas víctimas conviven con una intimidación que permanece inadvertida. Así "lo cruel" hace cultura, verdadera cultura de la mortificación en que la fecunda idea freudiana del malestar de la cultura es trocada por: malestar hecho cultura, donde claudica la valentía, la inteligencia, y el cuerpo se desadueña. Aquí la mortificación no sólo alude a muerte sino, fundamentalmente, a mortecino; sujeto coartado, en el que la queja nunca adviene protesta, y la transgresión a este acostumbramiento mortificado se queda sólo en una eventual infracción. Hasta se diría que, superada la faz aguda de la mortificación, las marcas siniestras de la crueldad, neutralizadas como "lo cruel", se entremezclan con la civilización desmemoriada. Son quistes prontos a activarse.”

El solo hecho de repensar estas palabras nos ponen en una actualidad, donde la cultura del malestar se ha instalado en una sociedad apática, inmóvil, aletargada, mortesina; que salvo raras excepciones de sectores comprometidos, solidarios y militantes; la gran mayoría de la sociedad mira impávida sin poder reaccionar ante el avasallamiento que implica el alto costo de vida, ante la depreciación del salario, la inflación, el deterioro de la industria nacional, el ahorcamiento de la economía bajo las recetas siniestras e indiferentes del FMI. Donde “lo cruel” se nos muestra en la enorme cantidad de gente en situación de calle que es observada con la banalidad del ojo idiota, que aísla la crueldad y lo transforma en mero paisaje urbano.
En la mortificación de "lo cruel", la ética queda reducida a una ética abstinente, atenta a lo que no se debe hacer, pero sin que aparezca el imperativo de advertir y accionar sobre las condiciones socioculturales y políticas que originan y sostienen esa situación mortificada.

“2) Para el segundo abordaje es necesario examinar el pasaje de "lo cruel" a "la crueldad". La crueldad, como implementación de la condición agresiva y odiosa del hombre, es un hecho cultural y requiere una política que la ambiente. Dentro de esa política, ilustrada entre nosotros por los objetivos socioeconómicos de marginación que implementó el terrorismo de Estado,( o por las políticas actuales de ajustes), se organiza ese dispositivo que da entorno directo a la mayor crueldad. Un dispositivo que configura una tragedia donde, no existe tercero de apelación, entonces no hay ninguna salida inmediata para la víctima”.

El fenómeno de “Justicia”, fue desapareciendo de la mano del fraude y la manipulación, generado por un poder judicial, burocrático y paquidérmico primero y corrupto y canalla después. Un poder judicial alejado del concepto de Justica y funcional a los poderes fácticos. De la misma manera el cuarto poder, el órgano de denuncia por excelencia que debería ser la prensa, cayó en manos de las corporaciones mediáticas, también serviles a los poderes facticos, círculo rojo o superestructura, como deseen llamarlo. Instalando el concepto de “post verdad”, que es la forma de mentir que se nos ha impuesto desde cada página de los diarios corporativos. Y desde el otro lado la desarticulación de cada mentira instalada nunca llega a tiempo para el despertar del ojo idiota. De la misma manera la corporación judicial, juega a arbitrar una realidad falsa, plagada de ironía, discriminación y espíritu canalla. “Miente que algo quedará”

Esto es lo que nos ejemplifica paradigmáticamente el accionar de la crueldad, una situación frecuente en estos tiempos.

En las pocas ocasiones en que los criminales se han visto ante la Justicia, las técnicas de embarrar la cancha, y manipulaciones varias, nos lleva a la encerrona del “Hecha le ley, hecha la trampa” y el ejército de abogados burócratas que alguna vez soñaron con aplicar la ley para hacer justicia, baila en la banalización de la aplicación del hagamos que esto se parezca a otra cosa que no sea la verdad.

Es conocido el efecto siniestro que este despliegue de la crueldad produce en amplios sectores de la población, activando ocultos dispositivos de la crueldad. Por ejemplo, la canallesca prescindencia expresada por aquel "por algo será o algo habrá hecho" configura un polo social que se corresponde con otro polo, cuando una víctima es una población estupidizada por la cultura del no sé, no quiero saber, mejor veo un poco de deporte, no importa que me aumenten los impuestos, o sí importa y me deprimo tanto por ello que no tengo fuerzas para resistir.

“3) Denominaremos al tercer abordaje "el acontecer de la crueldad", como propia conciencia de la disposición personal que en grados distintos habita a todo sujeto. Este acontecer es el pasaje intrapsíquico de lo cruel, en su estado latente, a la asunción ética de la propia disposición para la crueldad como toma de conciencia.”

