La FM del 15 invita al cine antes del mundial... “Rosetta”, de los hermanos Dardenne: una mujer contra todo

Carlos Riedel10 mayo, 2018

"En cada película tratamos de mostrar a un personaje  enfrentado  a situaciones que, muchas veces, él mismo inventó. El problema suele ser que no interpreta su propio deseo, que no sabe bien lo que busca. Y lo que busca en realidad, en casi todas las películas, es encontrar a alguien. Intenta huir de la soledad para convencerse de que un ser humano, hablamos en general, es más feliz si está  acompañado".

Jean Pierre y Luc Dardenne

La FM del 15 promete el cine de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, para ejemplificar la potencia creativa en la obra, esa honesta visión del mundo de los más débiles en la Europa reciclada y posmoderna de finales del siglo XX y comienzo del XXI, de estos dos maestros fundidos en una sola mirada, sensata y muchas veces descarnada, de la gente que puebla sus historias: seres que parecen no haberse enterado que transitan el   Primer Mundo.

La presentación estará a cargo de Armando Borgeaud y la entrada será a la gorra, para colaborar con la radio.

Primer encuentro  

Sábado 12 de mayo, 18 horas:

Rosetta (Bélgica/ Francia/Suiza, 1999)

Dirección y guión: Jean-Pierre y Luc Dardenne.

Fotografía: Alain Marcoen.

Intérpretes: Emilie Dequenne, Fabrizio Rongione, Anne Yernaux y Olivier Gourmet.

Los hermanos Dardenne:dos muchachos sensibles y  silenciosos

 Síntesis biográfica

Jean-Pierre Dardenne nació el 21 de abril de 1951, en Engis, y Luc tres años más tarde, el 10 de marzo de 1954, en Awirs, ambas localidades pertenecen a la provincia francófona de Lieja (Bélgica) y son zonas industriales. Ambos crecieron juntos en Liège y Seraing, dos pueblos industriales de Valonia en la parte francoparlante de Bélgica. De orígenes modestos, y criados en la clase trabajadora será un elemento de referencia indispensable y el telón de fondo de todas sus películas.

Estudios realizados

Luc Dardenne estudia Filosofía y Jean-Pierre Arte dramático en el Instituto de Difusión de las Artes. Allí conocen Armand Gatti, poeta, director teatral y cineasta francés, hombre de artes y letras quien los involucra en su quehacer artístico, Jean-Pierre como asistente de cámara, y Luc como asistente de dirección.

Trayectoria impecable

Después de trabajar en una serie de documentales, en 1975 encuentran su propia productora, Dérive, la cual terminará produciendo más de 50 documentales que retratan los estratos más bajos de la sociedad belga, sacando a la luz las miserias económicas y sobre todo humanas que invadían a esos sectores.

Sus películas tienen como escenario recurrente la región belga de Seraing cerca de la frontera alemana, donde pasaron una buena parte de su infancia, zona ligada históricamente a las industrias minera y siderúrgica. Los Dardenne filman en el margen de esta sociedad y muestran el trabajo de los jóvenes, la desocupación o los problemas de la inmigración clandestina. Es un cine de hondo contenido humanista.

Cine de ficción. Reconocimiento Internacional

En 1987, filman Falsch, película que marca el paso a la ficción. Pero será La Promesa (1996), presentada en Cannes durante la Quincena de Réalizadores el filme que marca el principio del reconocimiento internacional para estos directores belgas y es la primera manifestación brillante de un estilo realista alimentado por veinte años de práctica militante en el documental.

En 1999 vuelven a Cannes con su siguiente película Rosetta que gana la Palma de Oro. Nunca antes, ninguna de sus películas había sido popular tanto con los entusiastas del público, como con los críticos. La actriz Emilie Dequenne, en su primer papel, gana el premio a la interpretación femenina. Tres años más tarde dirigen El hijo, película que le proporciona al actor Olivier Gourmet el premio a la interpretación masculina. En 2005 llegan nuevamente a Cannnes y obtienen su segunda Palma de Oro con el filme El niño, una película austera y sugerente con un guión férreo y minimalista que lleva al extremo otro de los temas centrales en su cine, las relaciones paterno-filiales.

