Historias de Vida... Un pasado difícil de olvidar

Carlos Riedel13 abril, 2018

Por Sabrina Paola Quiñones (1er. Año Tecnicatura Superior en Comunicación Social - Catedra Práctica Profesional 1 – Periodismo gráfico - Coordinación de tareas y corrección de textos: Lic. Luciana Fernández....

 veterano malvinas

-Ángel Fernández conforma la Subdirección del Centro de Veteranos de Guerra de Escobar-

A 34 años de la guerra de Malvinas, Ángel Fernández (53), ex combatiente, cuenta su historia. Con sus compañeros construyo una capilla, y allí todos los días rezaban y pedían por sus vidas.

Como en todos otros casos, su incorporación a la fuerza militar fue producto del azar en 1981, cuando por medio de un sorteo, con el número 947 formo parte de la “colimba”, servicio militar obligatorio para los hombres entre 18 y 21 años .

“Yo estaba contento, y quería ir a Rio Gallegos con mis amigos del barrio”, relata Fernández, cuando conversaba con sus amigos del barrio, en Curuzú Cuatia’, provincia de Corrientes.

Una vez alistado en la colimba, Ángel se instruyó en el Centro de Incorporación de Conscriptos de la Marina, en la ciudad de la Plata y luego fue trasladado a Tierra del Fuego, batallón de infantería n°5.

“Allí realizábamos prácticas de combate, aprendíamos a utilizar las armas, además estudiábamos y teníamos catecismo, y siempre teníamos como enemigo una bandera chilena”.

Un 3 de abril de 1982 su batallón formado en las plazas de armas, les informan que las islas Malvinas fueron recuperadas y que debían ir a defender la soberanía nacional.

En la madrugada del 5 de abril Ángel Fernández y su tropa llegaron a Malvinas y allí sobrevivió alrededor de setenta días, al frío, hambre, al debilitamiento físico y psicológico.

“Aunque sea un pedazo de pan por día, teníamos para alimentarnos”, recuerda Fernández, cuando se le pregunto si recibieron una alimentación adecuada.

“Tratábamos de mantener el cuerpo a temperatura, ya que permanecíamos casi todo el día mojados, porque nuestra trinchera se encontraba en la bajada de una montaña. Eran tan constantes los bombardeos que no te dabas cuenta de cuanto dormiste, no teníamos tiempo de pensar”.

Para Fernández la religión fue un factor fundamental en esos días de combate.

Llegó a escribirles dos cartas a su madre, contándole que estaba bien y tuvo que mentirle diciéndole que con sus colegas jugaban a la pelota y que hasta comían “tortas fritas”, para que la madre no se preocupara.

Cuando se le pregunto que fue lo mas impactante que le toco vivir en esos setenta días de combate, sin pensarlo, afirmo’: “ver morir a sus compañeros”, fue lo mas duro que le pudo pasar, allí tomo conciencia de que el podía tener ese final y tuvo miedo de no ver a su familia nunca mas.

Entre las conversaciones que mantenía  con los demás compañeros, la mas frecuente era el hablar de cuanto extrañaban a sus familias, y se recomendaban avisar a los padres si a alguno les sucedia algo. Acongojado y con lagrimas en los ojos, contó que tuvo la suerte de conocer a la madre de un soldado caído.

Luego de volver de la guerra, tuvo que soportar que la gente lo ignore y que lo mire mal, por eso permaneció encerrado durante varios meses en su casa. “Tuve miedo de que me dijeran algo o que me llamen cobarde”.

Cuando se le pregunto si tuvo apoyo psicológico, confeso que en lo personal fue muy poco, tuvo tratamiento psicológico, pero el psiquiatra solo le recetaba pastillas para dormir y calmantes.

“Actualmente tengo compañeros veteranos que son alcoholicos, adictos a las drogas, al cigarrillo”, agregó.

A su vez comenta que tampoco tuvieron apoyo del Estado. Durante años lucharon para que se les reconozcan sus derechos y realizaron durante mucho tiempo protestas y acampes en la Plaza de Mayo.

Con el pasar de los años, este veterano de guerra decidió irse a vivir a Buenos Aires, y se especializo en el rubro de pintor de hogares. Al tiempo se mudó a Maquinista Savio, partido de Escobar, y allí formo una familia.

Actualmente es Presidente del Centro Municipal de Escobar, y es Subdirector del Área de Veterano de Guerra, del que fue parte de la institución del Centro de Veteranos de Guerra en sus comienzos en el año 1991.

Cuando se le pregunta como rehízo su vida, a pesar de lo que vivió en el pasado, responde que el pudo formar una familia, tiene cuatro hijos y un nieto, pero que es muy difícil para el decir que se va a olvidar de lo que vivió en esos setenta días.

“Lo que me llevó de aprendizaje de ese suceso que me marcó de por vida es a valorar la familia, los afectos y la vida”, culminó .