Comencé señalando que el origen de la crueldad se vincula con la falencia del primer amparo de todo sujeto, la ternura. Freud dijo poco, pero dijo bastante, acerca de la ternura: que se origina en la coartación del fin último de la pulsión. Una coartación que depende de la presencia del tercero. Si pensamos esencialmente como agente de la ternura a la madre, este tercero está representado por la función paterna, ejercida por el padre mismo, o por la sociedad, o por el Estado. Y me detengo en este punto crucial para entender la encerrona. El Estado quebrantó la ley!!. Diría Freud, el que enuncia la ley es el tercero, el padre, el que funciona como garante de la ruptura de la simbiosis madre-hijo, Si es el padre el que quebranta la ley, esteremos inmersos en el universo de la crueldad. Si el garante de la igualdad, equidad o bienestar social es el Estado y el Estado funciona a lo videla, quebrantando la ley, mintiendo, manipulando para cumplir otros objetivos preestablecidos, objetivos de clase o casta privilegiada. Ahí la ley se esfuma, el poder judicial hace de cuenta que representa una justicia ciega, sorda y muda a las necesidades de las mayorías. Los hijos, sin ley y sin separación de la madre, no accederán a la ternura y vivirán en el imperio de la crueldad.

Por suerte en algunos casos, la coartación, obturación o ruptura de la díada, puede ser un valor inherente a las propias estructuras de la madre. Cuando no hay coartación, obturación, clivaje o ruptura de este fin último, se recrean las condiciones de la primacía de la crueldad que triunfa sobre la ternura. Aquí también falta la ley, y en ese sentido la ternura es el primer factor que hace, del sujeto, sujeto social, dado que se trata de un dispositivo social.

“Este clivaje crea una precaria condición de sublimación en la madre, traducida en dos aspectos: la empatía que garantiza el suministro hacia el niño, y el miramiento, algo así como mirar con interés amoroso aquello que, habiendo salido de las propias entrañas, es sujeto ajeno. Si la empatía garantiza un suministro, el miramiento garantiza la gradual autonomía del sujeto”.

Esto es lo fundamental de la ternura, puede haber amparo y suministro, que son condiciones de “Lo Tierno”, pero no hay ternura sin miramiento, sin permitirle al otro ser lo que desea, sin dar la libertar para elegir, permitiendo y ayudando a la inclusión de terceros como garantía de la felicidad, del bienestar y de la libertad.

“Los suministros de la ternura son tres: el abrigo, para los rigores de la intemperie; el alimento, para los del hambre; y el miramiento que hace al buen trato. Un trato que será bueno en tanto donación simbólica de la madre que concurre, no solamente a la invalidez material del niño, sino también a su invalidez simbólica. Precisamente con la experiencia de gratificación se irá instituyendo este buen trato, este trato según arte, basamento del sujeto comunicacional.”

Ahora bien, si la función materna basada en el abrigo y el suministro están bien fijadas y la función de instauración de la ley por parte de un tercero funcionan, estamos en el universo de la ternura y del bienestar. Pero si no funcionan estas tres premisas básicas, las defensas que el sujeto utilizará serán más primitivas, ergo del universo de la crueldad.

Si las garantías sociales no están dadas o desarrolladas la víctima utilizará defensas más primitivas, como el egoísmo, el aislamiento, el sometimiento a lo impuesto sin revelarse, a la aceptación de la maldad y la mentira, en un engaño mayúsculo, donde no se puede distinguir entre crueldad y ternura porque nunca accedió a la segunda posición. Obviamente hay dos posturas posibles ante la crueldad, el de la víctima y el del victimario.

Si en el lugar del anidamiento tierno, tenemos un “nido de serpientes”, es imposible que se acceda al don de la ternura.

“Cuando el anidamiento es en un "nido de serpientes", conlleva al incremento instintivo del sobreviviente. La rigidez instintiva es factor que contribuye a que el futuro sujeto, ahí mortificado, reproduzca los valores que recibió. Así que el golpeado tiende a ser golpeador, en tanto sus alternativas pulsionales se hayan instintivizado unívocamente.”

Ulloa nos habla de un saber fetichista, por lo tanto escenario de una farsa. “Si la donación simbólica, aquella que puede signarse por el miramiento como tercer suministro de la ternura, es fallida, el sujeto que de ahí resulte incrementará su angustia de muerte frente a la que irá organizando un "saber" fetichista, como recusación de esa angustia. Un fetichismo que confiere al saber el carácter de "saber sagrado", "saber fundamental", "saber ortodoxo" que excluye, odia y elimina todo lo distinto, que pueda poner en duda aquel saber. La sumatoria de esos valores instintivizados que tienden a reproducirse, más esta propensión a un saber fetichista, serán el caldo de cultivo del sujeto cruel. Llegamos así a lo que podríamos llamar la vera crueldad, aunque resulte paradojal aludir a la verdad para definir lo que está establecido sobre la mentira. Claramente en la definición Freudiana de fetichismo, el sujeto no cree en lo que ve y lo reemplaza por un valor sagrado que es considerado verdad suprema. El fetichismo necesariamente se sostiene en una verdad renegada, denegada o forcluida y es reemplazada por una verdad totalitaria, dictatorial e incuestionable.”