La temática del inmigrante y sus miserias frente a la crueldad del país de acogida es retratada en El silencio de Lorna (2008). Los Dardenne construyen un relato lleno de complejidad donde se mezclan inmigración, drogas, asesinato y embarazo en un mismo film que tiene entre sus aciertos evitar la sordidez gratuita y la manipulación sentimental.

En El niño de la bicicleta (Le gamin au vélo, 2011), vuelven sobre el tema de las relaciones paterno filiales y esta vez analizarán el concepto de maternidad como asunción de una responsabilidad más allá de la consanguinidad. Le sigue Dos días, una noche (Deux jours, une nuit 2014) el drama de una trabajadora interpretada por la actriz Marion Cotillard que encarna, un dilema recurrente de la clase obrera: elegir entre el individuo o el colectivo. Jean-Pierre y Luc Dardenne logran construir casi un thriller social, una película que encuentra la emoción por la vía de la introspección de los personajes y también de la narración, al enfrentarnos a una carrera contrarreloj. Los Dardenne con esa enorme capacidad para sintonizar el estado de la sociedad y pese a llevar casi tres décadas haciendo cine, han sabido adaptar sus sensores al momento actual, esta vez poniendo el foco sobre el epicentro del sistema y sus ecos en la clase trabajadora.

Los hermanos Dardenne se han convertido en la gran voz del cine social europeo del siglo XXI. Tomando el relevo de cineastas que hicieron un cine en esta vertiente como es el caso de Ken Loach, sus películas tratan de acercarse con el mayor rigor posible a los problemas de la sociedad contemporánea. Una veintena de premios internacionales encabezados por dos Palmas de Oro reconocen una filmografía íntegra y coherente como pocas, con títulos que sirven para mantener el pulso a la sociedad y despertar conciencias sin riesgo de adoctrinar.

Filmografía

1987 Falsch
1992 Je pense à vous
1996 La Promesa
1999 Rosetta Cannes: Palma de Oro Cannes y premio a la Mejor actriz para Émilie Dequenne.
2002 El hijo Cannes: Mejor actor para Olivier Gourmet.
2005 El niño L'enfant Cannes: Palma de Oro
2008 El silencio de Lorna. Cannes: mejor guion
2011 El niño de la bicicleta: Cannes: gran premio del jurado
2014 Dos días y una noche
2016 La chica desconocida

Rosetta: Obra maestra en presente

En Rosetta queda claro que, para los Dardenne, la realidad excede a toda posibilidad de comprensión definitiva y que el cine es, antes que un arma de conocimiento, una de desconocimiento. Pero la cámara de los hermanos lucha por conocer.

Por Horacio Bernades

Aunque Rosetta no es una película del año próximo sino de hace diez, parecería como si en verdad fuera de dentro de diez años. O de cien. No se trata de la hipérbole de un crítico de cerebro acalorado, sino del carácter mismo de la unánimemente considerada obra mayor, hasta la fecha, de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, dos de los contadísimos cineastas esenciales del cine contemporáneo. Contemporánea: ésa es una palabra consustancial a Rosetta. Como pocas, la ganadora de la Palma de Oro en Cannes 1999 da la sensación de transcurrir en un eterno presente que, bueno es aclararlo, jamás se estabiliza, jamás se consolida, jamás es igual a sí mismo.

Ese carácter –la inestabilidad, la situación de tránsito, el modo abrupto en que se establece una relación con el mundo– queda inmejorablemente definido en la secuencia inicial, a esta altura poco menos que legendaria. Una chica atraviesa, a velocidad maratónica, los pasillos de una fábrica. Parece empujada por la cámara, que la sigue con extrema ansiedad. Es interceptada por una autoridad, tiene una discusión, reclama que le den el puesto, argumentan que no es posible, forcejea, pelea, escupe, es echada. De allí en más, Rosetta (la debutante Emilie Dequenne, Palma de Oro en Cannes a la Mejor Actuación Femenina) seguirá buscando empleo. Y peleándose: con su madre, con distintos empleadores, con el administrador del camping en el que ella y la madre tienen instalada su casa rodante, con el empleado de una venta de waffles al paso, que le consiguió un puesto poco duradero.