Para que la vera crueldad resulte tal, es necesario que la violencia del ejecutor y el desamparo de la víctima estén enmarcados en un dispositivo sociocultural (avalado y montado por los cómplices intelectuales), con pretensión de impunidad. Pero, si bien esto es necesario, no es suficiente: la vera crueldad requiere que el ejecutor sea realmente maligno, es decir, sin ningún lugar para el remordimiento, por lo cual debe haber organizado su fetichismo como un saber mentiroso que lo hace impune frente a sí mismo, arrojando todo vestigio de conciencia moral con relación a sus actos; un saber mentiroso que será el baluarte de su impunidad recusadora de toda ley.

El maligno, es decir el sujeto de la acción de la crueldad, justifica sus actos en este saber canalla, es decir sin la intervención del tercero que garantizaría la existencia de la ley de padre. Que como bien aclaramos, no es el padre en sí, sino el que garantiza la ruptura de la díada. Ergo el saber canalla es el convencimiento en nombre de valores que no han sido intervenidos por un tercero, en su función de garante, lo que hará de ese saber fetichista un saber lejano a la existencia del otro, a la solidaridad y al universo de la ternura.

Para poder pensarlo desde la actualidad, no necesitamos ir a videla. Alcanza con saber que no es necesario ir a estos ejemplos de genocidas directos. Muchos de los inspiradores y planificadores de los ajustes sociales que arrojan millones de víctimas a la miseria se les corresponden.

Hagamos un pequeño paréntesis simplemente para afirmar que un comportamiento impune podría promover la sed de venganza, la pretensión de que el tormento sea la vía para que el criminal reconozca sus crímenes; algo así como montar una inquisición maligna frente al maligno, curarlo con su propia medicina. Será sólo el enjuiciamiento justo, con todos los recaudos de defensa en juicio, el que logre desmontar el ídolo fetichista y su mentira que pretende afirmar que es lo que no es, o que no es lo que es. Pero contrarrestar, necesitaríamos un poder judicial independiente, lejano a la corrupción, la manipulación y que no represente intereses de clase. Muy lejos de nuestra actualidad.

Finalmente volvemos a la palabra de Ulloa que sostiene que “El fetichismo es pura renegación, con sus amputaciones de la conciencia que además de negar, niega que niega. Mientras que la utopía, definida en términos modernos, constituye otra doble vuelta de negación frente a la renegación: la de negarse a aceptar todo aquello que niega la causa del accionar de la cruel impunidad. Se configura así una utopía con tópica no conjetural, sino ahora, en el presente. Esta es la única justicia posible frente a los señores de la crueldad. Digamos que para contrarrestar la mentira es necesaria la clara ideología, me gustaría decir con conciencia de clase, que no renuncia a sus principios y valores, centrados en la igualdad, la solidaridad y la fraternidad. Muchas veces suelo decir que basta con ser un buen cristiano.

Hay épocas como la actual donde lo solidario, como núcleo de todo pacto social, caduca. Cuando en el orden individual ese núcleo esencial claudica, mientras que en el orden estructural desaparece la imagen y la efectividad de una justicia creíble, se instala la corrupción, una forma de la crueldad que ya no es sólo una lacra social. Se instala incluso en el lenguaje. Así es como las palabras comienzan a perder su significado. Ubicada en todos los niveles, la corrupción se transforma en una herramienta política de marginación, que reproduce las condiciones de la encerrona trágica de la que hablaba Ulloa en los ‘90.

Finalmente diría que el hecho de que la crueldad sea un producto de consumo es un efecto de la sociedad competitiva y consumista. Un ejemplo de la idea de consumismo es cuando se habla de adicción. Se dice eufemísticamente: Fulano consume , pero el verbo no está ligado a la droga consumida, sino a afirmar la condición del adicto. Desde esta perspectiva, una sociedad consumista es adicta. Vale decir, es dependiente, explotable, fácilmente manipulable por los eficaces medios de comunicación en manos de la corporación canalla y fetichista que solo promueve productos a consumir con la finalidad de la imposición de sus propios intereses.

Pensar el goce y la crueldad desde la figura de Sade, parece en estos tiempos cosa de niños. Aun la palabra crueldad está ligada a Sade, que en todo caso fue un intelectual y no a hitler a videla o a pinochet, que en todo caso son un poquito menos crueles, que los autores intelectuales como Martinez de Hoz, Caballo o Macri.

Esta crueldad que se ha instalado en estos 40 años en nuestro país, me hace pensar solamente en la negación de la Ley del Padre. Una negación a conciencia para algunos, como estrategia para una finalidad de clase. Para que podamos hablar de desmentida, renegación o forclusión se necesita de alguna manera un factor inconsciente, digamos simplemente que el que desmiente está psicótico o es un perverso.

En cambio, la negación de lo que se sabe que existe, la negación de la ley que ordena, por egoísmo puro, por puro interés de clase, por exigencias corporativas en detrimento de las mayorías, a conciencia de que se está siendo cruel sobre el cuerpo social, con el solo interés de beneficiar a los más poderosos, y cumplir con las exigencias de la clase opresora es mínimamente canallesco.