El plano final, interrumpido por la mitad –al mejor estilo Cassavettes–, muestra a Rosetta por primera vez fija, perpleja, tal vez a punto de pedir perdón. Jamás se sabrá si es así. Para los Dardenne (ver entrevista) la realidad es un exceso. Excede al cine, a la gente, a toda posibilidad de comprensión definitiva. La realidad se escapa. Al ver Rosetta podría decirse que, para los hermanos, el cine es, antes que un arma de conocimiento, una de desconocimiento. El espectador desconoce por qué no le dan a Rosetta el puesto que pide. Desconoce qué pasó con su padre, protagonista de un fuera de campo extremo. Desconoce si la chica tiene o tuvo vida sexual. “No bailo”, le dice a Riquet, el empleado de la wafflera, cuando él la invita, y el modo en que lo dice suena a virginidad. En una escena previa, Rosetta se arroja sobre el muchacho para frenarlo, lo tira de la moto, forcejean sobre el piso: es, sin serlo, el coito más salvaje que el cine haya dado en años.

El espectador desconoce, también, si los dolores de estómago que hacen retorcer a la chica son producto de la tensión, de una enfermedad o hasta, por qué no, de un embarazo. Desconoce si el secador de pelo que se pasa sobre la panza es un método de cura casera, la herramienta con la que se daña o el origen de sus dolores. Desconoce por qué Rosetta está a punto de dejar morir a alguien, aunque cierta traición posterior tal vez ayude a explicarlo. Por una paradoja esencial a su arte, la cámara de los Dardenne, que es su ojo y el del espectador –y que lleva, como en todas sus películas, el extraordinario Alain Marcoen– hace, sin embargo, lo imposible por conocer. Aunque más no sea, por conocer ese centro del mundo que para ella es la protagonista. Por eso la corre durante toda la película, mientras la propia Rosetta también lo hace.

Rosetta corre para conseguir empleo, para cargar con su madre alcohólica, para frenar al administrador, para visitar los varios escondrijos en los que guarda cosas aparentemente sin valor, como los zapatos que se cambia por botas de trabajo. Escondrijos: hay algo animal en Rosetta. Algo de bestia de carga, notorio cuando levanta una bolsa de varios kilos de harina o una garrafa. Algo como de liebre que escapa del cazador, como lo confirma un comentario al paso. “Ojo que hay un zorro por ahí”, le advierte en un momento el administrador del camping, como si fuera ella la que corre peligro. Desde ya que, como todas las películas de los hermanos y más que ninguna otra, Rosetta combina la fisicidad más extrema (el ruido de la moto de Riquet, fuera de campo, es uno de los más aterradores que se recuerden en cine) con el cuento moral, a partir del momento en que la muchacha comete un acto abominable.

Abominable, pero –esto es esencial– no irreparable. Nada es irreparable, nada es para siempre en el cine de los Dardenne. De allí que en sus películas la palabra “moral” no esté asociada con una condena sino con una posible elección, una opción, un desafío. Consecuente con ese carácter no definitivo, Rosetta termina con un plano inconcluso, como cortado al medio, que en lugar de cerrarla la deja abierta para siempre. Esto debe ser entendido tanto en sentido concreto como, sobre todo, en sentido moral, para usar un término que, en plena posmodernidad, los Dardenne han logrado resignificar tal vez como nadie.

ROSETTA (Bélgica/ Francia/Suiza, 1999)

Dirección y guión: Jean-Pierre y Luc Dardenne.

Fotografía: Alain Marcoen.

Intérpretes: Emilie Dequenne, Fabrizio Rongione, Anne Yernaux y Olivier Gourmet.